Lei hace un par de días una entrevista al catedrático de Estructura Económica Santiago Niño-Becerra en la que éste dice
que para evitar la miseria se tendrá que instaurar una renta básica, mientras
que para evitar los desórdenes públicos se terminará por instaurar el control de
natalidad y se legalizará la marihuana.
El catedrático anticipa que nos
dirigimos hacia una sociedad donde mandarán las grandes corporaciones
industriales; donde los hijos vivirán peor que sus padres; donde habrá bajas
tasas de crecimiento, menos producción, salarios bajos, más desigualdad, mucha menos protección social y, lo más
grave, empleo de peor calidad y un
paro estructural en torno al 18%.
Pues es en este ambiente de
crisis y de tan malos vaticinios sobre el lugar hacia el que nos encaminamos
donde aparecen obras como Batas blancas.
Se trata de una historia en la que los médicos de un hospital reconvertido en
fundación y pasado a la gestión privada, están reunidos en asamblea para discutir si van o no van a una huelga.
Con este escenario de precariedad
laboral donde los resultados monetarios mandan y el dinero y los principios
éticos y morales no siempre están en el mismo bando, no es de extrañar que
salga lo peor de unos y lo mejor de otros. Y eso es lo que nos cuenta Batas blancas, una obra de teatro parte
de cuya originalidad reside en los flash
backs que, interrumpiendo la acalorada asamblea, nos ayudan a comprender la
situación de cada uno de los protagonistas y las rencillas que existen entre
ellos.
Desde mi punto de vista, el gran punto fuerte de este montaje de Eduardo Recabarren y Aintzane Garreta
es el magnífico trabajo de los actores, dirigidos por la misma Garreta junto con Elena
Gracia, intérpretes a su vez de la obra. Hay veces que incluso yendo a salas de
mayor caché que el Teatro del Águila
y con actores que ya se han hecho un nombre en la profesión, no es extraño ver
interpretaciones un tanto huecas en las que el texto asoma leído en lugar de
ser vivido por el actor. Eso no ocurre en Batas
blancas. El nivel general del equipo es altísimo, con unos destacados Pablo
Tercero y Aintzane Garreta, principales antagonistas en la obra y a los que,
gracias a la naturalidad con la que se enfundan las batas blancas, podrías
confundir con alguno de los médicos del centro de salud de tu barrio, sin
desmerecer al resto del plantel.
Como punto negativo he de
mencionar el posicionamiento demasiado evidente de los dos bandos que nos
presenta el texto. Es cierto que ante momentos duros como los que atravesamos y
visto el futuro que algunos predicen, es casi obligatorio mostrarse combativo frente
a las injusticias y contra los recortes de derechos que nos acechan
constantemente; es un deber ser imaginativo y contribuir a la búsqueda de
soluciones y ser implacable en la denuncia de lo que nos están haciendo, o lo que nos hemos
hecho a nosotros mismos (que cada uno asuma la parte de la culpa que le
corresponda, bien por acción, bien por omisión). Pero esa combatividad y ese
posicionamiento no significa que podamos hacernos trampas al solitario haciendo
que los malos sean muy malos y llenos
de defectos mientras que los buenos sean unos dechados de virtudes. A mi
entender, a esta obra le faltan más tonos de grises, o una mejor explicación de
por qué cada personaje defiende la posición en la que está. Es cierto que se
hace mención al deseo de mantener ciertos privilegios, cierto tren de vida, la
necesidad egoísta y humana de seguir conservando la influencia en tu propio
corralito o defender a los tuyos, en definitiva, de salvar el culo.
Sí, todo eso está, pero un poco
menos de evidencia en los argumentos hubiera elevado aún más el buen trabajo de
los actores y la hábil puesta en escena de la obra en una sala tan pequeña: con
los flash backs ya mencionados y el
delirante pero necesario número denuncia en el que se expone el espectáculo
aberrante en el que esta sociedad está convirtiendo las desgracias ajenas.
Aún podéis ver Batas blancas y opinar vosotros mismos,
además de colaborar con una compañía joven y un teatro pequeño, los tres
próximos fines de semana:
- Viernes 27 y sábado 28 de febrero
- Viernes 6 y sábado 7 de marzo
- Viernes 13 y sábado 14 de marzo
Todas las funciones, por 10 €, son
a las 20:30 en el Teatro del Águila,
(c/ Águila 11, La Latina). Dado el pequeño aforo de la sala, tampoco estaría de
mal hacer una reserva en el correo:
Y si después de la función os
apetece una cerveza, en el bar de enfrente del teatro podréis intercambiar
impresiones con algunos de sus intérpretes: Jesús Agudo, Carlo Felice Audrines, César Barreto, Aintzane
Garreta, Elena Gracia, Maite Mateo, Alejandra Meco, Eloi Pérez y Pablo Tercero.