A continuación podéis leer, por orden alfabético a partir del primer relato recibido esta quincena, las obras presentadas en la 20ª edición del concurso de microrrelatos que he organizado para mi sección de cada dos martes en Radio Elche: Libros y música para un paseo en Vespa.
Pedí por las redes y a través de la web MeetUp y mi Facebook que se me envíen microrrelatos que comiencen con la frase «A veces ocurre», frase con la que terminaba el relato ganador de la quincena anterior.
Una vez finalizado el plazo de recepción, es cuando los hago públicos en este blog y pido a los propios autores que valoren los relatos del resto de participantes y puntúen los tres que consideren más completos, con 3, 2 y 1 puntos. Tienen que enviar su veredicto a mi correo electrónico (dareces@gmail.com) para que cada uno de ellos realice su votación sin saber cómo están votando los demás.
Además, el resto de lectores también podéis votar de la misma forma que los autores (3 relatos con 3, 2 y 1 puntos). Vuestras preferencias servirán para que, en caso de empate entre dos relatos, elegir la obra ganadora. Ya hemos tenido que recurrir dos veces de cuatro al voto del público.
El relato ganador será leído en la sección de radio de la semana siguiente y su frase final será la de comienzo de los relatos de la próxima semana.
Además, el autor/a del relato ganador se lleva de regalo un paseo en moto, de Scootatrip.
Tenéis de plazo hasta el lunes 7 de junio a las 14 horas para enviar las puntuaciones a mi correo electrónico (dareces@gmail,com). El relato ganador será leído el martes 8 de junio en el espacio Libros y música para un paseo en Vespa de Radio Elche, sobre las 13:45 del mediodía.
¡Suerte!
ACTUALIZACIÓN 1: Una vez finalizado el plazo de votación, desvelamos la autoría de cada relato.
ACTUALIZACIÓN 2: Una vez desvelado en la radio, ordenamos el orden de los relatos, de menor a mayor puntuación..
¿TARA
O HIPERSENSIBILIDAD?,
de Marcelo Celave.
—A
veces ocurre que
entro en trance...
Me
pasó ayer, un segundo antes de agarrar la única nectarina madura
que quedaba en el árbol de mi vecina. Justo ese segundo donde la
vida se detiene, se olvidan los arañazos arteros de la acacia, las
gotas de sudor culpable de la siesta estival y se paraliza la
respiración.
La
nectarina que se intensifica en el rojo oscuro de su aterciopelada
piel y el tamaño crece hasta ocupar toda mi visión, mientras los
gritos de mi madre entran en una reverberación cada vez más tenue y
lejana:
—¡Bájate
de ahí que te vas a matar!
NUNCA
DEJES DE CREER,
de Marcelo Celave.
—A
veces ocurre
hija, que el hecho más impensado viene en tu ayuda.
El
abuelo estaba a punto de malvender nuestro almacén en la llanura,
porque los lugareños ya no querían venir de la ciudad.
Pero
una noche escuchamos un ruido ensordecedor y el piso tembló. La
tierra rugió al producirse un choque tectónico a escasos 1000
metros de nuestro almacén.
Toneladas
de lava incandescente, llamas gigantescas, avalanchas de piedra
volando por los aires… fue el aquelarre más terrorífico que
puedas imaginar.
Hoy,
nuestros Telluric
Stores
reciben turistas de todo el mundo, periodistas, influencers,
documentalistas… embelesados con el volcán nacido de la nada.
DIFERENTES,
de Martina Arreaza.
A
veces ocurre,
pero no siempre.
Los vecinos se quejan a
menudo de su comportamiento, pero yo no les hago caso.
Él, austeramente
fuerte, casi colérico y celoso en su terreno. Ella en cambio,
pequeñita, audaz, mimosa y coqueta; nada más despegar el alba,
paseaba presumida con su mejor lazo. Una monada.
Hoy en cambio, parecen
dos auténticos enamorados; disfrutando plácidamente frente al sol
de la terraza y regalándose arrumacos y su mutua compañía.
¿Quién dice que por
su naturaleza, se tengan que llevar como el perro y el gato?
Yo
los adoro.
CIELOS
Y BANDERAS,
de Américo Fojo.
A
veces ocurre
que la imaginación se dispara y nos hace volar.
De
niños, cuando la maestra nos contaba que la bandera argentina
llevaba los colores del cielo, yo me preguntaba:
«¿El
cielo del país de mi papá, en Pontevedra, sería rojo y amarillo?»
«Pero
cómo: ¿cielo rojo y nubes amarillas o cielo amarillo y las nubes
rojas?»
«¿Y
el cielo de la Italia de mamá?»
«¿Cielo
verde y nubes blancas…pero…dónde ponía el rojo?»
Busqué
en la enciclopedia, orgullo de la familia, esa página doble.
Banderas
del Mundo.
Quedé
desconcertado:
«¿Cómo
sería el cielo de Gran Bretaña?»
IRRISIONES,
de Paquita Márquez.
A
veces ocurre
que te entran tales irrisiones por cualquier tontería, que eres
incapaz de aguantarlas y te empieza a cosquillear el aleteo
irresistible de la risa, como si tuvieras pájaros dentro del pecho.
Entonces salen de tu garganta mirlos o alondras trinando risas y las
llevan revoloteando por los aires.
Yo
creo que la gente que ríe jubilosa hace crecer bandadas de pájaros
que llenan de alegría nuestras vidas. A veces, al abrir muy temprano
la ventana, oigo el alboroto feliz de las golondrinas y pienso:
«¿Quién estará riendo a carcajadas?» Y entonces echo a volar mi
sonrisa…
RUSA,
de Ana Montesinos.
A
veces ocurre
a las 3 de la mañana y otras veces a las 6 de la tarde, en ocasiones
me llenan de alegría, me abren el pecho y la satisfacción se siente
en mi cara, en mi forma de respirar, en la comisura de mis labios y
en las arruguitas de mis ojos, en otras me abaten, me dejan sin
fuerza, sin aire y mis lágrimas fluyen como manantial de agua
helada.
Quería una línea
recta, estable, solida, pero mis emociones, mis sentimientos, son
montaña rusa, suben, bajan, provocan miedo, generan adrenalina, dan
vértigo, me marean para luego darme paz.
SENECTUD,
de Raquel Zaragoza.
A
veces ocurre,
por extraño que parezca, con la edad hay momentos en los que se
confunde la tenue luz del ocaso con la del amanecer…
Yo
lo llamo ilusión. Otros lo definen como demencia.
CANGURO
DE NOCHE,
de Paquita Márquez.
—A
veces ocurre,
sí, pero solo a veces…
—¡Ya…!
Pero no podré dormir tranquila, señora. Me dan miedo los
sonámbulos. Yo tenía un primo sonámbulo y una noche que dormí en
su casa me dio un susto de muerte. A media noche me desperté, y ahí
estaba él, sentado en mi cama mirándome sin pestañear y moviendo
los labios sin sonidos. Literalmente, me meé de miedo…
--No,
no, tranquila, no la molestará. Solo tiene que vigilar que no haya
cerillas ni encendedores a mano, porque, cuando se levanta sonámbulo,
lo único que quiere es estrenar su disfraz de bombero.
DIFÍCIL
DECISIÓN,
de Mari Bastida.
A
veces ocurre,
se enredaron una noche de tormenta.
—¿Qué
te pasa corazón? ¿Por qué estás triste?
Preguntó
la razón.
—Porque no soy como
tú, frío y calculador.
—Solo
quiero que seas feliz.
—En primavera, el
aroma que desprenden las flores me envuelve y me siento feliz. Cuando
la brisa me acaricia en la playa, las olas me saludan y me siento
feliz.
—Entonces, ¿Por qué
lloras?
—Seguí tus consejos,
hice las maletas y me marché dejando atrás lo que más quería.
Ahora me siento vacío, ya nada será igual.
-—Créeme,
no valía la pena, lo olvidarás.
La
tormenta se alejó al amanecer.
TAN
CERCA, TAN LEJOS,
de Raquel Zaragoza.
A
veces ocurre,
casi siempre al amanecer…
Mientras
un novelista celebra con tinta su calenturienta imaginación; en el
piso de arriba, su mujer se siente sola en la cama.
DICHOSA
MASCARILLA,
de Martina Arreaza.
A
veces ocurre,
nos encontramos a gente que nos saluda. ¿Quién será?
Esos ojos azules como
el mar, que expresaban una candidez innata no me han dejado dormir.
Me recuerda algo.
Esta
mañana, en mi diario paseo matutino por la orilla de la playa; he
tenido la clarividencia de recordar mis mejores y peores años. Y
supe quién eras, pero …«no merezco ese saludo».
BAILAR,
de Ana Montesinos.
A
veces ocurre
tras la desinhibición que te proporciona una copa en el bar. La
oscuridad del local y la pista de baile abarrotada de gente ayudan a
ese momento. Cierro los ojos, mi cuerpo se mueve al compás de la
música que suena. Dejo de oír las cientos de conversaciones de mi
alrededor, y me centro solo en mí. No puedo dejar de moverme, mis
ojos siguen cerrados, imagino que estoy sola, sigo bailando, sonrío,
me siento libre. Abro los ojos y te veo, nos miramos, no sé tu
nombre, pero nos besamos como si el local estuviera de nuevo vacío.
HOSTAL
DE CARRETERA,
de Mari Bastida.
A
veces ocurre,
necesitaba descansar. Llevaba varias horas conduciendo por aquella
solitaria carretera. Los árboles retorcidos, apostados a cada lado y
la espesa niebla, le daban un aspecto fantasmagórico.
Un
desvío llegaba hasta un hostal. Parecía abandonado, pero varias
luces iluminaban la entrada. Al registrarse se dirigió a su
habitación.
Se
percató de que esas luces provenían de unos cuadros acristalados
que adornaban las paredes. Representaban varias caras desde cuyos
ojos, se proyectaban aquellas luces que vio desde fuera.
A
media noche un trueno lo despertó, y una fuerza proveniente del
espejo lo succionó.
Desde
entonces, forma parte de la iluminación del hostal.
VÍCTIMAS
COLATERALES,
de Raquel Zaragoza.
A
veces ocurre,
y cuando pasa… ¡todo merece la pena!
Sé
que no debo acercarme al patio durante el recreo. Sé que está
prohibido, pero no lo puedo evitar; lo necesito.
De
entre todos los niños, solo atrae mi atención la pelirroja pecosa.
Estoy obsesionada con ella. ¡Cuánto me gustaría abrazarla!
Si
tengo suerte, antes de que suene la campana, Carlota me verá asomada
a la verja y lanzará un beso y una sonrisa; entonces, me podré ir
contenta al hospital.
¡Maldita
pandemia!, cuando doblo turnos…, casi no puedo verla.
EL
INTRUSO,
de Américo Fojo.
A
veces ocurre que
un personaje se nos cuela dentro, impertinente y obsesivo.
Entra
sin pedir permiso y nos quiere contar su vivencia, insistiendo en que
le demos voz a su silencio.
Pero atención, no
quiere un narrador, busca un testigo.
Tampoco
un talentoso solista; necesita un intérprete que aporte ritmo a su
melodía.
También
ocurre a veces que no escuchamos, pasamos de largo y seguimos nuestra
ruta diaria.
Entonces
el protagonista nos echa una mirada socarrona, se esfuma y sale a
buscar a otro, alguien más valiente y sensitivo.
Y
el podio de la vigésima y última quincena de esta primera edición
del concurso queda de la siguiente manera:
Tercer
puesto, con 6 puntos:
MOLÉCULA DE
DIOS,
de Nahuel Fojo.
A
veces ocurre que
los caminos se nos cruzan con aquellos compañeros terrenales a los
que no vemos con frecuencia.
Allí
pasé al lado de uno.
Inalterable
yo sonreí y se frotó sobre mí para continuar su camino.
Yo
sé que ambos conectamos.
Empate
a 8 puntos en la segunda posición para:
COBARDÍA,
de Silvia Espina.
A
veces ocurre
que ante un hecho detestable nos quedamos paralizados, sin reaccionar
ni tomar una iniciativa adecuada a la gravedad del hecho.
Sucedió
durante el incendio de una vivienda en mi barrio.
Aterradoras lenguas de
fuego se elevaban desde el sótano y por los angostos balcones
asomaban personas desesperadas, clamando ayuda a los bomberos,
ajetreados en su intento de rescate.
La
gente comentaba que era obra de un pirómano.
Al
correr hacia casa pasé junto a un hombre que, sonriente, clavó en
mí sus ojos burlones. Me petrificó. Llevaba un bidón de gasolina.
PASEO
ENTRE NUBES,
de Ana Medina.
A
veces ocurre
(a mí con bastante frecuencia). Cuando miro el mar siento nostalgia
por la distancia, tristeza por el olvido. Son tantos sentimientos
encontrados en un solo corazón, que a veces, este resulta demasiado
pequeño para albergarlos todos juntos. El vaivén de las olas me
trae recuerdos, de ida y vuelta, de vida y de esperanzas. Es algo
así, como recorrer el cielo sentada en una mullida nube. La estrella
que me acompaña va iluminando el camino, ella con su luz me ayuda a
que encuentre lo que realmente busco.
Y
la última ganadora de esta edición es:
PERFUMES,
de Paquita Márquez.
A
veces ocurre
que lo que creías eterno, resulta ser efímero por no haber sabido
cuidarlo y mantenerlo. Pero también puede ocurrir lo contrario, que
lo efímero resulte duradero, como este olor tan tuyo que me persigue
por toda la casa. Ese aroma a bosque, a flores y a lluvia de
primavera que te envolvía y que dejaste encerrado en casa tras tu
portazo de despedida. Me empeño en ahuyentarlo destilando olor a
rabia, a celos y a venganza… Pero al momento esos se diluyen y solo
quedan tus perfumes. Entonces, avergonzado, procuro mantenerlos
intactos envueltos en arrepentimiento…
Fuera
de concurso:
ARMAS
DE MUJER, de Narcís Ibáñez.
Ssapina
A
veces ocurre en la juventud creando situaciones de lo más
insólitas. Tiempo atrás, estando en una discoteca para bailar
pegado, especialmente la canción Mis manos en tu cintura, un
amigo me dijo unos días antes: «Si
te colocas una banana en el bolsillo del pantalón, la bailarina se
ladeará hacia el contrario y allí estará tú mano esperando su
trasero».
Buscando
la situación propicia para besar sus labios y deslizar la mano
izquierda hacia el pecho, al meter mi mano en su turgente pecho me
encuentro con el relleno de esponja que exaltaba su busto.
¡Cazador
cazado!
EMPATÍA, de Rosa García Panera.
A
veces ocurre, le abres la puerta hasta que pasa, lo repites, pues
el portal tiene dos y luego la del ascensor. A qué piso, preguntas,
es mayor y te provoca ternura su indefensión, eres sentimental. No
te mira y eso acrecienta ese afán de protegerla, será tímida, o
quizá es de las que no entran en el elevador con nadie y hoy se le
ha olvidado.
Vas
a hablarle cuando el ascensor se detiene, abres la puerta y la
mantienes abierta para que salga. Y ella lo hace, no te mira, no te
da las gracias, no te dice adiós.
NORMALIDAD, de David Reche Espada.
A
veces ocurre que
se le olvida que aún no me ama, y me sonríe como si el cielo entero
se abriera tras una tormenta sombría, en ocasiones sucede que la
intensidad de sus ojos me colapsa, derrumbando cualquier defensa que
pretendiera numantina, de tanto en tanto pasa que nuestras manos se
entrelazan engañando a la realidad terca.
Pero,
y ya sabían ustedes que habría un pero, lo que siempre ocurre es
que cuando la lluvia de la ilusión amaina, el río se desdesborda,
las lindes reaparecen, las fronteras se definen, y la normalidad mata
a la irrealidad.