Hace unos días unas compañeras de trabajo me pidieron que escribiera un relato para despedir a otra compañera a la que envían a trabajar unos meses a Baku, Azerbaiyán. Me pidieron que fuera un relato corto, de los que suelo escribir. Era un encargo exprés, de un día para otro, y dudaba que pudiera escribir nada decente. Además, yo esa tarde en cuanto saliera de la oficina había quedado casi inmediatamente para cenar con unos amigos, y la idea que se iba gestando en mi cabeza mientras regresaba a casa en la moto daba para una historia de más de las 100 palabras habituales de mis microrrelatos.
Llegué a casa y me puse a escribir. Salió casi de una forma verborreica esta pieza loca y surrealista que viene a continuación, con unas cuantas referencias a las circunstancias de nuestra oficina, y que al día siguiente interpreté frente a la homenajeada con el concurso de otros compañeros de trabajo haciendo los coros:
Cuenta una vieja leyenda conocida por los pescadores azeríes de la isla de Çirov que, más pronto que tarde, el monstruo del Caspio retornaría de su sueño semieterno para reclamar todo lo que los distintos pueblos ribereños de ese mar le habían ido arrebatando con los siglos.
Llegué a casa y me puse a escribir. Salió casi de una forma verborreica esta pieza loca y surrealista que viene a continuación, con unas cuantas referencias a las circunstancias de nuestra oficina, y que al día siguiente interpreté frente a la homenajeada con el concurso de otros compañeros de trabajo haciendo los coros:
NOELIA CONTRA EL MONSTRUO DEL CASPIO
Cuenta una vieja leyenda conocida por los pescadores azeríes de la isla de Çirov que, más pronto que tarde, el monstruo del Caspio retornaría de su sueño semieterno para reclamar todo lo que los distintos pueblos ribereños de ese mar le habían ido arrebatando con los siglos.
Cuando caía la noche en las
tabernas del puerto de Baku, los más ancianos relataban historias terribles que
vivieron en su juventud lejana. Historias sobre barcos que desaparecían
arrollados y engullidos por una bestia inmensa que arremolinaba el agua a su
alrededor como si de un tifón infernal se tratase. Los taberneros servían vodka
frío a todo aquel que aún retuviera en su memoria los hechos de esos días
pasados, puesto que mientras más terrorífico era su relato, más público acudía al establecimiento.
–¡Cuentos de viejos! –respondió
una vez en uno de esos garitos decrépitos del puerto un joven millenial que, con
su Smartphone, su formación
occidental y su depurado inglés, había roto con el pasado cultural de su país–.
Del Caspio no sale más que caviar y petróleo, lo que nos ha hecho ricos. Dejad
de escuchar esas historias absurdas. No hay monstruos en nuestro mar –sentenció
antes de salir del local dando un portazo. Evidentemente un millenial allí no
pintaba nada. Sólo había ido a hacer una foto para su Instagram y para
enseñarla a continuación a sus colegas de los garitos de moda del paseo
marítimo de Baku.
–¡Ignorante! –gritó el viejo cuya
historia se había visto interrumpida por el joven–. El monstruo del Caspio está
a punto de volver. ¡2018 es el año! ¡Y está a punto de pasar! ¡Corred,
insensatos!
Esa noche estaba en la taberna el
vicealmirante Hasan Asfaraini, director adjunto del Servicio de Inteligencia de
la república de Azerbaiyán, que regresó a su casa dándole vueltas a todo aquello,
y pasó una noche de pesadillas en la que el monstruo del Caspio terminaba con
las reservas de petróleo y de caviar y sumía a todos los países ribereños en el
caos y en la pobreza.
A la mañana siguiente, el
vicealmirante Asfaraini convocó a su consejo asesor en asuntos esotéricos y
expuso sus temores en relación a la profecía del monstruo del Caspio.
–¡Señores! Investiguen, recaben
toda la información y prepárenme un informe. ¿Está nuestra nación en peligro?
Los asesores salieron a
investigar por todos los rincones del país, a todos los puertos allende el mar,
se infiltraron entre las echadoras de cartas de Atyrau, en Kazajstán,
preguntaron a quienes leían en los capullos de los gusanos de seda de Astracán, en el delta del Volga, arrancaron con crueldad los dientes de oro a los piratas, aún más crueles, de Turkmenbashi en Turkmenistán para sonsacarles su información,
subieron a las cumbres iraníes de Mazandarán para escudriñar en los viejos pergaminos
olvidados en las mezquitas de los primeros assassini. Pero uno a uno, los
asesores del vicealmirante Asfaraini fueron regresando a Baku, sin ninguna
respuesta.
El vicealmirante, apesadumbrado, convocó una
reunión con los altos cargos de los ministerios de Energía y de Agricultura y Pesca,
para exponerles la gravedad de la situación.
–¿Qué haremos? –preguntó
desconsolado el Subsecretario de Pesca–. Nuestro caviar es el mejor de toda la
región, es el que nos compra Putin para regalar a Trump.
–¿En serio? –preguntó el joven
Pur Nesimi, a la sazón Jefe del Servicio de Supervisión de Proyectos del Petróleo del Ministerio
de Energía.
–Efectivamente –confirmó el
vicealmirante Asfaraini–. Putin tiene a Trump callado gracias a nuestro caviar.
Si los esturiones desaparecen, Putin nos bombardeará como represalia, justo
antes de que ese cowboy loco de Trump
apriete el botón nuclear mientras grita “Where is my fucking caviar!”.
–Eso es un grave inconveniente
–reconoció el señor Nesimi–. En ese caso creo que adelantaré mis vacaciones de
Semana Santa, que lo que va por delante, va por delante.
Pero en ese momento la puerta del
despacho del vicealmirante Asfaraini se abrió de golpe y el último de los
asesores en asuntos esotéricos del Servicio de Inteligencia de la República de
Azerbaiyán entró a la carrera arrastrando tras de sí a una anciana cabrera del
monte Murovdag, cerca de la frontera con Armenia.
–¡No! ¡Un momento! –gritó el
funcionario–. Esta mujer conoce la leyenda, es médium y tiene capacidades para
traernos la solución.
–¿Será eso posible? –preguntó el
Subsecretario de Pesca.
Pero la vieja cabrera no le
escuchó. Se quedó mirando fijamente al joven Pur Nesimi, Jefe del Servicio de
Supervisión de Proyectos del Petróleo del Ministerio de Energía. Éste se
incomodó por la mirada estrábica de aquella mujer anciana que olía a cabra y que sería
seguramente más vieja que el mismísimo monte Ararat, donde encalló el arca de
Noé.
–¡Tú lo sabes! –le gritó la mujer
sonriendo con una boca en la que faltaban el incisivo superior izquierdo, tres
molares superiores, dos inferiores y cinco premolares, tanto superiores como
inferiores.
–¿Yo? –preguntó retrocediendo
atemorizado.
–Sí, tú, hermoso joven –dijo la
venerable señora lanzándose hacia él y propinándole un lascivo beso de
tornillo.
–¡Por Alá! ¿Pero qué hace?
–preguntó escandalizado el vicealmirante Asfaraini.
–No se apure, jefe –respondió el
agente que la había traído–. Es su método para poner en trance a la gente, de
forma que puedan canalizar la información que fluye a través de nosotros.
–¿En serio?
–O es eso, o que la vieja besa
como los putos ángeles –intervino el Subsecretario de Pesca al ver cómo su
colega, el joven señor Pur Nesimi, dejaba los ojos en blanco y empezaba a recitar
algo incomprensible.
–¡Callen! –gritó la anciana
relamiéndose y limpiándose la boca con el dorso de su mano callosa y arrugada–.
La respuesta que buscan ya llega.
A continuación se dirigió al
anonadado Pur Nesimi y le preguntó.
–Y ahora, ¿quién nos salvará?
El joven comenzó a hablar.
–Hay una chica que es igual.
–¿Igual a quién? –preguntó el
vicealmirante
–Pero distinta a las demás.
–¡No me fastidie! ¿La ha visto?
–La veo todas las noches.
–¿Dónde? –preguntaron todos.
–Por la playa pasear –respondió
el joven en trance.
–Cuéntenos más, por el profeta.
¿Qué más sabe?
–Y no sé de dónde viene... Y no
sé a dónde va.
–¿Eso es todo? –el vicealmirante
se estaba desesperando.
–Hace tiempo que sueño con ella
–continuó Pur Nesimi.
–¿Y? –preguntaron todos al
unísono, a punto de darles un ataque.
–Y sólo sé que se llama Noelia.
–¿Pero sabe quién es?
–Hace tiempo que vivo por ella.
–¡Déjese de historias! ¡Por el
camello de Mahoma! ¿Qué más sabe?
–Y sólo sé que se llama Noelia,
Noelia, Noelia, Noelia. Noelia, Noelia, Noelia, Noelia, Noelia, Noelia, Noelia…
–¡Qué alguien busque a esa tal
Noelia! –estalló el vicealmirante Asfaraini sacando del trance al joven señor Pur Nesimi, Jefe del
Servicio de Supervisión de Proyectos del Petróleo del Ministerio de Energía.
–¿Noelia? –preguntó éste al
volver a la realidad.
–Eso es –dijo la vieja cabrera–.
Noelia es la elegida para derrotar al monstruo del Caspio.
–¿Y quién es Noelia? –preguntó el
Subsecretario de Pesca–. Los esturiones necesitan a Noelia.
–¡Lo sé! –gritó Pur Nesimi, como ya saben, Jefe
del Servicio de Supervisión de Proyectos del Petróleo del Ministerio de Energía–. La estoy viendo en mis sueños…
–¡Hable de una vez, por Fátima y todas
las sobrinas del profeta! –perjuró el vicealmirante.
–Es una joven ingeniera española
que trabaja en uno de los proyectos que tenemos.
–¡Qué la
traigan!
Media hora después, una comitiva
de coches de policía, camiones de bomberos, tanques del ejército, e incluso un
furgón de helados requisado por el vicealmirante, se dirigió a las oficinas de
Técnicas Reunidas en Baku para buscar a Noelia, la elegida.
Irrumpieron todos en Técnicas
Reunidas, el vicealmirante, el joven Pur Nesimi, la vieja cabrera, el asesor de
asuntos esotéricos, el Subsecretario de Pesca, y también la señora del café del
Servicio de Inteligencia, a la que le gustaban los saraos más que a Mariano,
acompañados de policías municipales, soldados, bomberos de servicio y el
repartidor de helados.
La secretaria de recepción
preguntó que de parte de quién venían y luego guiñó un ojo a Pur Nesimi y dijo.
–No, qué va, pasen, que estoy
tonta, que tenemos aquí a todo un vicealmirante. ¡I got it! Y eso en Burgos no se ve todos los días.
Sin terminar de entender de qué
hablaba la secretaria, todos subieron en el ascensor (era muy grande, ni
tuvieron que hacer turnos ni usar las escaleras), a buscar a Noelia.
–¿Eres Noelia? –preguntó el
vicealmirante Asfaraini al tenerla frente a él.
–Sí, ¿qué quieren? –preguntó un
poco contrariada puesto que habían interrumpido la lección magistral que le
estaba dando su sabio compañero de trabajo Santiago.
–¡Eres la elegida! –gritó la
vieja cabrera del monte Murovdag, cerca de la frontera con Armenia.
–¡La elegida! –gritaron todos los
soldados, bomberos, policías, el repartidor de helados y la señora del café del
Servicio de Inteligencia.
–¿Yo? Qué va, mujer. Yo soy
ingeniera de caminos, canales y puertos.
–¡Perfecto! –asintió el
vicealmirante–. Tú canalizarás las fuerzas con las que vencer al monstruo del
Caspio, y hallarás el camino para llevarnos a buen puerto.
–Miren, no sé de qué me hablan.
–¿Qué sabes del mar? –preguntó el
vicealmirante sin prestarle atención.
–Bueno, yo soy de Madrid, sólo
voy en verano –explicó Noelia–. Pero tengo unos compañeros de trabajo que
curran en temas dedicados al submarinismo.
–¡Excelente! – dijo el
vicealmirante–. ¡Que alguien los busque y los traiga al puerto!
Sin dejarle decir nada más, y
dejando a Santiago con la palabra en la boca, salieron todos del edificio con
ella: el vicealmirante, el joven Pur Nesimi, famoso Jefe del Servicio de Supervisión de
Proyectos del Petróleo del Ministerio de Energía, la vieja cabrera, el asesor
de asuntos esotéricos, el Subsecretario de Pesca, los municipales, los
soldados, los bomberos, la señora del café y el repartidor de helados, que
aprovechó la ocasión para regalar a Noelia un Calippo, que lo aprietas y sube,
lo sueltas y baja…
–¡Adiós, adiós, vuelvan cuando
quieran! –sonrió desde la puerta la secretaria de recepción–. You're always welcome, darling.
La comitiva, con sus camiones de
bomberos, tanques, coches de policía y furgón de helados, se dirigió al puerto
a toda prisa y montaron a Noelia en un barco.
–¿Y ahora qué hago? –preguntó
ella– Qué he quedado luego con los de Gestión de Contratos.
–Déjese de gaitas y dirija el
barco al centro del Caspio –ordenó el vicealmirante–. Mire, por aquí llegan sus
amigos los del submarinismo… Que ellos busquen en el fondo del mar al
monstruo del Caspio.
Así que Noelia, sus compañeros expertos en submarinismo y el popular Pur Nesimi, Jefe del Servicio de Supervisión de Proyectos del Petróleo del Ministerio de Energía, pusieron la embarcación en marcha y enfilaron la proa hacia el centro geográfico del mar Caspio, en busca de su famoso monstruo.
Así que Noelia, sus compañeros expertos en submarinismo y el popular Pur Nesimi, Jefe del Servicio de Supervisión de Proyectos del Petróleo del Ministerio de Energía, pusieron la embarcación en marcha y enfilaron la proa hacia el centro geográfico del mar Caspio, en busca de su famoso monstruo.
El horizonte amenazaba tormenta,
los esturiones nerviosos saltaban a uno y otro lado del casco del barco. Toda
la tripulación vigilaba, estaba alerta, con los nervios de punta, escudriñaban en todas
direcciones, esperando que en cualquier momento surgiera de las profundidades
del mar algún ser terrorífico y atávico contra el que no sabrían cómo enfrentarse.
Pur Nesimi, el joven y atemorizado Jefe del
Servicio de Supervisión de Proyectos del Petróleo del Ministerio de Energía,
para ahuyentar al miedo que intentaba atenazarle, empezó a tararear la canción que desde el momento del
trance se le había quedado en la cabeza.
–Noelia, Noelia, Noelia, Noelia,
Noelia…
Entonces, como si respondiera a
esa llamada, un coro de viento metal y potentes voces levantinas surgieron de
entre las olas, atronando por encima del ronroneo cansando del viejo barco. A
continuación una columna de agua se irguió frente a ellos, y bailó al ritmo de
la canción que Pur Nesimi no podía dejar de cantar.
–Noelia, Noelia, Noelia, Noelia,
Noelia…
–¡Qué te calles, copón! –gritó
ella–. Me vas a gastar el nombre, y encima tenemos al monstruo ese ahí delante.
Pur Nesimi, el joven y atribulado Jefe del
Servicio de Supervisión de Proyectos del Petróleo del Ministerio de Energía
enmudeció, y con él la columna de agua, que se quedó quieta. Entonces una voz cálida
y amable retumbó por todo el cielo.
–¿Quién es Noelia? –preguntó la
voz.
–¡Yo soy Noelia! –gritó ella un
poco harta de tanto circo.
La columna de agua, en cuyo seno
nadaban miles de esturiones, se desvaneció en una gran lluvia de huevas de
caviar que cayó sobre toda la tripulación del barco, impregnándolos por
completo de su agradable aroma marino. Entonces la voz respondió.
–Y sólo sé que se llama Noelia…
Como un flash, en el cielo se
dibujó la cara de Nino Bravo, que entre aplausos y ovaciones de todos los
muchachos del submarinismo, les dedicó la canción Noelia antes de desvanecerse en el cielo y prometer no volver nunca
más.
–Verás tú los de Gestión de
contratos cuando nos vean aparecer oliendo a pescado… –dijo Noelia.
Pero, ¿qué importaba lo que dijeran los de Gestión de Contratos si desde aquel día, y gracias a que ella salvó los sectores estratégicos del país, a propuesta del vicealmirante Asfaraini, el nuevo himno de la República de Azerbaiyán sería la canción Noelia de Nino Bravo, y el retrato de la joven ingeniera española ondearía junto a todas las banderas y escudos que se pudieran contemplar en esa simpática república ribereña del hermoso mar Caspio, un mar ya sin monstruos que atenazaran el sueño de los niños por la noche. A partir de entonces, todos esos niños, antes de dormir, en sus oraciones incluían un ¡Təşəkkürlər, Noelia!, que significa ¡Gracias, Noelia!
Pero, ¿qué importaba lo que dijeran los de Gestión de Contratos si desde aquel día, y gracias a que ella salvó los sectores estratégicos del país, a propuesta del vicealmirante Asfaraini, el nuevo himno de la República de Azerbaiyán sería la canción Noelia de Nino Bravo, y el retrato de la joven ingeniera española ondearía junto a todas las banderas y escudos que se pudieran contemplar en esa simpática república ribereña del hermoso mar Caspio, un mar ya sin monstruos que atenazaran el sueño de los niños por la noche. A partir de entonces, todos esos niños, antes de dormir, en sus oraciones incluían un ¡Təşəkkürlər, Noelia!, que significa ¡Gracias, Noelia!
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