Con los pies a remojo mientras pescaban en la playa iban
fantaseando en voz alta sobre lo que harían en el futuro hipotético de una
buena pesca. Las olas del Caribe les rendían pleitesía muriendo en la orilla,
igual que los corazones de los turistas cincuentones que al verlas pasar
soñaban con una segunda juventud, cortesía de alguna mulata veinteañera de
curvas imposibles y risa cantarina. Ellas ya habían aprendido que sus sueños se
construían con los sueños de otros. En este caso el suyo era pescar con quién escapar
del paraíso, igual que un jinete deja atrás su recuerdo en forma de estela de
polvo intangible.
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