-Totalmente -respondió cándida. Y volvió hacia la puerta del hormiguero, moviendo las antenas alegremente, mientras su sonrisa mudaba de candor a picardía.
Él quedó paralizado, viendo alejarse el contoneo de su segmento posterior. ¡Tantas veces deseado y ahora de otro! Reprimió las ganas de gritar allí mismo y voló a la charca, autoregodeándose, emocional y literalmente, en el fango del fracaso definitivo. Incluso odió a las parejas de libélulas.
Mientras hundía las alas en el lodo, las lágrimas empañaron sus ojos facetados. No sabía qué hería más, si la ausencia de oportunidad o el elefante comprando gomitas la tarde anterior.
El chiste: ¿Cómo se la mete un elefante a una hormiga?
Despacio, muy despacio...