sábado, 29 de junio de 2013

Summertime

29 de junio: San Pedro y San Pablo, fecha que me rememora el verdadero inicio del verano.
 
Mi abuelo materno se llamaba Pedro, y como él uno de mis tíos y dos de mis primos; y eso significaba que la familia se juntaba a celebrarlo en la casa de campo de mis tíos en Crevillente. Generalmente de noche, disfrutando del largo atardecer del comienzo del verano, con el sol ya escondido más allá de la sierra de Callosa, quizá un baño con mis primos en las aguas verdosas y con arañas muertas de la balsa de riego, el conejo al ajillo que preparaba mi tío Antonio (conejos de sus propio corral), las morcillas que traía mi tío Pedro desde su carnicería en Orihuela, las extrañas espirales verdes quemándose en el suelo para ahuyentar a los mosquitos, el olor a Aután y el cielo abierto, con las estrellas brillando libres del alumbrado público de la ciudad.
 
Alguna vez esa cena familiar en el campo era justo después de algún festival infantil de final de curso, en mi colegio o en el de mis hermanos; el punto de inflexión entre el fin del curso y el comienzo del verano. Por eso, esta fecha del 29 de junio, nunca dejará de ir asociada en mi recuerdo a la alegría infinita del comienzo de verano, de la piscina, la playa, alguna acampada, ninguna obligación escolar, no tener que madrugar... En definitiva: Tiempo de verano. que quedaba completamente asentado cuando dos semanas más tarde celebrábamos la Virgen del Carmen en honor a la abuela, mis tías y una prima; o incluso íbamos a Santa Pola en la primera noche de helados por su paseo marítimo.
 
Felicidades, Pedros y Pablos, mis "heraldos del verano"  ;-)

lunes, 24 de junio de 2013

I CONCURSO INTERNACIONAL DE CÓMIC Y NOVELA GRÁFICA

Organizado por la gente de libros.com, que ha cometido el error (y gran honor para mí) de pedirme que sea miembro del jurado.

Aprovecho este humilde blog para promocionar el concurso. Éstas son sus BASES:

1. Participación

Podrán participar en el concurso todas aquellas personas mayores de 18 años que residan en algún país de la Unión Europea. La participación se admite de forma individual o colectiva.


2. Contenido

- El tema será libre, con la única condición de que las obras deberán ser de creación propia e inéditas.
- Los idiomas permitidos para las obras serán castellano y/o inglés.
- El Autor (o autores) tiene que ser el legítimo titular de todos los derechos necesarios sobre la Obra, garantizando a Libros.com la explotación pacífica del concurso, manteniéndolo indemne de cualquier daño que pueda derivarse de eventuales acciones, reclamaciones o conflictos planteados por terceros.


3. Formato de presentación de la obra

El formato de la obra será de 135x190mm (10mm de margen), en B/N y con un máximo de 100 páginas de extensión.


4. Dinámica del concurso

El concurso se divide en 2 fases:


1ª Fase: del 24 de junio hasta el 14 de julio de 2013
  • - Los participantes enviarán una historia reducida que deberá tener una extensión de entre 1 y 4 páginas, en el formato indicado en el punto 3.
  • - Un jurado formado por personalidades afines al mundo del cómic y al sector editorial elegirán 3 obras que pasarán a la fase final.


2ª Fase: del 29 de julio hasta el 1 de septiembre de 2013
  • - Las 3 obras elegidas iniciarán un proceso de financiación colectiva a través de la plataforma de Libros.com.
  • - Las obras tendrán que recabar al menos 75 apoyos para que el concursante opte a los premios mencionados en el punto 5. (*)
  • - La obra que más apoyos consiga optará al premio de mayor rango.
  • - En esta fase, los autores se comprometen a enviar a Libros.com la obra completa (máximo 100 páginas de extensión)

  • (*) Durante la campaña de crowdfunding Libros.com se encargará de la difusión de las obras con el objetivo de facilitar la consecución de los apoyos


5. Premios

  • 1er Premio: 500€ + publicación de la obra + presentación en librerías.
  • 2º Premio: 200€ + publicación de la obra + distribución en librerías.
  • 3er Premio: publicación de la obra + distribución en librerías.

  • Las obras que consigan completar con éxito la campaña de crowdfunding, serán publicadas por Libros.com, que será responsable de la producción y edición, y los creadores firmarán un contrato por una duración de 2 años prorrogables y con un porcentaje de derechos del 10%. La concesión del premio supone que Libros.com gestionará en exclusiva todos los derechos de explotación de la obra, en todos los países y para todas las lenguas, así como todos los derechos de edición en todos los soportes.


6. Envío

El envío de las muestras correspondientes a la Fase 1, deberá hacerse a la dirección de correo electrónico comics@libros.com desde el 24 de junio hasta el 14 de julio de 2013


7. Jurado



¡¡SUERTE!!

domingo, 23 de junio de 2013

MEMORIAS DE TECH HUAN. Cap 1: De la Casa de Aprendizas (III)

Desnudos sobre el mascarón de proa,
lamiendo con la punta de la lengua
el tinte que desprende la máscara.
Saldremos a la lluvia, Manolo García


Pasaron muchos momentos de esparcimiento similares, en los que las experiencias en grupo, terminadas con el premio a alguna de las muchachas, sirvieron para que el sexo real se introdujera como el juego en el que se había de convertir. Los calores del verano fueron el mejor acompañamiento para usar en algunas experiencias diferentes alimentos típicos de la estación, de forma que en el disfrute no siempre se usaran sofisticados artilugios biomecánicos o modificaciones transgénicas, sino cremas refrescantes, zumos de elixires afrodisíacos y frutas tropicales. Algunas de estas frutas, en ocasiones, eran originarias de los planetas natales de mis aprendizas. Una tarde de finales de agosto, con una tormenta amenazando en el horizonte, di una sorpresa a Antha y aparecí con un racimo de komboloi cultivado junto a las playas ecuatoriales de Troodos, su planeta. Los granos carnosos, perfectamente esféricos y tersos del komboloi se unían por pequeños filamentos flexibles. Los frutos más apreciados eran los que formaban como una especie de collar de cuentas. Los había de variadas longitudes, dependiendo de la situación del árbol en la playa, el tipo de arena y la intensidad del periodo de lluvias. Los que traje a Antha tenían sus granos del tamaño de una uva, con hasta quince de ellos multicolores en cada hilera. Su sabor era dulce pero con el punto ácido que hacía este fruto tan apreciado.
–¿Habéis oído hablar de las bolas chinas? –pregunté una vez que Antha los había distribuido entre sus compañeras y les explicó cómo comer los granos.
Liberta, que sacaba despreocupadamente las hortensias a la rocalla del jardín exterior para que se regaran con el agua de la inminente lluvia, me miró aprobadora desde la balaustrada.
–Provienen de la región de la Tierra de donde es originaria tu raza –apuntó ella.
–Las bolas Ben Wa o bolas de geisha –siguió Cipango con la lección‑, son realmente del antiguo Japón feudal.
–Y servían, entre otras cosas –continué–, para aprender a controlar los músculos vaginales. Es muy importante –remarqué mientras iba desgranando los kombolois de dos en dos– conocerse a uno mismo, en todos los sentidos, para tener control tanto de cuerpo como de mente. Las bolas chinas originales tienen un sencillo mecanismo que produce vibraciones. Con mucha práctica se puede conseguir que vibren y rocen de la manera más placentera según el momento.
Antha miró los granos que tenía entre las manos con una sonrisa sorprendida. Sin duda estaba comprendiendo ciertas cosas que de pequeña en Troodos no entendió a sus mayores.
–Usad vuestra imaginación –les pedí mientras me metía un grano en la boca–. Y cuando queráis, nos contaremos qué tal se nos da.
Sonó un relámpago con un fuerte chasquido al otro lado de la colina y comenzó a llover con intensidad. Después de días de pesado calor y tras una mañana bochornosa, la brisa se levantó agitando los cortinajes blancos del salón y refrescando la estancia. Comenzó a escucharse el ruido del agua caer y Liberta vino a refugiarse al porche. Yo tuve una idea.
–¿Saldremos a la lluvia? –les pregunté con una sonrisa pícara mientras con una orden inalámbrica activaba los reproductores musicales del jardín.
Cipango, siguiendo las instrucciones corporales que le envié disimuladamente (ella no disponía de receptor inalámbrico por expreso deseo de Norton San Luis), fue la primera en saltar a la carrera, riendo alegre en cuanto comenzó a sentir las gotas sobre su piel. Las chicas dudaron, volví a sonreír y salté hacia la puerta. Todas me siguieron con gritos, esquivando a Liberta, que se debatía entre seguirnos o guardar la compostura.
Abrazado a Cipango, comenzamos a saltar y cantar dejando que el agua tibia de la tormenta nos empapara. Todas nos rodearon formando una piña y compartiendo la explosión de alegría, apretando sus cuerpos jóvenes unas contra otras, abrazándose, riendo y cantando. Entonces besé largamente a Cipango de forma que todas nos contemplaran. Cuando logramos su atención, la solté y cogí de la cintura a Kiveli, que estaba junto a mí. La lluvia hacía que la blusa de fina gasa blanca de la resplandeciente rubia se trasparentara dejando ver la areola oscura de sus pezones. La besé sin dejar de abrazarla. No opuso resistencia, inmersa en la atmósfera que se creaba en estos momentos de comunión grupal. Cipango hizo lo mismo con la siempre atrevida Taris, poniéndose entre ella y Gagga, que aprovechó para acariciar el cuello de la androide. Mis manos soltaron a Kiveli y, sin dejar de besarla, buscaron las de Tünde, una muchacha de piel aceitunada y ojos verdes ligeramente rasgados. Guié sus dedos por mi pecho, de forma que quedaron aprisionados entre mi torso y la blusa de la explosiva Kiveli.
El agua se escurría entre nuestros cuerpos y el resto de chicas comenzaron a participar en las muestras de cariño. Cipango había propiciado que Taris y Gagga se tocaran entre ellas y ahora estaba junto a Mirena, que apretaba sus voluptuosidades contra Vataï. La androide las guió de forma que la pequeña boca de la segunda terminó sorbiendo entre los pechos de la mestiza, que reía de júbilo y acariciaba la espalda de su compañera. Mientras tanto me zafé del abrazo de Kiveli y Tünde y me dejé caer al suelo enredándome entre las largas piernas de Goritza. Ésta me imitó entre gritos divertidos dejando los pies en el aire, ocasión que Antha y Aireen no dejaron escapar para hacerle cosquillas. La besé reprimiendo la risa que le provocaban sus compañeras, hasta que éstas fueron deslizando sus lenguas desde los pies hacia los muslos, bebiendo el agua que se resbalaba por su piel clara y suave. Tardaron una eternidad en recorrer las piernas, transformando las risas en gemidos. Los intensifiqué haciendo juguetear mis dedos por el vientre de Goritza, en busca del encuentro con las bocas de Antha y Aireen, que seguían su excursión por los muslos de la escultural muchacha. Lola, Kassandra y Muluc también dieron en el suelo con sus juegos, imitando en los besos y caricias al resto de chicas. Los ciento ochenta centímetros de la primera se retorcían rebeldes en el césped intentando escapar a las cosquillas producidas por las caricias de las otras dos.
Liberta Adler, desde el balancín del porche contemplaba sonriente la escena. Disfrutó viendo a las doce jóvenes aprendizas jugando entre ellas, guiadas por mí y por Cipango. Poco a poco, en la distancia y bajo la lluvia, la acción se convirtió en un amasijo de piernas y brazos, besos, risas, y gemidos que claramente la erotizaron. Mientras Gagga me desabotonaba el pantalón para enseñar a Antha lo que había aprendido con el vibrador, observé a la ideología de todo aquello recostada en el balanción y tocándose bajo el vestido.
Continúa en:

viernes, 21 de junio de 2013

Sin coordenadas


‑¿En qué piensas? –pregunta junto a mi oreja derecha, cuyo lóbulo besaba exasperantemente dulce.

‑En la batería de mi GPS –respondo ahogando un suspiro de placer mientras comienza a desamordazarme, deshaciendo los nudos que me habían impedido mordisquear el interior de sus muslos, husmear como un sabueso ansioso el camino que baja zigazgueante desde sus pezones al ombligo, y más allá.

Mis manos recobraban la movilidad por la que suplicaba de placer unos minutos antes, cuando ella se varó en mí, pivotó alrededor del foco de todas mis sensaciones para culminar salvajemente con la expulsión de toda la furia almacenada a lo largo de su juego inicial. Un juego durante el que me recorrió entero, ganándose mi confianza, disolviendo mis temores en la humedad de su lengua, ofreciéndome breves raciones de su piel, dejándome apenas acariciar, oler o siquiera ver cada uno de los contundentes rincones de su cuerpo, encendiendo una mecha que parecía apagada en el momento en el que desperté atado en la oscuridad de un cuarto cerrado, a merced de los cuchillos de claridad que entraban por las rendijas de la puerta y la persiana, a expensas de lo que hiciera conmigo la silueta de mujer que se movió furtiva desde la ventana hasta el colchón en el que recuperé la consciencia.

Recordaba que apenas había comenzado a decir «hola» a los ojos subyugantes que aparecieron tras la puerta cuando unos cascotes del techo me hicieron caer de bruces contra los pechos oprimidos de mi improvisada anfitriona. Debí haber tomado mis precauciones al acercarme porque la casa no ofrecía un gran aspecto, sin duda necesitaba unos arreglos, pero la marca y modelo del coche aparcado en la puerta anunciaban que alguna persona de bien frecuentaba aquel lugar al que llegué por un camino polvoriento escondido entre los zarzales del fondo de una rambla reseca. Allí habría alguien que podría ayudarme a cambiar la rueda de mi coche o, en su defecto, llamar a una grúa y dar señal de nuestra ubicación.

Aunque pareciera imposible, me había perdido mientras conducía por aquel paraje desértico que tan bien creía conocer, y había reventado un neumático al intentar cruzar un camino imposible en el que me atasqué tras pasarme de largo las indicaciones que el viento de la semana anterior había arrancado de cuajo, y que supuestamente yo debía reubicar.

Caminando en busca de ayuda bajo el sol severo del mediodía sonreía para mis adentros recordando las frases que exclamaba un amigo cuando nos perdíamos, entre las que se incluía un «Aquí es donde nos acuchillan»; muy idónea para andar por la red laberíntica de caminos del aquel paraje. Recordé la frase de marras justo cuando la batería de mi GPS murió.

En el último intento para volver a conectar el aparato sonreí al recordar lo que yo siempre solía responderle: «Imagínate que antes nos violan». Por suerte a lo lejos se veía una casa.




Sin coordenadas es el último relato que me han publicado, en la revista ilicitana El picudo blanco, que acaba de salir a la calle en Elche.

jueves, 20 de junio de 2013

MÁS ALLÁ DEL SÓTANO: Lecturas de Verano

El verano de 2013 ya está aquí, con permiso de las irregularidades climatológicas, que nos han traído una de las primaveras más extrañas que recuerdo. Y si de cosas extrañas se trata, pues pocas cosas más extrañas hay que un verano sin lecturas. Se trata de la época con más tiempo libre, con más horas de descanso en la piscina, el parque, la playa o el balcón de casa.
 
Yo tengo muchos recuerdos de mis lecturas y mis siestas veraniegas, así que, rescatando un artículo que escribí hace un tiempo para la desaparecida revista 100P, os traigo un relatillo de aspiraciones veraniegas y algunas recomendaciones de lecturas para los adolescentes que os rodean o que accidentalmente han asomado por aquí.
 
UN RELATO:
 
Aquellas siestas de verano
 
A la hora de la siesta, la más cálida de aquellos veranos, cuando los gorriones bajo los aleros de los tejados y las cigarras en los troncos de los pinos eran los únicos que recordaban que había vida en las calles desiertas y mal asfaltadas de la urbanización. A la hora en la que alguna leve brisa atravesaba la ventana entreabierta para refrescar con el movimiento de la cortina mis pensamientos más tórridos. Ésa era la hora que más disfrutaba del verano. Recreándome en las imágenes, grabadas a fuego en mis retinas, de su bikini pasado de temporada y de edad, que no quería admitir que la pubertad se le había transformado en adolescencia. Imaginando que la cortina tocándome el brazo eran sus dedos, su piel joven rozando la mía en la piscina en juegos con los que evidenciaba que aún no sabía la bomba de relojería en la que se había convertido su cuerpo. Cómo sufría en aquella piscina, pero cómo disfrutaba en mis siestas solitarias. Pensé que le gustaba, pero sólo era cuestión de tiempo que ella supiera que sus quince años tenían un recorrido que quedaba largo a mis trece veranos.
 
Y unas recomendaciones de lectura durante este periodo de vacaciones que empieza para la muchachada postpúber y adolescente:
 
La guerra de los botones, de Louis Pergaud (1912)
 
 
La obra más famosa de este autor, quizá uno de los mayores éxitos de la literatura juvenil del pasado siglo, que ha sido llevada hasta tres veces al cine. Un libro en el que se cuentan los enfrentamientos entre los niños de dos pueblos vecinos a finales del siglo XIX en la Francia aún semirrevolucionaria. Estos enfrentamientos son una guerra en miniatura, en la que Pergaud refleja mucho más que las simples chiquilladas de pandillas rurales.
 
Un agujero en la alambrada, de François Sautereau (1979)
 
 
Ambientada también en el mundo rural francés, esta obra juvenil narra las aventuras y desventuras de un grupo de niños en particular y de todo el paisanaje en general y sus interacciones. Estos niños tienen entre sus obsesiones burlar a los gendarmes del pueblo y atravesar la alambrada que en el bosque cercano delimita una zona prohibida. A mitad del libro se nos van desvelando los misterios que hay tras esa alambrada, haciéndonos reflexionar sobre qué clase de vida y comodidades queremos tener. Me atrevería a afirmar que en este libro hay una pequeña influencia de Un mundo feliz de Aldous Huxley, e incluso que el director de cine M. Night Shyamalan tomó algo de esta novelita para dirigir su película El bosque.
Mi familia y otros animales, de Gerald Durrell (1956)
 
 
Divertida obra autobiográfica en la que el naturalista, zoólogo y difundidor británico nos cuenta su estancia en la isla griega de Corfú en 1935, cuando apenas contaba con 10 años. Todo lo que aquel niño vivió y aprendió aquel año, con enseñanzas de tutores privados, amigos, familiares, excursiones por la isla en búsqueda de animales, fructificaron en uno de los principales naturalistas y defensores del medio ambiente británicos.
El camino, de Miguel Delibes (1950)
 
 
Mientras Daniel, El Mochuelo, intenta dormir la noche antes de comenzar una nueva vida como estudiante de Bachillerato lejos de su pueblo y de todo lo que él consideraba que era lo que una persona debía saber en la vida, los recuerdos van pasando por su mente. Delibes nos ofrece en su tercera novela un fresco de la España rural de la posguerra, mostrando su pasión por la Naturaleza, tocando los temas del amor, la muerte, la llegada a la madurez y mostrándonos retazos finos de la situación sociocultural de aquel mundo gris de religión omnipresente y diferencias sociales insalvables.
Un capitán de quince años, de Julio Verne (1878)
 
 
Un canto al esfuerzo, la amistad y el compromiso en esta famosa novela del francés Julio Verne, en la que las traiciones y mezquindades de unos obligan a que los más nobles se vean asumiendo la responsabilidad, la toma de decisiones y el encuentro con un mundo mucho más difícil del que habían conocido hasta el momento. Y todo ello sin dejar de viajar y descubrir, como es habitual en las obras de Verne.
 
 
 
Pues eso, leed este verano, sacadlo todo el partido a las horas de la siesta, y buscad sombras placenteras para ello.

miércoles, 19 de junio de 2013

Crítica de cine: INSENSIBLES



Película valiente que no se merecía que un domingo por la noche sólo hubiéramos seis personas (mis tres acompañantes y yo, y otra pareja) en la sala a la que fuimos a verla.
Se trata de una historia cebolla, con muchas capas, capaz de hacer llorar a los más sensibles, e incluso dar algún respingo a los más impresionables, aunque hable de insensibilidad. La única información que tenía cuando fui a ver la era la siguiente:
  • Niños que en la época de la Guerra Civil sufren una extraña enfermedad que les hace inmunes al dolor físico.
  • Tipo que en la actualidad sufre un cáncer y necesita un trasplante de médula ósea de sus padres, pero resulta que éstos no pueden ayudarle por algo que ocurrió en el pasado.
Con estas dos premisas, Juan Carlos Medina construye en su primer largometraje una historia que nunca va hacia donde esperas, en la que el argumento, sin dejar de ser comprensible y creíble, va sorprendiendo prácticamente en cada vuelta de esquina de su recorrido, pero sin necesidad de ningún golpe de efecto.
En el camino que hace el protagonista, un prestigioso neurocirujano (Àlex Brendemühl), intentando averiguar sus orígenes, y de paso salvar su vida, la película nos va descubriendo una serie de insensibilidades, tanto de las personas como de esta sociedad y este país, ahora y años atrás. Y no, Insensibles no es una película de la Guerra Civil o sobre la memoria histórica, como he leído en alguna crítica de la prensa más rancia, donde parece que escuece que se usen los recursos de nuestra guerra para contar historias que van mucho más allá de lo que ocurrió en este país durante esos tres años de infamia y el régimen posterior, igual de infame.
Efectivamente en esta película se nos van contando en paralelo dos historias separadas casi ochenta años en el tiempo. La más antigua de ellas nos narra los avatares de unos niños con una extraña enfermedad, y que para su mayor desgracia han de sufrir una guerra, a sus contendientes (ambos bandos) y a los vencedores (y me parece que esto es lo que pica a los cavernarios disfrazados de adalides de la libertad de cierta prensa). Se trata de una historia que va ganando en dureza y en matices conforme va avanzando, con una atmósfera que desde el punto fantástico y trágico del comienzo (me llegaron a hablar de cierta similitud con El laberinto del Fauno, aunque realmente sólo se parece en las circunstancias del ámbito espacial y temporal) va evolucionando hasta un punto medio entre el drama y el terror psicológico.

 
En esta historia, con la excusa de la insensibilidad física de los niños, se nos descubren otras insensibilidades y los peligros que éstas suponen tanto para los insensibles en sí como para quienes les rodean. Vemos cómo la falta de sensibilidad, la incomprensión y el rechazo, pueden convertir a una víctima en un verdugo (¿nos suena esto de algo en la actualidad con una de las principales lacras de nuestra sociedad, la violencia contra las mujeres por parte de algunos impotentes emocionales que en algunos casos fueron maltratados en la niñez? No, tranquilos, esto no ha sido un spoiler).
Sin embargo, en la historia que se desarrolla en la actualidad, la línea argumental es un tanto más lineal, complementándose el avance de la investigación del protagonista con los descubrimientos que poco a poco nos brinda la narración del pasado, aunque a veces también se adelanta a la misma para no perder parte de su pulso narrativo.
Como he comentado anteriormente, se trata de una película valiente, con pretensiones pero no pretenciosa, que no se amilana a la hora de plantear un argumento con recovecos de la historia reciente y que, a pesar de un final que puede llegar a confundir a quienes no seamos una lumbrera del metalenguaje cinematográfico y narrativo, te deja con sensación de haber visto una buena película, de las que te hace plantearse cosas.
Sobre los actores, se constata la evolución favorable de las películas con niño en el cine español, alcanzando éstos una credibilidad interpretativa y una transmisión de emociones que hace unos años no recuerdo que se diera. Además tenemos la aparición del siempre fiable Juan Diego y la interpretación de Àlex Brendemühl que siendo buena no puedo valorar correctamente porque me chirriaba el doblaje al castellano. Éste es quizá el principal fallo de la película.

 
Hago desde aquí un llamamiento contra lo absurdo de doblar las películas con diálogo en catalán en las salas del resto de España. ¿Para qué están los subtítulos? En esta misma película aparecen el alemán y el inglés, ¡y no se doblan! Y en la versión original también aparece el castellano junto con el catalán. ¿Por qué se dobla todo al castellano cercenando el matiz del uso de una lengua u otra según el personaje y el momento? Además, un actor doblándose a sí mismo pierde, y la prueba de ello es cómo mejora la percepción de la interpretación de Brendemühl en sus encuentros con Juan Diego, cuando lo estamos escuchando en sonido original, y no doblándose a sí mismo.
Una cutrez que temo nace del temor de que en el resto de España haya rechazo al catalán. Eso es otro ejemplo de insensibilidad que quizá nos esté dando, involuntariamente, esta película.


Atención al tráiler:

 

martes, 18 de junio de 2013

MEMORIAS DE TECH HUAN. Cap 1: De la Casa de Aprendizas (II)





Yo, como servidor de Dios, le agradezco que ningún hombre
pueda resistirse a los encantos de una mujer hermosa, que ningún hombre
pueda librarse del deseo de posesión.
El jardín perfumado, Jeque Nefzawi

El primer paso consistió en buscar un nuevo hogar para mis futuras concubinas. Para ello se hizo reconstruir el antiguo pabellón de invitados que los San Luis tenían clausurado, según la versión oficial, en el ala oeste de la mansión. Este pabellón se encontraba separado del cuerpo principal del palacete mediante un cenador tapizado de plantas exóticas, galería en la que Liberta Adler solía agasajar a sus invitados con el té de la tarde durante los suaves inviernos de esas latitudes del planeta.
El pabellón de invitados tenía su propia porchada, amplia y luminosa, orientada al oeste, y protegida de las miradas del resto de la casa mediante densos setos, estanques y pequeñas arboledas. Contaba con las estancias suficientes para habilitar salones espaciosos, habitaciones cómodas y sus propias salas de juegos y cocinas, para gestionarse de forma independiente al casón principal. La misma Liberta, asistida de Cipango, fue quien se dedicó a la tarea de dirigir la rehabilitación del edificio, que debería tener las habitaciones suficientes tanto para la vivienda discreta y tranquila de sus ocupantes, como para albergar las fiestas y actividades que configurarían su futura dedicación. Sin duda, vistos los avances en los trabajos, Cipango tenía grandes conocimientos en crear ambientes propicios a la sensualidad, sin caer en desmesuras barrocas u horteras. Sus bases de datos incluían desde los consejos de cortejo y conducta del Kama Sutra de Vatsyayana, hasta las enciclopedias eróticas del siglo XX, pasando por el humor vital de El jardín perfumado del Jeque Nefzawi.
Mientras ellas daban las instrucciones para acondicionar la nueva residencia, ya supervisé la instalación de un sistema de monitorización domótica completa, como los que usaban los comandantes de la Faster than Light Travel&Freight Company para controlar todos los elementos mecánicos y electrónicos de sus naves.
Además, comencé a frecuentar el puerto espacial y a intimar con los traficantes de esclavos que con la guerra prosperaban bajo la figura legal de reubicadores de prisioneros. En esos tiempos en los que los movimientos sociales, los medios de comunicación y el carácter garantista de las leyes de la Liga se veían desbordados por el desgobierno y la corrupción de los nuevos virreyes autoproclamados; la rapiña humana se cebó principalmente en los sistemas exteriores, donde cualquier excusa valía para declarar una nueva guerra intra o interplanetaria, montar un embargo comercial o cualquier otra acción con la que apropiarse de los bienes, los recursos y las almas del más débil. Y eso me facilitaba a mí el trabajo. En pocos días estuve al tanto de los movimientos del mercado de esclavos: tanto prisioneros de guerra, como de razias, víctimas de piratas espaciales e incluso de prestamistas, provenientes de los sistemas planetarios más cercanos gracias a la aquiescencia interesada y necesaria de la FTLTFC (el único medio viable de viajar fuera de cada sistema). Con estos primeros contactos pude apalabrar con algunos de los principales agentes reubicadores, previo pago de sustanciosas dádivas, opción preferente de acceso a sus bases de datos y de compra. De esta forma tenía información, prácticamente actualizada al minuto, de la cada vez más extensa red de esclavistas encubiertos.
Mi predilección se centró en muchachas entre los catorce y los dieciséis años: inexpertas pero físicamente preparadas para aprender. No en balde en muchas de las primeras culturas de la vieja Tierra, y asociado a los ciclos biológicos y reproductivos de la especie, ésta era la edad en la que se entraba en la etapa adulta. Momento en el que se comienza a tener una percepción más real del mundo, y en el que las mentes, aunque con una personalidad ya forjada, siguen siendo permeables a nuevas enseñanzas y proclives a confiarse a tutores debidamente instruidos, como sería mi caso.
Realicé la selección de las candidatas basándome en el análisis de la información genética facilitada por los reubicadores (aquí poco valían las prohibiciones impuestas por las leyes de la Liga Planetaria). Era esencial conocer la tendencia de las chicas a sufrir ciertas enfermedades, su evolución de la forma física e incluso su desarrollo mental y permeabilidad psicológica. Aunque esta selección era previa a su llegada al puerto espacial, produciéndose la compra antes incluso de que el traficante tuviera decidido su destino al planeta Semlöh; era parte de mi plan dejar que los esclavistas las mostraran durante las subastas del mercado de reubicación. Éstas, por no ser legales, se hacían sin intervención de medios electrónicos, para dificultar así el rastreo de las operaciones por parte de los pocos funcionarios de la Liga que aún estaban destacados en los sistemas exteriores. En estas subastas era donde algunos de los hombres de Norton San Luis, siguiendo mis instrucciones, montaban un bonito espectáculo caracterizados de los personajes más deleznables, en contraste con mis ropas, especialmente escogidas por Liberta para inspirar confianza. Se trataba éste de un momento crucial en todo el proceso. Los esbirros de Norton San Luis se acercaban a las muchachas previamente elegidas, mostrando su interés por ellas, asustándolas y dibujándoles un negro porvenir de esclavitud subjetivamente penosa. Mientras ellos, junto con parroquianos habituales del mercado, actuaban centrando la atención en alguno de los expositores, yo me acercaba discretamente a las que ya habían sido horrorizadas y, con una sonrisa confidente, les alargaba la mano para sacarlas de allí por alguna puerta lateral, sin que se realizara ante sus ojos la transacción comercial. Una vez comenzado el proceso bastó con tres semanas para tener la primera docena de muchachas perfectas destinadas a convertirse en diosas, diosas cuyos poderes, bajo mi dirección, incrementarían la fortuna y las influencias de Norton San Luis y Liberta Adler.
Las chicas llegaban desorientadas y asustadas a su nuevo hogar, pero con la esperanza y la necesidad de confiar en alguien tras las diferentes desventuras que las habían conducido desde su, quizá placentera, vida en un planeta lejano hasta un puesto de mercadeo de esclavos en Semlöh. Los primeros meses se plantearon como una especie de vacaciones, como un campamento de verano en el que Cipango, con las modificaciones oportunas en su inteligencia artificial y la ayuda de Liberta, ayudaba a las chicas a retomar su confianza, a conocerse las unas a las otras, convirtiéndose en una especie de institutriz benevolente. La situación idílica de las tierras de los San Luis, aisladas en medio de las praderas interminables, jalonadas por suaves colinas, arroyos apacibles y bosquecillos perennes (desde los que en la noche se escuchaban los cantos de los animales salvajes, convenientemente reproducidos por altavoces), no invitaba a la aventura de escapar hacia ninguna parte en una región inmensa y desconocida.
Durante esos primeros meses yo me dejaba ver todos los días por la residencia, trayéndoles algún regalo sencillo, noticias de sus planetas adecuadamente filtradas, y compartiendo con ellas algunas de las comidas del día. Aprovechaba esas ocasiones en las que me sentaba con ellas y con Cipango a la mesa, para comprobar que no habían descubierto la naturaleza del androide, para conocer el grado de confianza y relajación al que había llegado cada una de ellas; y prometiéndoles, siempre con vaguedades, un futuro con una misión importante en la organización a la que el destino las había traído.
‑Niñas, nada ocurre por casualidad. De una forma u otra habéis llegado hasta aquí, y hemos de aprovecharlo. Ahí fuera están ocurriendo muchas cosas horribles, una desgracia me trajo a este planeta, igual que a vosotras. Y aunque nos sintamos atrapados, realmente está en nuestra mano que podamos librarnos de las consecuencias de esas catástrofes de ahí fuera, y juntos podamos reconducir nuestra suerte.
Pasados esos primeros meses comenzaron las clases de Historia, Filosofía, Literatura, Ciencias Naturales, Política, Psicología, Artes, Mecánica,… Todo los temas que pudieran presentarse en cualquier conversación con los invitados de los San Luis, incluyendo el sexo. Durante las primeras semanas fui conociendo a cada una de mis muchachas, mucho más de lo que ellas mismas se conocían. Esto me permitió ir seleccionando los medios de acercamiento a cada una de ellas, el método de despertar y dirigir su vida sexual. Me sirvió muchísimo para esto el comportamiento de uno de los matones de mi amo. Se trataba de un elemento conflictivo que siempre ocasionaba problemas en misiones delicadas. Hasta tal punto que Norton San Luis decidió prescindir de él puesto que su falta de delicadeza y su indiscreción de acción, no eran deseables.
Propicié que una noche, cuando las muchachas ya dormían, él conociera la existencia del pabellón y su contenido (eran muy pocos, y de mucha confianza, los hombres de Norton San Luis que conocían siquiera la ubicación exacta de su residencia). Tras una noche de excesos en los garitos del puerto espacial, le franqueé el camino para que, animado por el alcohol, fuera en su busca. Dejé todo preparado para que llegara hasta las habitaciones. Tenía la certeza de que no dudaría en desfogarse, costase lo que costase, con esas muchachas de las que le habían hablado confidencialmente entre jarras de cerveza de Brimileo. Y así fue, directo al pabellón. Irrumpió en los dormitorios y eligió a Goritza, una esbelta morena de pelo corto y tez clara, del grupo étnico eslavo, cuyas larguísimas piernas y sus enormes ojos negros destacaban invariablemente en su figura. Con el sistema de monitorización de la casa conectado inalámbricamente a mi procesador sensitivo, dejé que la asustara, que la manoseara y le echara su aliento de borracho durante unos minutos. Permití que sacara su miembro erecto, causando pavor, no solo en Goritza sino en el resto de muchachas, que alarmadas por el ruido se habían levantado. Sólo cuando la situación se tornó delicada para la joven, entré en escena. El matón, de los más violentos de Norton San Luis, no tenía nada que hacer contra mi capacidad biomecánica: directamente lo agarré del pelo y lo llevé a rastras fuera del pabellón.
–¡Nadie hace daño a mis chicas! –grité encolerizado, asegurándome de que todas me escucharan. Después lo noqueé con un par de golpes y lo alejé del pabellón para que fuera recogido por un sirviente de confianza, que se encargaría de deshacerse de él.
Volví al pabellón a calmar a mis jóvenes aprendizas, e iniciamos una conversación sobre el deseo y la sexualidad, a la que se unió Cipango.
–Queridas mías –les dije mientras Cipango asomaba por detrás de mi hombro, abrazándome–, pido perdón por lo que ha pasado. Nadie, nunca más, os hará daño, puesto que sólo vosotras sois dueñas de vuestros cuerpos. Habéis podido comprobar la locura a la que puede llevar el deseo sexual. Es peligroso como habéis visto, pero también poderoso. Es un arma cargada que os puede salvar pero que también os puede matar.
Poco a poco, y aprovechando lecciones de Historia y Psicología que ya habían aprendido, les fui explicando el potencial de sus cuerpos sobre los hombres. Mientras tanto, Cipango, la cariñosa androide de aspecto japonés, me besaba y abrazaba, quitándome algunas de las pocas prendas que yo llevaba encima.
–Sabed que sólo vosotras decidís cuándo y cómo disfrutáis, pero nunca dejéis de hacerlo. Que un episodio desagradable no ahogue vuestras capacidades.
Y medio desnudo me retiré con Cipango a su estancia, donde, con la puerta entreabierta, hicimos el amor durante varias horas, practicando juegos sensuales y cariñosos, evidenciando el placer que supuestamente recibía la androide y la forma en que ella podía dirigirme. Simultáneamente pude comprobar, gracias a la señal que me llegaba de las cámaras ocultas por toda la casa, que las chicas nos espiaron, dirigiéndose sonrisas nerviosas entre ellas, y que algunas de ellas se tocaron esa noche.
Tras este episodio, se volvieron frecuentes mis visitas a la habitación de Cipango, incrementando la curiosidad en las muchachas. Incluso alguna tarde, a la hora de la siesta, Liberta Adler se apuntaba a las “demostraciones”, aunque nunca se atrevió a practicar conmigo, sino que daba rienda suelta a su sensualidad con Cipango. Y conforme la primavera se acercaba al verano, el vestuario que se les proporcionaba la androide era cada vez más ligero y vaporoso. En ese periodo, Liberta comenzó a crear, con sus habilidades psicológicas, el clima propicio para aumentar el comadreo entre todas. Inventaba juegos en los que el contacto físico era constante, y en los que Cipango tocaba aquí y allá, acariciaba a una u otra, de forma que la sensualidad y el erotismo que se creaba no escapara a la percepción de ninguna de ellas. Y lo sabían. Yo observaba los juegos y en ocasiones participaba de ellos, dejando notar erecciones que ellas atribuyeran al contacto con sus cuerpos, sabedor de que les hacía sentirse más fuertes y confiadas en mí ver cómo me ruborizaba.
Una tarde de finales de julio, merendábamos en la terraza unos pasteles cocinados por Cipango con ayuda de Mirena, una voluptuosa mestiza de cabello encrespado, piel tostada de curvas contundentes y labios carnosos. El magnolio del jardín dejaba caer algunas hojas al mecerse con la brisa, y filtraba los rayos solares sobre el porche de la casa. Tras la siesta, las chicas estaban relajadas, y los ingredientes que Cipango había añadido a la receta de Mirena potenciaban la percepción sensorial en mis bellas aprendizas. Liberta les preguntó que si yo fuera comestible, con qué plato me asociarían, y por dónde comenzarían a comerme.
–Una bola de helado de hojaldre, rellena de chocolate fundido y caliente –se aventuró Kiveli, una resplandeciente rubia de pechos apretados y pómulos angulosos.
–¿Por qué? –pregunté cambiando de postura en mi asiento y acercándome a ella.
–Evidente, estás crujiente –remarcó tocando con el índice uno de mis pectorales, afirmación que le valió el aplauso de sus compañeras–, y eres una extraña muestra de frío y calidez por fuera, pero seguro que por dentro eres sedoso y sabroso.
Tras las risitas nerviosas que siguieron al atrevimiento de Kiveli, el ambiente se fue relajando y una tras otra: la altanera Aireen, la decidida Taris, la suave Vataï o la curiosa Antha, fueron asemejándome a algún plato. Conforme iban tomando la palabra, Cipango se les acercaba por detrás animándolas con algún abrazo o besos en las mejillas, y pedía al resto de chicas que puntuaran la respuesta de su compañera. La votación dio por ganadora a Gagga, una menuda pero bien proporcionada muchacha de pelo castaño y ojos verdes, cuerpo fibroso, inteligente y avispada.
–Muy bien Gagga. Habrá que pensar en un premio para ti –decidió Liberta sin adelantar nada más.
El resto de la tarde continuó con lecciones de Literatura, precisamente erótica, lo que despertó aún más la libido de las chicas. Mientras Liberta les enseñaba y leía algunos fragmentos, yo estuve trabajando en el jardín, a su vista y seguido por Cipango, que me atendía con pasteles, refrescos y secándome el sudor cuando se lo pedía.
Por la noche no cené con ellas, pero aparecí para el postre, trayendo unos dátiles rellenos con dulce de leche de melange y cacahuetes, el plato que había sugerido Gagga.
–Hoy tomaremos mi alter ego culinario –dije sonriente–, y para la ganadora del juego, su premio.
Y saqué un autovibrador como el de Liberta.
–Luego te enseñaré a usarlo.
Los ojos de Gagga relampaguearon. Una mezcla de miedo y curiosidad se manifestó en su rostro. Percibí que las demás se erotizaron y la miraron con cierta envidia. Cipango se lo hizo notar con un susurro, y un inevitable orgullo se dibujó en su sonrisa.
Supe que había llegado el momento del adiestramiento.




Cap 1: De la Casa de Aprendizas (parte III)
Cap 1: De la Casa de Aprendizas (Parte IV)

lunes, 17 de junio de 2013

Crítica de cine: STOCKHOLM

El pasado sábado mi hermana (Única producciones) nos llevó a  ver una película en la que ha colaborado.
No era la mejor hora, las 2 de la tarde en El Matadero, rodeado de hipsters (no tengo nada contra ellos en particular, sólo contra la artificiosidad de cualquier estilo y moda en general), pero mereció la pena disfrutar de una película que ha nacido sin el apoyo de las grandes distribuidoras.
No soy crítico de cine, ni tengo un conocimiento de sus códigos más allá de lo que he ido aprehendiendo durante años de ver películas, mejores y peores, pero el atrevimiento es ignorante, así que aquí va mi crítica de Stockholm.
LUCHA SIN CUARTEL
Es aquella en la que los contendientes no pretenden hacer prisioneros, sólo uno de ellos saldrá con vida. Y en el amor, como en la guerra, a veces es eso lo que pasa en las relaciones de pareja, difícilmente se sale ileso. De eso habla, entre otras cosas, Stockholm, primera película en solitario de Rodrigo Sorogoyen: una obra que parece pequeña pero que no lo es (así lo atestiguan los premios conseguidos en el Festival de Málaga y que haya salido adelante gracias al micromecenazgo de decenas de pequeños productores que han puesto su granito de arena para que esta película saliera adelante).
El síndrome de Estocolmo es el nombre que se da a la reacción psicológica en la que la víctima de un secuestro termina por desarrollar un vínculo afectivo hacia su secuestrador, situación que también podríamos trasladar a las relaciones de pareja, cuando uno de los dos miembros termina por hacerse dependiente del otro a pesar de su desinterés, a pesar de que el segundo, como he comentado al principio no quiera hacer prisioneros. Y a eso se juega, o se nos cree hacer que juega, el director con sus personajes.
 Stockholm le da varias vueltas a esta situación, y lo que ya hemos visto en multitud de comedietas románticas de sábado por la tarde u obras indie  de mayor calado (hablo, por ejemplo, de la muy loable (500) Days of Summer), donde en un periodo temporal más extendido nos narran las diferentes etapas de las que consta una relación, Rodrigo Sorogoyen tiene el mérito de llevarlo a una fracción de tiempo menor, contándonos casi en tiempo real lo que les ocurre a los dos únicos personajes de la película interpretados por Aura Garrido y Javier Pereira.
Básicamente la película al principio parece ir de “chico conoce chica”, “chico despliega sus encantos para encantar a la chica” y… Y ya nada es como esperas.
La primera parte, con las calles de Madrid de testigo de un paseo y conversación en tiempo real, es todo un ejercicio de diálogo que a mí, a pesar de que a muchos les pareció un tanto lenta, degusté desde mi faceta de escritor. Me gusta hacer diálogos, y conseguir dar naturalidad a un diálogo de cortejo, de habilidad seductora, de defensa numantina, de guerra dialéctica, es todo un logro con el que disfruté como lo pudiera hacer en una buena obra de teatro. Hasta cierto punto me recordó Antes del amanecer (1995), donde Ethan Hawke y Julie Delpy pasan una noche en vela conversando por las calles de Viena.
En esta primera parte de la película se nos presentan unos personajes que no son un libro abierto, que tienen recovecos, que no sabemos si se encuentran bien psicológicamente o si nos dicen la verdad, todo ello con el diálogo, con el flirteo.
Sin embargo la segunda parte de la película se adentra en un terreno más complicado, donde la magia desaparece y la realidad golpea. Con una puesta en escena sencilla (la propia casa del protagonista Javier Pereira) Sorogoyen usa la luz de la mañana para descubrirnos que todos hemos sido a veces “cazadores” y otras tantas víctimas; que nunca estaremos seguros de lo que queremos y que difícilmente dejaremos de ser el niño que se emperra para que le compren un juguete nuevo al que en pocas horas dejará de hacer caso, y que cuando esté roto echará de menos. En este segundo tramo de la película, a veces turbador gracias al trabajo espectacular de Aura Garrido, el director nos habla de las decisiones difíciles, de los errores conscientes y de la felicidad inconsciente, entre otras cosas.
De los protagonistas, poco decir de Aura Garrido, que se ha batido el cobre en obras notables como la muy recomendable El cuerpo, dando la réplica a Hugo Silva; o en una de las mejores series españolas de los últimos años: Crematorio, haciendo de nieta de un gigante como Pepe Sancho. Su capacidad de meterse con toda naturalidad en un personaje muy complicado consigue hacer pequeño a un Javier Pereira (también con una filmografía notable: No tengas miedo, 8 citas entre otras) que intenta brillar, y a veces lo consigue (tablas teatrales no le faltan), por encima del capullo que intuimos que es su personaje.
Buscadla, preguntad por ella, no os dejará indiferentes.

viernes, 14 de junio de 2013

MEMORIAS DE TECH HUAN. Cap 1: De la Casa de Aprendizas (I)


Sería altamente improbable que quien plasma estas memorias sintiera alguna vez amor, piedad, pena, compasión o cualquier otra clase de sentimientos que continuamente interfieren en la actividad de las personas y en la eficiencia de dichas actividades. Sin embargo son ya muchos los años que llevo recorriendo, en circunstancias muy diversas, todos los rincones del universo conocido. Y durante estas singladuras ya casi incontables he aprendido tales emociones, he observado las reacciones de una innumerable cantidad de seres humanos ante hechos de lo más dispar, he acompañado en la victoria, en la derrota, en la soledad, en la guerra y en la paz a comandantes, gobernantes, comerciantes, mercenarios, exploradores y desocupados hedonistas. Es por ello que no sólo he aprendido, sino que también creo haber aprehendido, los mecanismos que gobiernan la mente humana y que condicionan, según las circunstancias y el historial vivido, los sentimientos de cada uno de los amos que tuve. Aún así no me atreveré, en éstas, mis memorias, a equiparar los días vividos con las emociones propias del común de los mortales. Ya les he puesto sobre aviso en la primera frase: yo no experimento emociones, así que no esperen mis juicios de valor o mi piedad: carezco de ellos, aunque comprenda lo que experimenten quienes me rodean.

Mi nombre es Tech Huan 24.676, y éstas son mis memorias:


CAPÍTULO 1: De la Casa de Aprendizas

Es un hombre que tiene hábitos, pienso de repente respecto a él,
debe de venir relativamente a menudo a esta habitación, es un hombre que debe de hacer
mucho el amor, es un hombre que tiene miedo, debe de hacer mucho el amor para luchar contra el miedo.

El amante, Marguerite Duras


Mucho se ha especulado y escrito sobre qué es lo que mueve el universo. Cuestiones astrofísicas aparte, siempre se ha dicho que es el amor, el dinero, la ambición, el sexo o el poder. Quizá son diferentes caras de la misma moneda. Creo estar en condiciones de adelantarles que en este primer capítulo podré narrarles cómo vi todos estos elementos combinados en uno de los episodios de mis vivencias.

Fue hace sesenta años estándar, durante las guerras de Nímë, las que confirmaron el colapso de la Liga Planetaria, episodios que les contaré en próximos capítulos. Yo trabajaba al servicio de mi amo, que se dedicaba al comercio y transporte de hielo del sistema exterior Finlid. Como ya deberán saber, se trata de un sector peligroso, pero el negocio era realmente beneficioso gracias a la ceguera absurda que la ostentosa decadencia del momento creaba en las clases más adineradas de los planetas metropolitanos. Según mi amo el negocio valía la pena aunque mi análisis fuera a todas luces desfavorable.

Desafortunadamente para él tuve razón en mis valoraciones. La ausencia de cualquier clase de vigilancia de la Liga Planetaria u otra autoridad en aquel sistema exterior había dado alas a contrabandistas y piratas. Éstos, gracias al corrupto beneplácito de los delegados comerciales de la FTLTFC1, saltaban de sistema en sistema recogiendo los beneficios del desgobierno ocasionado por la guerra, y se cebaban especialmente en los sistemas exteriores, mucho más vulnerables a sus pillajes.

De esta forma, en nuestros viajes éramos atacados frecuentemente, pero bien nuestra velocidad, bien nuestro armamento o bien mi propia pericia como piloto, nos sacaban indemnes o con daños menores. Esto fue así hasta, evidentemente, nuestro último viaje, en el que nos tendieron la trampa perfecta. Con ayuda de algún hábil mecánico de tierra sabotearon los sistemas de navegación y armamento, y piratearon los módulos de seguridad de la Inteligencia Navegadora, impidiendo que yo pudiera detectar cualquier señal anómala en la consola de control. Y cuando creíamos llegar a nuestro destino nos tendieron una emboscada. Antes de que pudiéramos reaccionar nos abordaron sin posibilidad alguna de defensa exterior ni de escapatoria. Entraron a sangre y fuego, mataron a toda la tripulación excepto a mi amo, que podía proporcionarles mucho dinero si pagaba su propio rescate. Yo me libré, como en casos anteriores, aplicando el Protocolo Asimov 2.

Nuestros asaltantes resultaron ser traficantes al servicio de una organización mafiosa amplia y fuerte que se extendía, gracias a la guerra, como un tumor por todo el universo habitado. Me separaron de quien ya era mi ex-amo y fui conducido a mi nuevo destino. Fue en el planeta Semlöh, en el sistema planetario exterior Nostaw, donde entré al servicio de Norton San Luis. Éste, como todos mis lectores con unos conocimientos mínimos en la historia reciente sabrán, era el famoso senador y empresario que durante tantos años ocupó puestos preeminentes en los gobiernos de los últimos estertores de la Liga Planetaria. Después se ha sabido que durante esos años amasó una ingente fortuna y tejió una formidable red de influencias y favores con la que edificó la organización mafiosa más poderosa que jamás ha visto cualquier civilización. Por aquel entonces yo aún no conocía esta estructura en toda su magnitud, ni siquiera sospechaba que fuera el mismo Norton San Luis quien, tras su retiro de la vida política, estuviera detrás de la misma. Éste sería mi nuevo amo, a quien serví en su misma mansión, en un paraje apartado del planeta, cerca de un puerto espacial de segunda categoría, donde todo atisbo de autoridad era ejercida por los hombres de San Luis.

Consciente de mi valía, mi nuevo amo no quiso destinarme a actividades que supusieran un peligro o el riesgo de mi pérdida, así que fui puesto al corriente de la estructura de la organización que Norton San Luis dirigía. Él sabía que el Protocolo Asimov me obligaba a serle fiel y útil hasta que otra situación manifiesta de muerte me llevara a cambiar de amo; y aún así sus secretos nunca serían revelados en vida suya o de su obra si estos afectaran a las mismas. Me unió a su grupo de consejeros, con nivel de Mentat. Ya sé que es una clasificación ambigua, pero la ciencia-ficción del siglo xx creó unos mitos que han perdurado hasta nuestro días; y fuera de los círculos técnicos hay una gran confusión entre las denominaciones populares de Mentat, Cylon y Replicante.

La actividad de consejero de una organización mafiosa de nivel interestelar amplió bastamente mis conocimientos, especialmente al tratarse de tiempos de guerra, pero la esposa de Norton San Luis me tenía reservadas otras labores complementarias, no menos enriquecedoras.

Liberta Adler era, objetivamente hablando, una mujer bella. Su piel perfecta envolvía un cuerpo de dimensiones proporcionadas. Su rostro era severo como el retrato de una mártir, pero al hablar transmitía, con la extraña luminosidad de sus ojos y la sensualidad de unos labios geométricamente impecables, la seguridad de quien se sabe bella y deseada. Su marido la admiraba, no sólo por sus pechos salvajes y desafiantes o por sus caderas creadas para fascinar el deseo masculino; tampoco por sus piernas largas, imponentes, ni por su piel tersa y fresca. Norton San Luis era consciente de la inteligencia de su mujer, de que tenía una ambición sólo comparable a la suya, y de que juntos formaban un equipo imparable en tiempos como aquéllos. Los largos años de matrimonio, con separaciones obligadas por la labor política del marido, habían ayudado a que entre los dos se forjara un pacto no escrito en el que funcionaban más que como matrimonio, como empresa, pero sin dejar de dedicarse el uno al otro un puesto especial en su escala de prioridades afectivas, como una concesión que se daban fuera de lo puramente comercial y dinerario.

Dentro de este pacto se incluía el sexo fuera de su relación, como una más de sus aficiones y vicios, aunque nunca con nadie de quien pudieran enamorarse. Tenían sus escarceos siempre con amantes de menor nivel intelectual y cultural, puesto que ninguno quería correr el riesgo de que un amor fuera del matrimonio rompiese su provechosa asociación. Comprendo que esto les pueda parecer una relación excesivamente liberal, e incluso peligrosa, pero funcionaba. Otra cuestión diferente era qué pasaba con los amantes ya desechados tras varios usos. El matrimonio San Luis-Adler no permitía que, las ambiciones de aquéllos les llevaran a hablar más de la cuenta.

Una mañana varios meses después de mi llegada a la mansión de los San Luis, Liberta Adler me hizo llamar para encomendarme mi nueva labor. Era una hora avanzada, toda la servidumbre de la casa (la señora Adler prefería el servicio humano antes que el robótico, puesto que afirmaba que a un circuito de silicio no se le podía controlar ni sobornar verdaderamente) estaba ya en pie; Norton había salido temprano a una cacería, y yo había estado ocioso parte de la mañana recorriendo, por indicación de la propia Liberta la noche anterior, los campos que rodeaban el viejo pabellón de invitados, acompañado de Cipango, la androide sexual de mi amo.

Los módulos de programación instalados en la inteligencia artificial de estos androides, y su refinado acabado me causaban una gran curiosidad (fruto, es cierto, de mis programas de autoaprendizaje). Cipango tenía un delicado aspecto oriental. Según su ficha técnica reproducía el tipo humano de la isla de Hokkaido en la Tierra, muy cercano a mi etnia original, los Huan de China; por lo que en cierta medida se podía decir que éramos medio primos (me sorprendió que Cipango entendiera la broma, sin duda su unidad de inteligencia artificial era de los más potentes del mercado, de los que, como no podía ser de otra manera, sólo se ensamblaban en androides de guerra o sexuales). Complaciendo mi curiosidad, Cipango me estaba desvelando algunas de las rutinas de su programación para complacer al amo cuando recibí en mi módulo telepático la llamada de Liberta Adler.

Ésta se encontraba aún en sus aposentos, recién levantada. Vestía una bata de gasa fina, semitrasparente, que no ocultaba ni un ápice de su cuerpo. Tanto la temperatura interior como exterior de la casa eran las propicias para pasear todo el año medio desnudo, y Liberta se tomaba esas licencias en sus espacios privados, que tan sólo mi amo, sus doncellas de confianza y yo podíamos franquear sin autorización. Desde mi llegada había intentado seducirme, a veces sospeché que se le pasaba por la cabeza tomarse una especie de pequeña venganza con su marido: si él tenía a Cipango, por qué no podía ella gozar del nuevo sirviente. Pero tras ese primer periodo de mi nuevo servicio tuve la convicción de que la franqueza con la que ella me trataba se debía más bien a la… fiabilidad…, sí, esa es la palabra, a la fiabilidad del tú a tú entre ella y yo que a cualquier otro tipo de motivación. Cualquier hombre estaría asustado por su poder o su belleza arrogante; o se sentiría nervioso ante la posibilidad de poseer a una mujer de su talla. Este narrador, ya lo dije, no se dejaría llevar por los sentimientos ni las emociones. Eso fascinaba a Liberta, que no perdía ocasión en buscar algún fallo en mi comportamiento para desmentir a la realidad.

Aquella mañana no iba a ser menos y me recibió prácticamente desnuda, seguramente excitada, según deduje de sus pezones y del vibrador de última generación que aún deambulaba húmedo por encima de la cama.

–Dime Tech, ¿de verdad no desearías poseer a una mujer como yo? –preguntó sentándose de nuevo en la cama, y mostrándome que bajo la bata no llevaba ninguna otra prenda.
–¿Por qué iba a desearlo, señora?
–¿No me crees bella? –preguntó de nuevo sin inmutarse, atrapando con sus manos al asustado vibrador y evitando que cayera al suelo.
–No señora –respondí con tranquilidad–. No lo creo, lo sé. Es usted una de las mujeres más bellas que he conocido, que unido a su inteligencia y a su estilo, la convierten sin lugar a dudas en una mujer deseable.
–¿Entonces?
–Ya sabe, señora. El hecho de desear algo o alguien es muy diferente al hecho de saber objetivamente que ese algo o alguien es deseable.

Ella, por más respuesta a mi afirmación, abrió las piernas y comenzó a jugar con el vibrador, que sumiso se deslizó lentamente sobre su clítoris. Yo permanecí en silencio observándola, comprendiendo que mi mirada curiosa le excitaba. Se tumbó totalmente en la cama, con las piernas fuera de la misma y abiertas mientras incrementaba gradualmente el ritmo del juguete. Sus labios se abrían al contacto del mismo, mostrándome su interior rosado y brillante por la humedad del flujo vaginal.

–Tech –me interpeló repentinamente.
–¿Señora?
–¿Qué sabes del sexo? –preguntó en un suspiro cuando el aparato decidió introducirse por completo en su interior.
–Todo señora, ya lo sabe.
–¿Y cómo crees que lo estoy haciendo? –continuó interrogando sin dejar de estimular al vibrador en su interior.
–Correctamente señora. Su excitación es evidente, aunque eso es independiente del uso de elementos mecánicos externos. Ya sabe que su excitación está principalmente influida por su propia libido –respondí académico‑. Y respecto a la intencionalidad externa de sus actos, ya hubiera conseguido que cualquier hombre estuviera junto a usted, bien bebiendo de su sexo, bien librando al autovibrador de su trabajo para jugar con su clítoris y pezones, bien penetrándola impaciente. Sería lo más probable.
–¿Y tú qué harías?
–Siento contrariarla, pero yo no soy presa del deseo, señora.
–¿Pero si te ordenara que me complacieses y no tuvieras impedimentos?
–Sin duda, señora, y visto el nivel de su excitación actual, pero conocedor de sus habilidades, no inventaría nada nuevo sino que haría las tres cosas que ya le he enumerado. Lamería y mordería su clítoris con mi lengua sin sacar el vibrador de su interior, y cuando su excitación pidiera más, la penetraría, consciente de que estos nuevos aparatos que imitan perfectamente el pene, no son comparable a un hombre entrando y saliendo a ritmos variados de su sexo.
–Así que eres un hombre… ‑apostilló sin esperar mi respuesta.

Continuó jugando con su vibrador mientras que con la otra mano recorría su estómago y su cadera hacia sus pechos, para pellizcarse los pezones. Durante dieciséis minutos y cuarenta y siete segundos continuó haciendo lo mismo, moviendo las piernas, cada vez a mayor ritmo, y descoordinando gradualmente sus movimientos, hasta que los suspiros fueron gritos con los que llegó al orgasmo. Luego se quedó quieta durante un minuto, olvidándose de todo lo que la rodeaba. Pasado ese tiempo, durante el cual sus pezones volvieron a su situación normal y su clítoris se relajó, volvió a reparar en mí.

–Tech.
–¿Señora?
–¿Crees que el sexo es un arma poderosa?
–Señora, cualquier pasión, cualquier necesidad, cualquier elemento susceptible de convertirse en vicio, cualquier instinto, puede convertirse en una debilidad que tus adversarios usen en tu contra. Y el sexo es todas esas cosas. Objetivamente, el sexo es un arma muy poderosa.

Liberta Adler, posiblemente la mujer más poderosa del universo, me sonrió con sus ojos post-orgásmicos.

–Mi buen Tech –susurró cómplice y con divertida malicia–. Norton y yo tenemos un plan que sólo tú y tu infinita paciencia sexual podéis iniciar.
–Estoy a su disposición, no es necesario decirlo, señora.

Se incorporó para apoyarse en el cabezal de la cama, y me invitó a sentarme junto a ella. Cuando se tomaba esas confianzas, sin la intención de comprobar mi fiabilidad emocional, significaba que iba a contarme algo muy importante y delicado para ella. Era parte de su código de comunicación: Liberta Adler solía ser fría y altanera en público, y sólo cuando quería que su interlocutor se sintiera cómplice de sus proyectos permitía, y propiciaba, esa cercanía.

–Ya sabes que dentro de la organización que dirige mi marido, los temas relacionados con la psique, en los que ésta pueda incrementar el beneficio de nuestros negocios, los manejo yo –comenzó–. Al proyecto que voy a contarte ahora le damos mucha importancia y sin ti será prácticamente imposible llevarlo a cabo.
–Ya sabe que no dejaré de estar a la altura, señora –respondí.
–Por eso mismo confiamos en ti, Tech. La Liga Planetaria está a punto de desmembrarse, es ingobernable, y como ya ha pasado múltiples veces en la historia de la Humanidad, cuando un gran imperio o sistema de gobierno predominante cae todo se ve afectado: los equilibrios de poder y de riqueza, el comercio, la aplicación de las leyes, la seguridad. Hay quien saca tajada de esa situación y quien se hunde con el sistema. Mi marido y yo vamos a estar entre los primeros, y con nosotros todos los que estén a nuestro servicio o en nuestro bando. Habrás podido comprobar estos meses que nuestros negocios se encaminan desde hace años en esa dirección. Los hechos se están acelerando y la gran guerra terminará en breve, no porque se llegue a una solución, sino por agotamiento de los propios contendientes. De ella saldrán múltiples poderes fraccionados, pequeños gobiernos que durante un tiempo harán nuevas guerras y alianzas entre ellos, algunos invocarán las antiguas leyes de la Liga, otros harán tabla rasa y usarán la fuerza para ganar espacio, muchos caerán. Sólo los más fuertes, los más inteligentes o los más hábiles se mantendrán o mejorarán su actual posición.
–¿Quieren gobernar algún sistema? –pregunté consciente de que tenían la capacidad política, militar y financiera para ello.
–No Tech, aún no. Pueden pasar años hasta que sea seguro ser la cabeza de algún sistema. Preferimos hacer negocio y controlar desde fuera los resortes que podamos.
–Se me plantean muchas proyecciones –sonreí calculando posibilidades–, en las que usar el sexo como arma. Pero ilústreme.

Liberta Adler acercó su cara a la mía hasta prácticamente rozarme con sus labios. Sentía en mi piel su respiración, volvía a excitarse. De entre sus piernas se desprendía de nuevo el olor tan característico de su deseo sexual.

–Tech –susurró con sensualidad–, vas a tener tu propio harén.

El apetito que volvía a apoderarse de Liberta me ayudó a comprender y a proyectar nuevas posibilidades de utilización del sexo para fines determinados.

–Y lo vas a crear tú. Por ahora será exclusivamente femenino, y en función del éxito pensaremos en añadir dotados efebos. Tú elegirás a tus concubinas, tú las prepararás, tú las instruirás, tú las harás depender de ti, tú crearás a tus propias esclavas, dispuestas a lo que sea con tal de complacerte. Habrán de ser mujeres bellas, chicas jóvenes y dispuestas, que sean la envidia de todos los personajes influyentes del nuevo orden universal, a los que convenientemente manejaremos Norton San Luis, Liberta Adler y Tech Huan 24.676 a través de sus concubinas. Y tendrás que partir de cero, ¿comprendes?
–Entiendo señora –asentí–. No nos valen las prostitutas de los puertos espaciales, que han de abrir las piernas para no morir de hambre, ni las lujosas damas de compañía con pretensiones propias, ni siquiera los androides sexuales como Cipango, que no dejan de presentar algunas limitaciones. Supongo que busca chicas que estén en “sintonía” con nosotros, y a las que no se les planteen más aspiraciones que las que les ofrezcamos.
–Eso es Tech –sonrió–. ¿No te parece excitante tener la posibilidad de moldear a tu medida a un grupo de jovencitas para que dependan de tu sexo y hagan cualquier cosa por ti?
–Sé que muchos hombres matarían por eso, señora.
–Y por esto también –añadió cogiendo mi mano y llevándola hacia su vagina, introduciendo mis dedos en su interior.


CONTINUA AQUÍ:
Cap 1: De la Casa de Aprendizas (Parte II)
Cap 1: De la Casa de Aprendizas (Parte III)
Cap 1: De la Casa de Aprendizas (Parte IV)


1La Compañía de Viajes y Cargo Supralumínicos o Faster Than Light Travels&Freight Company.

2Protocolo de actuación adoptado para todos los elementos cibernéticos autónomos y dotados de inteligencia artificial, con la finalidad de asegurarse su perduración en caso manifiesto de destrucción. Recibe su nombre en honor al autor de ciencia-ficción del siglo XX creador de las Reglas de la Robótica