Debería huir de las tardes que entierran días agotados de deambular perdidos en el mapa de recuerdos ya difusos en mis ojos.
Debería huir de los ojos que me miran acusadores de un
olvido impremeditado fruto del desdén que crece en el cubo de la basura de un
amor que no supo que era mortal.
Debería huir del amor que revolotea con las alas de las
ensoñaciones irresponsables de una noche atiborrada por los cuentos de quién
sabe si quizá.
Debería huir de los cuentos improbables que se deslizan bajo
el resquicio de la entrada a la caverna de Platón y sus cuarenta ladrones.
Debería huir de los ladrones que prisioneros de excusas sin
fuga me devuelven las tardes, tus ojos, nuestro amor, mis cuentos.
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