‑Érase una vez un gran dragón,
gallardo y aterrador, cuyo aliento de fuego arrasaba cultivos e incendiaba
villas desde las torres de los palacios. Un dragón prestigioso que terminaba
con los ancianos inservibles para el reino. Un dragón invencible que usaba la
lanza de los inoperantes y abrasados caballeros andantes para quitarse de los
dientes los harapos de los niños pobres que se merendaba. Un dragón admirado
por enlacadas damas y severos escribas de la corte, los que…
‑¡Manolo, para! ¿No ves la cara
de horror de los niños?
‑Mujer, sólo les estoy preparando
para lo que les espera.
Como la vida misma, si señor. no se si reir o llorar
ResponderEliminarun abrazo
Reir por no llorar... ¡Gracias!
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