Antes que nada, agarre a su
pareja, amante, ligue o mercenario/mercenaria del amor con suavidad y observe
en el interior de sus ojos. Verá las consecuencias de lo que va a hacer, acto
seguido olvídelas y sea valiente. No escatime en presente. Si alguno de ustedes
usa gafas es recomendable, pero no necesario, que se las quite. Si por casualidad los dos
son portadores de lentes, por paridad, quítenselas ambos. Será como un acto de
desnudez que augura mejores momentos. Que su lengua no fuerce, ni de palabra ni
de acción, los labios del oponente, deje que las puertas se abran solas. Huya
de labios artificiales con sabor a colorante. Las manos siempre en contacto con
el cuerpo contrario y déjese llevar por su instinto, esto es, sea discreto y no
mire, podría descubrir algo desagradable.
lunes, 16 de marzo de 2015
sábado, 7 de marzo de 2015
PERDIENDO EL NORTE (crítica de cine): VETE DE ALEMANIA, PEPE
La Historia y la vida dan muchas
vueltas, y a veces esas vueltas nos llevan al mismo sitio de partida,
obligándonos a repetir una y otra vez los viejos errores si persistimos en la
ceguera de no saber de dónde venimos. Desde mi punto de vista, exponer esta
verdad es el mayor mérito de Perdiendo el norte.
Su director, Nacho G.
Velilla, se ha curtido en algunas de las series españolas de más éxito de
los últimos tres lustros (desde Médico de
familia a Los Quién pasando por 7 vidas y su spin-off Aída), y eso se
nota en el humor de esta película, donde el público entregado no paró de reír
en el preestreno al que pude asistir, aunque no siempre fueran los chistes más
afortunados: el recurso fácil al tópico reconocible por el respetable debería
estar limitado en un buen guion. Éste es uno de los defectos que lastra a Perdiendo el norte, una comedia menor
que comienza floja pero que se mueve cómoda en este territorio que hemos visto
decenas de noches de domingo frente al televisor en las series donde su
director y guionistas han obtenido su oficio: fábricas de cientos de chistes,
donde se mezcla sin complejos el humor grueso con la crítica social, la gracia elaborada
y el más que desarrollado arte de embarullar para luego desembarullar.
Así, ese comienzo flojo va poco a
poco mejorando a lo largo del curso, previsible, del metraje para desembocar en
el final canónico que todos esperamos que ocurra, sin desbordarse de los cauces
ya conocidos en este tipo de comedias. Para qué inventar si podemos tener entre
las manos un producto que sabemos que funciona. Así, ese saber hacer un
producto en el que gran parte del público se siente cómodo, no deja de ser un
defecto.
Pero volviendo al mérito, el
punto de partida al que retorna esta historia es el Vente a Alemania, Pepe de 1971 (44 años han pasado), donde se
plasman, desde el punto de vista de la comedia dominante de la época, las dos
caras de la emigración española al extranjero, especialmente Alemania. Quien
pierde la memoria de su Historia está condenado a repetirla, y ése es el
diagnóstico que hace el personaje de José Sacristán, protagonista de aquella
película, y secundario de lujo de esta otra. Quizá sea él la principal verdad
de Perdiendo el norte, y también su
mejor intérprete (la experiencia es un grado), con la exposición en su
personaje de la desmemoria, social y personal. Un personaje que desde el
comienzo nos cuenta qué fue su vida de emigrante en Alemania hace esas cuatro o
cinco décadas y nos la compara con la realidad actual donde la “fuga de
cerebros” nos descapitaliza y obliga a repetir los trabajos de entonces.
El Angelino de Vente a Alemania es el Andrés de Perdiendo el norte 44 años después
aunque con distinto nombre: un síntoma de la desmemoria que acecha a dicho
personaje.
Hablando de los intérpretes, sin
duda se mueven mejor por esta película los secundarios cómicos que los protagonistas
principales. No veo a Yon González y Blanca Suárez cómodos en la comedia, es
más, ella sólo tiene una escena tragicómica en la película que no termina de
estar bien resuelta: llorar desconsoladamente es bastante más difícil de lo que
muchos creen, y el no saber si, como público, en esta escena tienes que reír o
llorar te deja un poco descolocado (eso no deja de ser la tragicomedia). Tampoco
termino de ver a Yon González en esta comedia, rodeado de expertos en la
materia como Julián López (haciendo imperturbable y eficiente su papel de
siempre), Miki Esparbé (con el personaje cómico más agradecido, el encargado de
enganchar un chiste tras otro), Úrsula Corberó (que se come a González en las
escenas que comparten como pareja), Younes Bachir y los curtidísimos Malena Alterio,
Carmen Machi y Javier Cámara.
Por último, un tema que no me ha
gustado demasiado ha sido el papel dado a las mujeres en el guion. No me
considero un guardián de lo políticamente correcto, y quizá incluso peco de
falta de sensibilidad en el tema del protagonismo de la mujer, pero los personajes
femeninos de esta película tienen papeles demasiado encasillados en los clichés
de la mujer de los que deberíamos huir para hacer algo de pedagogía. Como dije
al principio, un problema del guion es que se recurre demasiado al tópico para
que el público reconozca el código de la comedia. Yo también he cometido estos
errores cuando escribo, pero soy un aficionado, no como los guionistas de esta
película (de donde me gustaría destacar a David Sánchez Olivas, uno de los
artífices de la fantástica obra teatral La
vida resuelta), profesionales que deberían ir un paso más allá de lo
fácil y reconocible. Así, las más perjudicadas son las mujeres: a saber, la
protagonista es la tonta que comete el error de liarse con los hombres
equivocados, la novia del protagonista es la clásica pija tonta hija de papá
que sólo quiere casarse, la madre del protagonista es una nueva rica a la que
sólo le importa aparentar y no se da cuenta de lo que está pasando su
esforzado marido y la dueña del local donde trabajan los protagonistas tiene
como único objetivo quedarse embarazada.
Es una pena que detalles como éste
desmerezcan una película que encierra en sus entrañas una crítica social y
política muy actual 44 años después de aquella otra a la que homenajea. Me
quedo al menos con esas buenas intenciones y que además este baño de realidad
haya desbancado al “cabrón
de Christian Grey” del primer puesto de la recaudación, otro gran mérito de
esta comedia.
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