viernes, 20 de noviembre de 2020

CONCURSO "UN RELATO PARA LA RADIO" (Quincena VII: Sin necesidad de fingir)

 A continuación podéis leer, por orden alfabético, los relatos presentados en la 7ª quincena del concurso de microrrelatos que he organizado para mi sección de cada dos martes en Radio Elche 'Libros y música para un paseo en Vespa'. 

Pedí por las redes y a través de la web MeetUp y mi Facebook que se me envíen microrrelatos que comiencen con la frase «Sin necesidad de fingir», frase con la que terminaba el relato ganador de la quincena anterior.

Una vez finalizado el plazo de recepción, es cuando los hago públicos en este blog y pido a los propios autores que valoren los relatos del resto de participantes y puntúen los tres que consideren más completos, con 3, 2 y 1 puntos. Tienen que enviar su veredicto a mi correo electrónico (dareces@gmail.com) para que cada uno de ellos realice su votación sin saber cómo están votando los demás.

Además, el resto de lectores también podéis votar de la misma forma que los autores (3 relatos con 3, 2 y 1 puntos). Vuestras preferencias servirán para que, en caso de empate entre dos relatos, elegir la obra ganadora. Ya hemos tenido que recurrir dos veces de cuatro al voto del público.

El relato ganador será leído en la sección de radio de la semana siguiente y su frase final será la de comienzo de los relatos de la próxima semana.

Además, el autor/a del relato ganador se lleva de regalo un paseo en moto, de Scootatrip.

Tenéis de plazo hasta el lunes 23 de noviembre a las 14 horas para enviar las puntuaciones a mi correo electrónico (dareces@gmail,com). El relato ganador será leído el martes 24 de noviembre en el espacio Libros y música para un paseo en Vespa de Radio Elche, sobre las 13:45 del mediodía.

¡Suerte!


ACTUALIZACIÓN 1: Una vez terminado el plazo de votación, publico el nombre de las/os autoras/es de los relatos.

ACTUALIZACIÓN 2: Una vez desvelado el podio en Radio Elche, ordeno los relatos según la cantidad de puntos recibidos..


JAQUE MATE, de América Martín.

Sin necesidad de fingir, en aquel recinto de ojos desorbitados, moví la pieza del tablero... declarando así el jaque mate al campeón.

La densa atmósfera varonil se podía cortar con el filo del grito contenido, de aquellos incrédulos que jamás apostaran dos céntimos por mí.

—Si además es una «chica» y «joven».

Comentaban en una sala con olor a Beatles y a pruebas nucleares en el atolón de las Bikini.

Sereno pero con voz lúgubre, mi contrincante sólo atinó a decir «buena jugada».

Lo sé. Como también en la vida, la mejor jugada será la que se ejecute siempre para triunfar...

 

APOPTOSIS, de Pablo Crespo.

Sin necesidad de fingir más levantó la mano izquierda, se puso en pie, y confesó:

Quiero quitarme la vida, quiero matarme.

Quiero suicidarme.

No he hecho nada que merezca la pena. Mis logros profesionales, mi éxitos personales... nada.

Sé que dejaré un recuerdo en pacientes, amigos y familia, pero esa huella morirá con ellos. ¿Qué permanecerá después? Nada.

¿Para qué han servido todos estos años? Para nada.

No soporto más esta soledad. Necesito un abrazo, amar y que me amen, sentirme un puto ser humano. ¿No lo entendéis?

El camarero terminó de secar el vaso, asintió comprensivo, y le sirvió otra ronda, en silencio.

 

CUIDADOS INTENSIVOS, de Rosa García Panera.

Sin necesidad de fingir, hablando claro será la única manera de arreglarlo ¿Cómo se lo tomará ella y qué le contestará?

El jardín empieza a florecer, para entrar en la casa han instalado una rampa, está toda adaptada para alguien con dificultad para moverse. Teresa atraviesa el salón, lleva una bandeja con el desayuno. Está nerviosa, tiene una reunión en la empresa y la cuidadora no llega. Los ojos de su madre ya no la reconocen, pero su dulce sonrisa la desarma, como siempre.

—Diga.

—Marta, tienes que ocuparte de mamá, yo no puedo más. Ahora te toca a ti.

 

SIERRA NEVADA, de Raquel Zaragoza.

Sin necesidad de fingir el cosquilleo; como esquiadora novata, intenté cruzar las piernas, pero… ¡fue imposible!

Era…, como cuando te haces mucho pis y no puedes aguantarte más, vamos, ¡que me meaba! Hasta que, por fin, encontré un lugar donde aliviar mi apremiante necesidad fisiológica…

—¡Mmmm… ¡Qué gustooo…!, perdón, ¡qué descansooo…! —susurré, cerrando los ojos para disfrutar del momento.

Me sentía libre, como si volara… ¡El pipí había derretido la nieve! Y ahí iba yo, ¡con el culo al aire, colina abajo! Estaba realizando un espectacular eslalon: «culo-manos, culo-manos» hasta que se cruzó una encina y puso fin a mi aventura… ¿extraordinaria?

 

ANTES DE QUE SEA TARDE, de Rosa García Panera.

Sin necesidad de fingir ¿por qué debería hacerlo? No le gustaba su vida, no quería seguir sujeta a obligaciones que ya no eran suyas, le había costado asumirlo y creérselo pero por fin iba a hacer algo, antes de que fuera demasiado tarde.

El tren circulaba veloz, sentado enfrente un hombre leía una novela, ella miraba el paisaje deslizarse en sentido contrario. Recordaba lo que le había empujado a partir, había sido algo tan simple que ahora le hacía reír. Aquel hombre la miró y sostuvo amablemente la puerta del ascensor:

—Pase usted, señora —dijo.

Señora... pensó.

 

CONSECUENCIAS, de Paquita Márquez.

Sin necesidad de fingir, me encaro con ella hecha una furia:

¡Te he dicho mil veces que ni se te ocurra hacerme esto! ¿Qué te has creído, que tienes derecho a que se te consienta todo? ¡Ni hablar! ¡Mira qué desastre de habitación! ¡Ah…! ¡Has roto la lámpara de la mesita…! ¡Y mi frasco de colonia…! ¡Castigada!

Con la cabecita gacha, me mira de reojo; sus grandes ojos tristes y acuosos, parecen estar llenos de lágrimas, pero yo no quiero ni mirarla… porque en cuanto lo haga, vendrá moviendo su rabito y se enredará entre mis piernas haciéndome carantoñas, y yo claudicaré, seguro.

 

PANDEMIA, de Francisco Quiñones.

Sin necesidad de fingir, busca tus ojos con los suyos, tarda unos segundos en encontrarte, en conectar contigo. Tú siempre los descubres tiernos y dulces; hoy, ligeramente compasivos.

Sin necesidad de fingir, al despediros, te repite cada día lo que en su interior es ya un sentimiento eterno; grita un ¡TE ODIO!, que a ti te sabe a un ¡TE AMO!

Su estilosa mascarilla, siempre a juego con el modelo del día, y tu sordera congénita son la garantía de vuestra felicidad durante este año. ¡Bendito 2020!

 

EL ADIÓS, de Ana Medina.

Sin necesidad de fingir como si nada ocurriera, me alejé. No volví la vista atrás para decir adiós, y seguí mi camino buscando nuevos horizontes. Hoy que el tiempo ya pasó, hoy que ha pasado la vida, no dejo de recordar aquellas cosas perdidas. La distancia enterró el pasado, ¿muchas veces me pregunto si valió la pena?... Porque la tristeza del que se aleja dejando atrás sus recuerdos y su casa, por el resto de sus días, siente una flecha clavada dentro de su corazón, que se agita cada mañana al ver el paisaje extraño donde su vida se acaba.

 

EL RETROVISOR DE MI MOTO, de Narcís Ibáñez.

Sin necesidad de fingir pasé la juventud montado en un escúter con la velocidad propia de la edad, aprendí en la carretera a tener respeto por mis compañeros/as. El reloj del tiempo marcó la caída de muchos violentos, también vimos malvados nacer, la vida es una ruta con sinuosas curvas.

Nunca me arrodillé, esquivando con cintura las situaciones de riesgo, persiguiendo sueños, encontrando realidades.

En la madurez los valores de convivencia cambiaron hacia un Individualismo social, lo dejé pasar a todo gas. No «todo vale» para amasar fortuna, ese sueño tan norteamericano...

Hoy en mi vejez añoro al viejo motero cual fuente de sabiduría.

 

MALETA, de Ana Montesinos.

Sin necesidad de fingir le miró con ojos furiosos. Se acabó tanto disfraz y tanta sonrisa insincera. Había aguantado durante años la compostura, se había tragado su orgullo y bajado la cabeza en cientos de ocasiones y hoy por fin podía ser ella misma.

Así que cogió su pequeña maleta, metió las pocas pertenencias que le quedaban y alguna foto de su infancia y decidió salir de allí sin mirar atrás.

Le esperaba una nueva ciudad, un trabajo de dependienta en una pequeña tienda de barrio, y la ilusión y la alegría no fingida de comenzar una nueva vida.

Nunca es tarde para renacer.

 

EL SIGNIFICADO DE UN CONJUNTO DE PALABRAS, de Lucía Palomares.

Sin necesidad de fingir, el conjunto de palabras que me repetías todos los días, y para mí, el que me atormentó todas las noches.

Todavía recuerdo cómo la fugacidad de una desavenencia se llevó consigo más de dos años a sus espaldas. En aquel tiempo culpé al miedo, miedo a demostrar con palabras lo que mis ojos llevaban haciendo desde que conocieron tu existencia, quererte.

Pero en la actualidad no hay sino más culpable que la persona que escribe este relato, por no escucharte cuando tenía la oportunidad de hacerlo, por seguir fingiendo ante el mundo lo que solo supe demostrar en mis adentros.

 

LOS SUEÑOS, de Ana Medina.

Sin necesidad de fingir lo que realmente se siente, en mi vida he convivido con sueños y recuerdos. Algunos llenos de felicidad y muchos otros llenos de adversidad. Los felices, son aquellos donde, al recordar hechos del pasado, el rostro se ilumina sin dejar de sonreír, los saboreamos despacio con el placer que nos produce acordarnos de ellos. Los adversos, son los que llegan de madrugada sin haber sido invitados. Aquellos que nos ofrecen un cierto desasosiego, nos acompañan a través del tiempo sin abandonarnos, y los hacemos parte de nuestra convivencia diaria, sin importarnos cohabitar con ellos toda la vida.

 

TRISTEZA, de Raquel Zaragoza.

Sin necesidad de fingir durante más tiempo, la chica de los ojos tristes gritó: ¡¡basta!!

Samira no tenía cicatrices, el cuerpo. Pero, a veces, marcan más las del alma. Llevaba diez años casada con «El monstruo de la frustración». Y, sin embargo, sentía total dependencia por él. Creyó que se merecía todas sus humillaciones, por eso, siempre le justificaba…

Lo hizo hasta el día en el que al mirarse al espejo no se reconoció. Entonces pidió ayuda. Y al no sentirse sola, dejó de temer al monstruo, y empezó a verlo como un fantasma.

 

CLORURO DE SODIO, de Silvia Espina.

Sin necesidad de fingir, nuestra amiga, la eminente microbióloga María Conchita del Orzuelo nos contó la verdadera razón de su alejamiento de la Fundación Salinera de las Marismas.

En sus investigaciones con muestras procedentes del saladar, detectó ciertos organismos que se creían fósiles pero presentaban movimientos que señalaban su vitalidad, aglutinándose con la sal y desplazándose con una velocidad sorprendente.

La doctora alertó a los directivos de la Fundación, pero la reacción fue tardía: las manadas de microorganismos vivos sobrepasaron los márgenes de las salinas deslizándose hasta llegar a la calzada, provocando múltiples y peligrosos accidentes en las carreteras comarcales.

 

PROHIBIDO TOCAR, de María José Peña.

Sin necesidad de fingir, así se sentía cuando se ponía de pie y se sacudía el polvo, cuando el esfuerzo por superarse merecía la pena y el intento, aunque a veces no se lo pusieran fácil, las ganas nunca la abandonaban.

Cuando, a pesar del miedo, daba un paso al frente, aunque supusiera clavarse la espada. Le dijeron de pequeña que abriera bien los ojos porque la valentía, era una flor que crecía en la adversidad, y ahora era más consciente que nunca, y que no tuviera miedo de las tormentas, porque siempre escampaban.

Sabía que podían dejarla tocada, pero no hundida.

 

PUBLICIDAD, de Paquita Márquez.

Sin necesidad de fingir más la resignación que nunca tuvo, toma la drástica decisión de publicitarse. Todo el mundo ha olvidado el poder de la magia, hasta los niños, pero ella aún tiene mucha en su varita y necesita repartirla. Al día siguiente miles de preguntas aparecen intermitentes por todos lados: en escaparates, luminosos, teles, aceras, farolas…

«¿Quieres pasear por el Arco Iris? ¿Necesitas hablar con tu mascota? ¿Tu sueño es poder volar? ¿Transformar a tu marido en un tipo encantador? ¿Anhelas poder colarte por las rendijas?...»

Bajo cada pregunta, una dirección: www//hadazul@magic.com

Las redes se colapsan. Renace la magia

 

EL MEJOR REGALO, de Raquel Zaragoza.

Sin necesidad de fingir, ni mentir diciendo que había olvidado su cumpleaños, le confesó la verdad a su hija:

—Lo siento, Marina. no he podido comprarte nada, —reconoció bajando la mirada—. Después, le dio una hoja de hiedra que acababa de coger en la calle.

—¡Me encanta! Ahora, léeme un cuento, mami.

Muchos años después, Marina iniciaba una conflictiva relación con «un tal Alzheimer», cuando buscando otra cosa, encontró el libro de cuentos de su infancia, el que su madre siempre le leía, el de «Andersen». Y, al abrirlo, vio una hoja de hiedra seca; la recordó, la besó y sonrió.

 

ARROGANCIA, de Américo Fojo.

Sin necesidad de fingir serenidad ante el mar embravecido, el patrón de la nave ordenó a sus hombres que aseguraran la carga.

Era marino con años y muchos mares de experiencia pero el oscuro fulgor nocturno de las olas, reflejando el latido acompasado del faro, lo desconcertaba.

Los instrumentos no funcionaban y la espuma, con rara efervescencia, clausuraba los cristales.

¿Dónde estaba la entrada de ese fondeadero?

Hombre terco, no iba a permitir que los marineros dudaran de su pericia.

Con soberbia, aferró el timón con ambas manos y giró violentamente hacia el puerto imaginado.

Un relámpago solo mostró un acantilado reluciente de espuma.

 

MAMÁ, de Ana Montesinos.

Sin necesidad de fingir que llevaba horas llorando, el pequeño se acurrucó junto a su madre nada más salir del colegio.

Sentirla cerca, jovial, con ese olor a frescura que tanto le reconfortaba y saber que ella siempre estaba allí para secar sus lagrimas y escucharle atenta y pacientemente, ya hizo que su llanto fuera sosegándose.

Le cogió la mano camino a casa y notó su calidez al instante. Ella quería saberlo todo y preguntaba, como cada tarde, por las clases, el patio, los amigos. Y él sabía que sacaría su tristeza al contarle lo sucedido y hallaría buenos consejos.

Llegó a casa riendo.

 

LIBERTAD, de Patricia Rodríguez.

Sin necesidad de fingir, le prometió ella cuando se encontraron.

Fue un encuentro casual, de esos de mirada intensa en un pub de madrugada con parón del tiempo y desaparición del Universo. Ella leyó en él, asintió con la cabeza y le dejó hacer.

Quisieron que durara, y duró. No fingió, no necesitó correas ni mordazas esta vez. Se sintió real y liberado, pleno y creativo.

En señal de agradecimiento la arropó con mimo, usando el edredón de florecitas rosas de su cama.

Ahora tenía que ducharse y quitarse la sangre o llegaría tarde a la oficina.

 

INFIEL, de África Estrella.

Sin necesidad de fingir, con toda sinceridad contaré que él era dulce, suave, agradable. Con él me sentía admirada. Pero le fui infiel. Me convencieron de que no pasaría nada.

Después te lavas bien y nadie lo notará, decían. Así que probé. Terminó gustándome y repetí varias veces. Perdí la cuenta de los que pasaron acariciando mi cuerpo, quedándose conmigo. Pero como de todo nos cansamos, un día volví con él, me juré a mí misma que jamás le volvería a ser infiel. Hasta ahora lo he cumplido: no he vuelto a ser infiel a mi perfume de siempre, mi favorito (no digo marca).

 

DE MIEDOS Y MONSTRUOS, de Paquita Márquez.

Sin necesidad de fingir valor, se tapó la cabeza con las mantas cuando mamá apagó la luz, muerto de miedo. Pensaba en las palabras de su madre: «Lo que no existe, no puede dar miedo. Los monstruos no existen; los dragones alados que ves asomarse a tu ventana cada noche y los duendes que oyes pelearse dentro del armario, son pura imaginación tuya, cariño…» Luego, mamá le hizo asomarse debajo de la cama. «¿Ves? ¡No hay ningún monstruo!»

¡Eso era lo malo, lo que le daba más miedo…! Su amigo, el pequeño monstruo verde que vivía bajo su cama, también había desaparecido…!

 

SIN COMPASIÓN, de Marcelo Celave.

Sin necesidad de fingir, con hierática calma, yo diría con obsceno descaro. Así me dejó, con una última frase que repiquetea en mi mente: hoy vas a entrar en mi pasado.

No logro entender qué hice mal, aunque está claro que la he perdido. No quiero que me vea desesperado, mi último recurso es mostrar firmeza e integridad para dejar un buen recuerdo en ella.

Sonreí y me fui por el pasillo…, cabeza gacha, manos en los bolsillos, silbando bajito.

Me va a resultar muy difícil vivir sin sus visitas quincenales. Para colmo todavía me quedan tres años hasta que me den la condicional…

 

SÓLO CON LA MIRADA, de Martina Arreaza.

Sin necesidad de fingir, te miré a los ojos y tú, supiste sin necesidad de palabras lo que más temías.

Cada poro de mi piel temblaba al verte. Tus ojos tampoco mentían; me acerqué con el deseo de acariciar tu cara, pero tu fría mirada sin necesidad de manos me apartaba.

Sólo pronuncié... «Lo siento» . No respondió. Se dirigió a aquella habitación llena de recuerdos, sacando una maleta previamente preparada y la puso en la puerta sin mediar palabra.

Era el fin de aquello que yo más quería y no supe conservar.

Salí llorando, sólo mis ojos hablaron.

 

 

Y en el PODIO tenemos esta semana:

En tercera posición el bronce es, con 10 puntos, para:

ALGODÓN, de María José Peña.

Sin necesidad de fingir, así es como me sentía cada vez que cerraba aquella puerta tras de mí y veía como mirabas aquella tira de fotomatón con nuestras caras haciendo muecas o besándonos. Decías que sería el marcapáginas para saber dónde volver si nos perdíamos, mientras sujetabas mi cara con tus manos: me parecía tan erótico ese gesto… Las mismas que eran capaces de hacerme temblar sin decir una sola palabra.

Convertiste aquel espacio en un refugio donde todo era perfecto, las sábanas revueltas a la luz de las velas, el olor a café recién hecho por la mañana, la vida por delante.

 

En la segunda posición la plata se la lleva, con 12 puntos:

AHORA YO, de Yepes.

Sin necesidad de fingir, caminaba con paso lento y aire displicente. Seguía siendo impuntual pero ya no le importaba. Había prometido a su anterior YO que jamás volvería a esa casa.

Avanzaba por el pasillo enfundada en un imponente vestido de terciopelo negro. Todos los sacrificios habían merecido la pena. Ahora sí se reconocía encima de aquellos caros tacones de aguja.

El momento había llegado. Allí estaban todos, reunidos alrededor de la mesa del comedor. Estupefactos.

Como siempre llegas tarde, Carlos —le espetó su padre con desdén.

Marta…, papá..., me llamo Marta… —contestó ella ya sin necesidad de fingir.

 

Y en primera posición, con 22 puntos, tenemos:

EFECTO BALSÁMICO, de Trini García Lloret.

Sin necesidad de fingir sinceridad, cogió el bolígrafo y dibujó con palabras una tormenta de arena.

Se sentía rara... eso sí, pero escupió palabras que quemaban como un fuego que nunca antes se atrevió a sacar de su interior.

También escribió palabras frías, recuerdos de hielo, afiladas estalactitas... que salían a toda velocidad de su mente... y se clavaban con fuerza en el papel.

Descubrió que escribiendo se sentía bien, curaba heridas que ni tan siquiera sabía que tenía.

Recuerdos que aparecían, escocían, dolían, helaban... pero rápidamente aliviaba con más palabras.

Fue así como descubrió el efecto balsámico de las micras de un relato.

 


Fuera de concurso:

 DESCENSO, de David Reche Espada

Sin necesidad de fingir ni de usar excusas entrarás por la puerta del hotel y atravesarás el lobby hacia los ascensores. Nadie te preguntará, no repararán en ti. Limítate a tu camino sin levantar la cabeza ni quitarte la gorra.

En la sexta planta no hay cámaras, recorre el pasillo hasta el final: habitación sesenta y seis. A esa hora las kellies aún no han llegado y los inquilinos anteriores habrán dejado la puerta abierta. Abre el ropero, coges la katana y mueve la caja fuerte: verás un agujero a la habitación inferior. Déjate caer. Cuando veas a la Primera Dama, desata el infierno.



2 comentarios:

  1. Me gustan alguno más otros menos. Pero lo que me complace sobremanera es ver el interés y empeño que todas y todos ponemos por escribir el microrrelato. Adelante compañeras, seguro que alguna vez lograremos el primer puesto, y nos iremos a dar El paseo en Vespa.

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    1. He de dar a todos las gracias por participar en este concursito. Todas/os tenéis ese paseo ganado.

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