domingo, 23 de febrero de 2014

NO FUNCIONÓ (El origen de todo esto)

Fue un 22 de enero de 2008. Era festivo en Valencia y me levanté tarde, a la hora en la que empezaba en la radio el concurso de microrrelatos. Lo escuché y decidí participar. El relato debía comenzar con la frase «No funcionó».

Y vaya si funcionó. El 4 de julio siguiente estaba en La casa encendida de Madrid participando en la primera final anual del Certamen de Microrrelatos de la SER.

Gracias a esto publiqué mis dos libros y abrí este blog. Ahí va:


No funcionó. Horas después el tipo con cara de imbécil, corona de plástico y caballo de cartón seguía junto a la charca, escrutando bajo los nenúfares, intentando localizarme.
 
Después de pedir auxilio durante años por fin apareció alguien, pero no quien yo esperaba, sino un loco reglamentario que me pilló despistada, dándome un asqueroso y sonoro beso en los labios. Por Dios, qué asco.
 
Aterrorizada pude escapar de un salto y ocultarme tras los juncos, esperando que se cansara y se largara de allí. Pero las horas estipuladas al caso pasaron y no pude transformarme en princesa porque el imbécil seguía mirando.

sábado, 8 de febrero de 2014

El sol, el mar...

Invierno, 7:30 de la mañana. Parado de pie, resistiendo al frío en un semáforo de una gran avenida de Madrid. A 671 m por encima del nivel del mar, a 305 kilómetros del punto costero más cercano (precisamente el lugar donde meses atrás yo tenía un huerto).

El cielo que asoma delante de mí entre los edificios aún está oscuro. Hace meses que salgo de casa de noche, llego al trabajo de noche y vuelvo a salir de la oficina cuando hace rato que el sol se ha escondido.

Sin embargo esta mañana, parado delante de ese semáforo, tan lejos del mar, no sé por qué motivo me he dado la vuelta y he mirado hacia el Este. He visto entonces que el cielo clareaba, que el alba estaba ya bastante adelantada allí a mis espaldas. Y me he acordado en ese momento de que durante casi toda mi vida, tanto por la mañana como por la tarde, he caminado con el sol de frente.

Siendo niño iba al colegio desde el barrio de Carrús de Elche hacia más allá del Parque Municipal, al Luis Cernuda, viendo el sol saliendo entre las palmeras, y cuando regresaba a casa por la tarde lo volvía a ver delante de mí, enrojeciendo el cielo cuando se escondía tras la sierra de Crevillente.

Llegaron los años de universidad y trabajo en Valencia, y ocurrió lo mismo. Por las mañanas enfilaba por la calle Doctor Zaragozá, la del tranvía a la Malvarrosa, hacia la playa, para ver el amanecer en ese paisaje donde lo urbano se mezcla con la huerta, donde el olor del mar y del campo aplastan al de la ciudad. Mientras que por las tardes regresaba el oeste, a terminar el día hacia el mismo lugar donde el sol concluía el suyo.

Nunca fui consciente de eso hasta esa mañana parado en un semáforo de la calle Serrano de Madrid, donde he caído en la cuenta de que aquí hago al contrario, recorriendo sentidos inversos de los que he caminado casi toda mi vida.

Y he pensado en el BlueMonday. Una fecha fatídica, el día más deprimente del año según la web mentalhealth. Suele ser a finales de enero, es decir, hace poco que lo hemos pasado, y aunque ya estamos en febrero, mes que en Valencia ya promete los olores preprimaverales de Fallas y que en Elche tengo asociado a las tardes de vientos recalentados de poniente que anuncian que el simulacro de invierno del sureste ha terminado; aquí en Madrid parece alargarse interminablemente hasta el famoso 40 de mayo (al menos así ocurrió el año pasado).

Y entonces me parece que siempre llueve y siempre hace frío, pero que cuando llegue el calor mesetario el mar no estará aquí al lado para refrescarme con su brisa nocturna. Y mi cerebro se reirá de mí cuando, subiendo por María de Molina y avenida de América, me traiga al recuerdo ese momento mágico en el que por primera vez divisaba la playa de Arenales del Sol desde el Renault 9 de mis padres. Era en la avenida de Menorca, que sube a lo alto de la duna. Sabías que allí al otro lado estaba el horizonte azul del mar, pero el cambio de rasante no te lo permitía ver hasta que coronabas la calle y de repente allí aparecía la playa, allí abajo, al final del asfalto: la arena y las olas.
 
Mil veces bajaré por esa calle y mil veces me emocionaré cuando aparece la playa.
 
 
Han sido tantísimas tardes con esa secuencia de imágenes grabándose en mi mente durante la niñez, que mi cerebro traicionero me las trae las jornadas soleadas en las que aún es de día cuando subo por avenida de América, y el cambio de rasante del asfalto se recorta contra el cielo. Y además, para más inri, me hace recordar el olor de la brisa marina y la luz difuminada en la bruma que desde la playa avanzaba por la huerta norte de Valencia hacia ese camino que yo recorrí durante 17 años todos los días.
 
Allí me di cuenta de que me no me importaría que mi vida fuera como un cuadro de Sorolla.
 
 
 
Allí detrás no está la playa...
 
Y en esos momentos recuerdo las tardes del verano del 94 en Santa Pola, cuando aquella muchacha de pelo largo y rizado se cansaba de estar tumbada y se quedaba durante minutos quieta en la orilla, con el agua hasta los tobillos, bikini azul y pareo marrón, de espaldas a nosotros mirando a la bahía. Lo hacía todos los días regularmente. Recuerdo que con mis amigos Dani y Álex le pusimos el mote de Mirando al mar.
 
 

Será que me estoy integrando con el sentir madrileño, que cada vez que hay ocasión intentan escapar fuera de esta ciudad hacia el mar. ¿Cómo pretenden que no quiera volver al mar si durante 35 años he visto cómo los madrileños atascaban las carreteras que venían a los lugares donde yo he vivido?
 
 
Al mar!
 
 
El sol y el mar... Algo tienen, y ese algo sin duda no está en los largos inviernos del interior.

sábado, 1 de febrero de 2014

El Género Fantástico

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Aprovechando que a finales del mes de febrero (21 y 22) se celebra en Elche la segunda edición de Fanta Elx, el Festival de Cine Fantástico de Elche, en su segunda edición, vamos a investigar un poco en los géneros tanto cinematográficos como literarios de lo fantástico, el horror y el terror.



Pero claro, primero habría que intentar buscar las líneas divisorias, entre estos géneros, cosa complicada ya que en muchas ocasiones se superponen. Si intentáramos hacer una representación de cómo se relacionan, incluyendo también a la ciencia ficción, y valiéndonos de conjuntos, lo tendríamos bastante complicado (estoy trabajando actualmente en ello), puesto que los cuatro intersectan dos a dos, tres a tres y por supuesto existe la intersección total de todos ellos. Aunque es cierto que en muchas ocasiones, se etiqueta a prácticamente todos estos estilos dentro del cajón desastre del cine fantástico o la literatura fantástica.

Pero esto no es correcto: no olvidemos el terror psicológico y puro que tan bien se le daba a Alfred Hitchkock, ni por supuesto la ciencia ficción más o menos realista basada en predicciones técnicas posibilistas, donde hay más ciencia que fantasía.
 
Mientras duermes
En este punto he de citar a Jaume Balagueró, uno de los directores españoles más destacados dentro del género fantástico y de suspense. Además de firmar títulos como [REC], Frágiles o Los sin nombre, es capaz de hacer trabajos inquietantes como Mientras duermes, donde no son necesarios los efectos especiales ni lo sobrenatural para agobiarte de terror.

Pero volviendo a la fantasía, ésta suele incluir otros subgéneros como la Fantasía heroica o el de Espada y brujería. Sin duda todo esto daría para un máster muy interesante. Pero en general sus rasgos comunes son los elementos mágicos y extraordinarios así como sobrenaturales, que pueden o no estar presentes en los otros géneros mencionados.

De todas las definiciones que he encontrado, al que más me gusta es ésta de Dostoievski: “Lo fantástico debe estar tan cerca de lo real que uno casi tiene que creerlo”. Ésa es para mí la esencia de la literatura fantástica, que te metas en ella sin cuestionar lo que te están contando.
 
Y es que la fantasía hunde sus raíces en las leyendas y poemas épicos que desde antes de la escritura transmitieron de generación en generación la explicación del mundo. Prácticamente se diferencia de las cosmogonías en que éstas se convirtieron en objeto de fe e institucionalizadas por la creencia en “hombres del espacio” que nos crearon a su imagen y semejanza, mientras que con el resto de historias se asumió que eran objeto de la imaginación humana. Así, en el género de lo fantástico se asume que todo lo sobrenatural, todo lo insólito, monstruoso y que escape a la lógica humana es precisamente eso: fantasía, no algo divino contra lo que no se puede, o no se debe luchar.

 

Seguro que Dios es sobrenatural, porque con lo caro que está el recibo de la luz, no hay humano que pague ese gasto.

Pero eso sí, el "Hombre del Espacio", para hacernos ver lo malo que nos habíamos vuelto gracias al libre albedrío que nos regaló, envió a su hijo a que lo matáramos.
 
 


Pero si buscamos la obra a la que los entendidos atribuyen ser el primer título de literatura fantástica moderna (porque si nos remontamos a la antigüedad tendríamos El poema de Gilgamesh en Sumeria, de hace sólo 4.000 años…), debemos irnos a 1772 para leer El diablo enamorado, del francés Jacques Cazotte. Se trata de la historia de un joven que invoca al demonio y éste se enamora de él. Así que el diablo lo que hace es transformarse en mujer y entrar al servicio del joven humano como si fuera su paje, a ver si así con la cercanía consigue camelárselo. El problema es que el tipo resulta ser muy celosos de su virginidad, con lo que el diablo lo tiene complicado. La verdad es que es un tema muy curiosos y divertido, aunque según algunos este argumento esconda tras de sí cierta misoginia. Habría que leerlo para saber realmente qué carácter da Cazotte al héroe de esta historia.
 
Si el diablo fuera Elizabeth Hurley, habría que pensárselo, ¿no? ¿Verdad Hugh Grant?

Pero el estallido de la literatura fantástica se da el siglo siguiente con la llegada de los románticos y el terror gótico. El gran hito es sin duda Frankestein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley. Esta obra es considerada como el primer título de ciencia ficción, como ya he dicho alguna vez en este espacio, y fue escrita durante 1815, el año sin verano. Se da la maravillosa circunstancia de que ese año, en el que la erupción del volcán Tambora cubrió los cielos de Europa de cenizas privándola de verano, un niño llamado Edgar Allan Poe, también un referente del terror y de la fantasía, hizo uno de sus dos únicas travesías en barco. Quizá este viaje bajo un cielo oscuro por las cenizas del volcán, las mismas que ayudaron a Mary Shelley a crear su Frankestein, es posible que ayudaran a que creciera en la imaginación de Poe su única novela, La narración de Arthur Grodon Pym (1838), otra de las historias fundadoras de la ciencia ficción y el terror.



Precisamente en esta novela se inspiraron más tarde otros clásicos en estos géneros como Julio Verne con  La esfinge de los hielos (1897) y Howard Phillips Lovecraft con En las montañas de la locura (1931), desarrolladas todas estas obras en la Antártida, uno de los últimos rincones desconocidos de la superficie terrestre en aquella época, y tanto campo abonado para el desarrollo de la fantasía.

Lovecraft, junto con Poe, son los grandes pilares de la fantasía y del terror en la cultura norteamericana, la que más nos ha influido. El primero creo incluso una mitología propia con los mitos de Cthulhu que aún hoy en día son un referente en todos los autores que profundizan en el género de lo fantástico.


Enlazando con la creación de mitologías propias, en las que los dioses tienen ciclos temporales y espaciales que escapan a las edades del hombre, no podría dejar de hablar de Tolkien y toda su cosmogonía alrededor de la Tierra Media, que recoge elementos tanto de la Fantasía Heroica como de Espada y brujería. Me atrevería a afirmar sin miedo que El Silmarillion (1977) y El señor de los anillos (1954) son, junto con las famosas Crónicas de Narnia (1949 a 1954) los grandes referentes de toda la fantasía épica que ha venido después, desde las aventuras de Harry Potter a las obras de la valenciana Laura Gallego, una auténtica superventas infantil y juvenil con las Crónicas de la Torre y Memorias de Idhún. Sabed que la envidio profundamente… Con 22 años, en 1999, ganó su primer premio de El barco de vapor, y dos años después lo ganó de nuevo. También ha ganado el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil. ¡Quiero ser como ella!

Y no puedo dejar de hablar de las Historias muertas de Fran Mateu (organizador de Fanta Elx), una colección de relatos que muestra la perturbada mente de su autor, toda la oscuridad que hay ahí dentro.


El equipo de Historia muerta, la película de la que salieron las Historias muertas.

Toda esta literatura, como no, ha dado pie a innumerables películas, algunas originales, y otras muchas basadas en los relatos previos, tanto fantásticos, como de terror, horror y ciencia ficción, siendo los géneros de mayor impacto en el público.

Desde la muda Viaje a la Luna, pasando por todas las versiones de Drácula (otra novela fantástica en los dos sentidos de la palabra), King Kong, los Alien, La historia interminable (libro de Michel Ende que todo niño debería leer), las de Indiana Jones, La guerra de las galaxias, Willow, La princesa prometida, Transformers, Regreso al futuro, El mago de Oz, Conan, Dentro del laberinto, Las aventuras del barón de Munchaussen, e incluso series como Juego de Tronos donde también hay elementos sobrenaturales fantasía.
Quién sabe, quizá algunos de los participantes de la edición 2014 de Fanta Elx llegue algún día a dirigir películas que quedarán para siempre dentro de esta lista.


 Este año Fanta Elx rinde homenaje a Colin Arthur, maestro de los efectos especiales y creador, entre otros, de algunos de los personajes de La historia interminable. 

Y por último no me quiero olvidar de obras cumbres de la fantasía y del terror como son los programas electorales del PP y del PSOE.