viernes, 9 de octubre de 2020

CONCURSO "UN RELATO PARA LA RADIO" (Quincena IV)

A continuación podréis leer los relatos presentados en la 4ª quincena del concurso de microrrelatos que he organizado para mi sección de cada dos martes en Radio Elche 'Libros y música para un paseo en Vespa'. 

Pedí por las redes y a través de la web MeetUp que se me envíen microrrelatos que comiencen con la frase Sueña el pueblo, frase con la que terminaba el relato ganador de la quincena anterior.

Una vez finalizado el plazo de recepción, es cuando los hago públicos en este blog y pido a los propios autores que valoren los relatos y puntúen los tres que consideren más completos, con 3, 2 y 1 puntos. Tienen que enviar su veredicto a mi correo electrónico (dareces@gmail.com) para que cada uno de ellos realice su votación sin saber cómo están votando los demás.

Además, el resto de lectores puede votar también de la misma forma que los autores (3 relatos con 3, 2 y 1 puntos). Sus preferencias servirán para que, en caso de empate entre dos relatos, elegir la obra ganadora.

El relato ganador será leído en la sección de radio de la semana siguiente y su frase final será la de comienzo de los relatos de la próxima semana.

Tenéis de plazo hasta el lunes 12 de octubre a las 14 horas para enviar las puntuaciones a mi correo electrónico (dareces@gmail,com). El relato ganador será leído el martes 13 de octubre en el espacio "Libros y música para un paseo en Vespa" de Radio Elche, sobre las 13:45 del mediodía.

¡Suerte!


ACTUALIZACIÓN 1: Una vez terminado el periodo de votación, publico los nombres de las autoras (y los cuatro autores).


ACTUALIZACIÓN 2: Reordeno los relatos según orden de menor a mayor puntuación.


PUEBLO CREYENTE, de América Martín.

Sueña el pueblo creyente

que Dios le dará una mano

ante el dolor mundano

del hombre en el continente.


Cuando el pueblo así diga

que el tener mucha conciencia

te enriquecerá la sapiencia,

tendrás hambre en la barriga.


Así cruje la tripa ansiosa

llegando al final del día

con unas pocas judías

resuelve el pobre la cosa.


Son muy pocos los valientes

que desmienten tanta injuria

más quieren callar su furia

con cargos intrascendentes.


No es el hambre corporal

la que el pueblo siempre sufre

la injusticia es el azufre

que envenena la moral.


Se levanta el sol naciente

y hay que trabajar.





SALTANDO EL DECORO, de Raquel Sepulcre.

¿Sueña el pueblo?... porque ayer iba camino a casa, como de costumbre, y sobre la acera y en un punto estratégico casi imposible de esquivar me topé con una mierda. El zurullo era hermoso y bien hecho, de color café y lustre íntegro. Pensé que la caca era un poco desproporcionada, obstaculizaba la mitad del paso y era raro que no le hubieran dejado huella ya, así que decidí saltarla con gracia y rapidez para no levantar mucha expectación, no fuera que me viera alguien y me hiciera quitarla.

Una vez ya me alejé del lugar del conflicto respiré aliviada....y es que en tiempos de suciedad es más fácil soñar la mierda que ser cívico.





MARÍA, de América Martín.

Sueña el pueblo creyente

que Dios le dará una mano

ante el dolor mundano.



Y muchos sin trabajo por la pandemia indecente y el encierro malsano, van a la calle conscientes del peligro que les acecha, porque el hambre crea brechas que son difíciles de saldar, y su familia deshecha ya no la puede ayudar. Sin sustento está dispuesto a currar todo el día y en la calle encuentra brea vestida de «María». Así cae el inocente por pasar tantas penurias, y no sirve ser valiente o llorar con tanta furia, que el error se paga caro, aunque toda no sea su culpa.





VIRUS, de Ana Montesinos.

Sueña el pueblo con volver a abrazar a sus gentes. Tras el estallido de la noticia todo era incertidumbre. Al principio incredulidad, rechazo, incluso sorna. Pero conforme la sombra de la muerte avanzaba rápida, veloz y sin piedad, el pueblo comenzó a sentir miedo.

Y como si de una película de ciencia ficción se tratara, como personajes futuristas viviendo en mundos inhóspitos, los ciudadanos nos encerramos en nuestras casas sin contacto exterior.

Y cada noche, asomada a la ventana, ese pensamiento en mi cabeza. Mi ciudad, mi país, la humanidad entera paralizada por el virus, cada noche sentía, que aquello no era real.





¿DÓNDE ESTÁN?, de Rosa Juan.

Sueña el pueblo dormido cuando se desvanece la noche.

Sueña el pueblo, cuando el sol lanza sus primeros rayos de luz en el horizonte y cambian los colores del amanecer del nuevo día.

A lo lejos se escucha algún gallo y los pájaros vuelan y anidan en fachadas y tejados.

Sueña el pueblo vaciado y añora tiempos pasados, aquellos en que los niños jugaban en la calle, correteaban por el campo y se escuchaban risas y alegrías.

Los escasos habitantes salen a la calle, siguen ahí un día más, pero, también un da menos, hasta que llegue el largo y definitivo viaje.





EL MAGO (1), de María Bastida.

Sueña el pueblo dormido, creyendo que está despierto, bajo la sombra del manto que ha desplegado el mago del engaño.

Con su aliento, esparce el veneno de la pócima nociva y una nebulosa, oculta el precipicio que los conduce hasta el abismo, donde quedarán atrapados apuntalando los cimientos que sostienen su torre de marfil.

Hipnotizados, caminan entre penumbras confiando en sus falsas promesas, sin sospechar que son arrastrados hacia un mundo sin salida.

Ya no buscan la luz, se han acostumbrado a vivir rodeados de tinieblas.

Mientras tanto, el mago asciende un peldaño más y disfruta desde su atalaya del poder más absoluto.





REY, de Ana Montesinos.

Sueña el pueblo con derrotar a ese villano que hace llamarse Rey. Sueña el pueblo con vivir en paz, sin dictaduras, sin promesas incumplidas.

Alejandro, harto de trabajar sin más recompensa que un puñado de arroz, harto de ver a sus hijos cargar leños hasta caer rendidos y harto de ver como su hermana, su vecina, su propia mujer es maltratada, vejada, violada, decide actuar en nombre del pueblo.

En la oscuridad de la noche, ballesta en mano, recorre a caballo el camino pedregoso entre su choza y el palacio.

Esa noche dispara y mata al Rey.

Esa noche el sueño es fiesta.





COSAS SENCILLAS, María José Peña.

Sueña el pueblo, recuerdo aquella película en aquel cine de verano, recuerdo tu mano cogiendo mi mano y el olor a palomitas.

Ese restaurante italiano al que tanto nos gusta ir, y veo, que en esta época que nos toca vivir, cuesta saber esperar. Pero entonces te miro, y sé que mis ojos brillan y sonrío.

Que es como ese libro prestado que nunca devuelves, como esa fotografía gastada guardada en la cartera. Que así quiero que estemos juntos, para siempre.

Que cuando toco las sábanas en las que te miro dormido, pienso que solo quiero un café y besos contigo.





COLORÍN COLORADO, de Mª Francisca Márquez.

Sueña el pueblo desde hace 100 años con la llegada del Príncipe Azul. Hoy debe despertar con un beso de amor verdadero a su princesa; así podrán salir todos del letargo en el que la quisquillosa Hada Negra los sumió.

Con puntualidad suiza llega el Príncipe, la besa embelesado y ella abre lentamente sus preciosos ojos; lo mira, da un respingo y enseguida se encara con el desconcertado personaje:

¡Tú no eres el Príncipe Azul!

¡Sí, claro que lo soy! Si no, no te hubieras despertado.

¡Pero tú no eres azul!

¡Ya…! Es que el Hada Negra era daltónica…





REBELIÓN, de Ana Medina.

Sueña el pueblo con volver a soñar. Desde el balcón que asoma a la plaza, emerge la figura del orador. La muchedumbre lo recibe en forma exaltada. Él, elevando los brazos saluda y agradece la presencia de sus seguidores; dando comienzo al discurso: Estoy aquí para explicar las medidas llevadas a cabo por mi gobierno y que van a ser beneficiosas para todos. Los ojos de los presentes miran al cielo y exclaman ¡otra vez las mismas promesas de siempre ¡Es en ese momento cuando estalla la rebelión en la plaza! El pueblo sometido quiere volver a soñar.





ETERNO ANHELO, de Silvia Espina.

Sueña el pueblo su ansiado sueño, mientras las botas de los salvadores resuenan sobre el adoquinado ennegrecido.

Perduran en las calles los ecos de la refriega y las gentes celebran, eufóricas, convencidas de que con la alcanzada libertad vendría un soplo de bienestar.

Pero mis años me advierten que otra ferocidad seguiría a la anterior.

¡Qué ingenuo es el pueblo! La doctrina de odio y vileza ya había sido aplicada, muchos siglos antes, por los opresores de turno.





LA MANCHA DELATORA, de Isabel Núñez de Arenas.

Sueña el pueblo con piojos y miseria, piensa la madre peinando la larga y morena cabellera de Loli.

Avíate, el señorito te espera.

Loli sintió unas dolorosas punzadas en el vientre, miró a su madre en busca de ayuda pero ésta agachó la mirada.

El día que Loli dio a luz, el señorito se jactaba ante sus amigos contertulios de que «esas» le querían endosar la paternidad del niño. Jajaja, ¡piojosas!

Lo que no sabía es que el bebé había nacido con una mancha en forma de fresa igualita y en el mismo sitio que la de él.





EPITAFIO, de Mª Francisca Márquez.

Sueña el pueblo con poder volar alto; lograr desprenderse de las raíces que lo anclan al suelo y navegar por el aire como una isla flotante. Quiere alcanzar a Quino, porque se ha ido sin despedirse de su tierra. Comprende que «lo urgente no deja tiempo a veces para lo importante», y en el fondo se alegra de que al fin haya podido «parar este mundo para bajarse». Pero tiene que pedirle que le indique el «lugar por donde hay que empujar para seguir adelante» y poder así avanzar. Y sigue el pueblo soñando que, con su herencia, todos «pasamos a mejor vida».





PENUMBRA MENTAL, de Martina Arreaza.

Sueña el pueblo y avanza otra noche en una penumbra incierta, llena de miedos e infinitas tristezas.

Finas arrugas surcan sus ojos, marcando el río seco de lluvia sin lágrimas que no le quedan. Las vertió en la cárcel perpetua de su mente.

A pesar de su generación, creció y vivió libre como los pájaros, nadie pudo frenar ese instinto de independencia.

A su manera fue feliz, pero la vida no siempre es justa; la enfermedad te marcó de una manera brutal. Y un mal día perdiste lo que más querías, «TU LIBERTAD»

Tu destino cruel se llama Alzheimer.





EL PODIO

Y en el abigarrado podio de esta quincena tenemos:

En el tercer escalón, con 5 puntos obtenidos, un quíntuple empate con las siguientes obras:



IMPOSIBLE, de Rosa García Panera.

Sueña el pueblo con abrazarse, con recuperar espacios donde los niños corran, donde los mayores jueguen al dominó en el Hogar del Jubilado, que se aleje el miedo y la desconfianza. Pero esta mañana ha dicho el alcalde que el confinamiento continuará y que no se sabe hasta cuándo. Manuel anhela ver a Mariuca, verla del todo, no solo sus ojos y de lejos; pasan los días y solo piensa en esa boca que se esconde bajo la mascarilla y sueña con la dulzura de sus besos. Mariuca respira a través de un tubo en su garganta y solo sueña con vivir.





O LÁGRIMAS O SUSPIROS, de Mª Francisca Márquez.

Sueña el pueblo con el laurel de la victoria. Nunca un pueblo fue una sola voz, una sola idea, un solo esfuerzo compartido como en este. Por unanimidad se acuerda hacer entre todos lo posible o lo imposible por conseguir ganar la batalla al mar. El esfuerzo está siendo agotador, mas los sueños cuestan y la lucha merecerá la pena: Con los escombros del último desastre han construido el enorme muro, poderoso e indestructible que los protegerá.

Nunca más se verán arrasados por la furia demoledora de las gigantescas y mortíferas olas.

Solo que ahora el pueblo ya no sueña mirando al mar.





EL PUEBLO DEL PANTANO, de Raquel Zaragoza.

Sueña el pueblo con la sequía estival, para que el nivel del agua baje, y emerja la centenaria torre de su campanario.

Resulta paradójico: «El pueblo que soñaba calmar su sed con las frescas aguas de un río serpenteante…, despertó abandonado e inmerso en el fondo de un pantano».

Allí, desde hace más de cincuenta años, para no estar solo, cobija en sus casas destechadas a los bancos de peces asustados.

El pueblo perdió a sus habitantes, se llevaron… ¡hasta los muertos! Perdió su nombre; lo borraron del mapa. ¡Perdió hasta la sed!, pero él sigue soñando…





EL NAUFRAGIO, de Ana Medina.

Sueña el pueblo mirando el mar tranquilo y sosegado. La tormenta había pasado.

El vendaval estalló a media tarde. El cielo se oscureció como si fuera noche, el viento doblegaba los árboles hasta lamer la tierra con sus ramas.

Un hombre cabizbajo sale de la casa y sube al acantilado, allí en un banco desvencijado se sienta y llora en la oscuridad de la noche. Su barco había salido esa madrugada capitaneado por su hijo en un amanecer claro y cuajado de estrellas.

Él, subió y esperó en el acantilado toda su vida. El barco con su hijo nunca regresó al puerto.





SUEÑA EL PUEBLO, de Miguel Arias.

Sueña el pueblo que el cielo es de los justos. ¡Serán gilipollas! No saben lo que yo sé…, que el mundo lo mueve la pasta, que para que esto funcione tiene que ser engrasado, que las reglas están para ser violadas. ¿Tengo que sentirme culpable por haber trincado este sobre?

Ricardo guardó sus papeles, se puso el abrigo y apagó la luz. Abrió la puerta y quizá dudase un momento porque una vocecita interior le pregunto… «¿y si te pillan?»….pero tuvo que ser poca cosa porque ya cuando cerraba detrás de si murmuró entre dientes «¡pues que les den!».





El segundo escalón del podio con 6 puntos, la plata, es compartido por los dos siguientes relatos:



DESPIERTA, JUAN, de Pablo Crespo.

Sueña el pueblo, todos duermen.

Sueñan los mozos y las mozas. Sueñan los ancianos.

Sueñan las vacas, las gallinas, los perros.

Todos duermen, todos sueñan.

Menos Juan.

Juan afila su navaja bajo la luz del candil. Repasa el filo despacio, con un suave y lento movimiento de ida y vuelta. Sonríe levemente, imaginando. Casi, casi soñando. No del todo despierto, no del todo dormido. Juan camina por las orillas de la vigilia, arrastrando los pies por las húmedas arenas del sueño. Todos le querrán cuando les salve con su navaja. Está tan contento que no puede evitar orinarse encima.





SIN REMORDIMIENTO, de María José Peña.

Sueña el pueblo, sonaban aquellos vítores en la calle, los puede oír a través de la ventana entreabierta, mientras subía la cremallera del vestido apoyada en el quicio de la puerta.

Antes de irme de allí, me volví a miraros, dormíais plácidamente los dos, la respiración calmada, sosegada. Estabais muy cerca pero no llegabais a tocaros.

Quién diría que horas antes esa calma, había sido vapor ardiendo que emanaban nuestros cuerpos acompasándose en un vaivén de gemidos y caricias, tres cuerpos formando uno solo, hasta vaciarnos.

Mientras llamaba al ascensor, me lo volví a repetir.

No puede volver a ocurrir.





Y en el escalón más alto del podio, con 8 puntos y triple empate, lo ocupan esta quincena estas obras:



INMERSIÓN, de Narcís Ibáñez.

Sueña el pueblo con aprender y crecer como ente, las personas que lo habitamos también, vital principio y fin. Surgimos del mar y al fin de los tiempos volveremos a él, es la vida.

Un lugar habitado.

El pueblo en ciernes y arrabal de misterios, desvelados a veces, escondidos otras, en el umbral del bien y del mal, mi pueblo es el mar y la playa; cuando me sumerjo, en sus aguas, me siento pleno, vivo, viendo la armonía perdida en la superficie, a cámara lenta y con luz tamizada.

Al atravesar el azulado elemento…

Mi inmersión en la arena es ingrávida, silenciosa.





EL MAGO (2), de Américo Fojo.

Sueña el pueblo en la noche callada; puertas atrancadas y ventanas cerradas, gruesas cortinas clausurando la luminosidad de la luna y los reflejos en las fuentes de agua.

Sólo una luz permanece alerta, en lo alto del acantilado.

Es la alta torre del mago, el insomne, el tenaz, el obsesivo.

Insensible al cansancio y a la piedad, dirige y controla los sueños de los habitantes del pueblo.

Genera y entremezcla las imágenes, los pensamientos, las sensaciones y es el dueño del tiempo.

Sólo necesita que cada persona tome asiento, mansamente, frente a la TV o al ordenador.



Y el relato ganador gracias al voto de los lectores del blog es:



PÓLVORA, de María José Peña.

Sueña el pueblo, escuchaba aquella canción en el coche, cerré de un portazo, sonó como un disparo al corazón, estaba en doble fila y llovía incesantemente.

Olía a pólvora, lo prometo. En cada poro que, antes, tú habías prendido. Se arremolinaron todas las palabras y los silencios, los dedos recorriendo, los susurros, las miradas. Todo, se convirtió en un sueño.

Me retumbaban aquellas palabras, «somos diferentes, es complicado, no somos de la misma rama».

Y mientras, yo me repetía «no somos de la misma rama, y sin embargo, quiero echar raíces contigo».

Un autobús empezó a pitarme.

Tenía que irme de allí.



 Fuera de concurso:

LO QUE SUEÑAS de David Reche.

Sueña el pueblo con la normalidad, señor –dijo el primer ministro evitando los ojos del rey.

El soberano, como respuesta, se levantó y caminó hacia las ventanas que desde el salón del trono mostraban las avenidas de su capital, engalanadas de fiesta y pobladas por el gentío cantando y bailando. Permaneció así durante unos segundos, interminables para el primer ministro. Al fin, éste se atrevió a carraspear.

¿No soñaba mi pueblo una fiesta permanente? –preguntó el rey. ¡Aquí la tiene!

Señor… Llevan así un mes, necesitan atender sus casas, campos y talleres… Quieren que los guardias no los maten si dejan de bailar.

 



5 comentarios:

  1. Son todos muy buenos. Cuesta un poco hacer la votacion.

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  2. Me gusta "Pólvora" y "Sueña el pueblo"

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    1. Gracias por tu votación, pero aprovecho esto para recordar a todos los lectores que hay que votar a tres relatos usando el correo electrónico dareces@gmail.com.

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  3. Respuestas
    1. Gracias por tu votación, pero aprovecho esto para recordar a todos los lectores que hay que votar a tres relatos usando el correo electrónico dareces@gmail.com.

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