lunes, 20 de marzo de 2017

LÁGRIMAS INGRÁVIDAS

Se asomó sola por la escotilla para ver amanecer, abstrayéndose de los ronquidos, o respiración fuerte, como solía precisarle él; que atronaban a su espalda.

Se preguntó cómo era posible que una visión tan bella escondiera tantas incertidumbres, tantos horrores. Eso le hacía verse pequeña, muy pequeña, frente a aquel panorama que le dibujaba, al otro lado del cristal, un precipicio infinito de estrellas. Era tal la sensación de desamparo ante aquella inmensidad terrible, que no tenía forma de impedir que las lágrimas asomaran a sus ojos y salieran flotando como hojas de rocío huérfanas.


Allá a lo lejos, otra fulguración aterradora iluminó lo que quedaba de la superficie terrestre. Sólo los ronquidos de su compañero ponían banda sonora a aquel ataque desconocido.





lunes, 6 de marzo de 2017

ESTOCOLMO



Cerró los ojos y sopló las velas mientras él, a hurtadillas, por fin escapaba aprovechando que ella dejó la puerta abierta al entrar. El tiempo se detuvo y los segundos duraron lustros mientras exploraba el pasillo oscuro y sucio. Subió las intrincadas escaleras intentando liberarse de la angustia. Las paredes se le derrumbaban encima, culpándole de su acción. La luz tras las rendijas de la puerta principal le atraía como a un insecto, pero le atemorizaba igualmente. Ya fuera sintió vértigo y frío. No había techo y el cielo estaba muy arriba. Tomó aire y una decisión.


Cuando ella abrió los ojos sonrió: «Mejor aquí, ¿verdad?».

UN VIAJE



Cerró los ojos y sopló las velas con suavidad, dejando que el aire saliera despacio entre sus labios, semiabiertos. El silbido quedo fue una caricia a sus oídos, tanto o más placentera que las cosquillas del aire en sus labios. Esas cosquillas se extendieron a su cerebro cuando escuchó las velas sacudirse impacientes al viento, el rumor poderoso del mar inundándolo todo, acompañado del aroma fresco que las gotas saladas, escapando de las crestas de las olas, traían a sus mejillas; cosquillas transformándose en risa de gaviotas que anunciaban la cercanía a tierra… Abrió los ojos y las velas estaban apagadas. Ahora sólo quedaba esperar su deseo.