viernes, 2 de abril de 2021

CONCURSO "UN RELATO PARA LA RADIO" (Quincena XVI: Sin perder la sonrisa)

A continuación podéis leer, por orden alfabético a partir del primer relato recibido esta quincena, las obras presentadas en la 16ª edición del concurso de microrrelatos que he organizado para mi sección de cada dos martes en Radio Elche: Libros y música para un paseo en Vespa.

Pedí por las redes y a través de la web MeetUp y mi Facebook que se me envíen microrrelatos que comiencen con la frase «Sin perder la sonrisa», frase con la que terminaba el relato ganador de la quincena anterior.

Una vez finalizado el plazo de recepción, es cuando los hago públicos en este blog y pido a los propios autores que valoren los relatos del resto de participantes y puntúen los tres que consideren más completos, con 3, 2 y 1 puntos. Tienen que enviar su veredicto a mi correo electrónico (dareces@gmail.com) para que cada uno de ellos realice su votación sin saber cómo están votando los demás.

Además, el resto de lectores también podéis votar de la misma forma que los autores (3 relatos con 3, 2 y 1 puntos). Vuestras preferencias servirán para que, en caso de empate entre dos relatos, elegir la obra ganadora. Ya hemos tenido que recurrir dos veces de cuatro al voto del público.

El relato ganador será leído en la sección de radio de la semana siguiente y su frase final será la de comienzo de los relatos de la próxima semana.

Además, el autor/a del relato ganador se lleva de regalo un paseo en moto, de Scootatrip.

Tenéis de plazo hasta el lunes 5 de abril a las 14 horas para enviar las puntuaciones a mi correo electrónico (dareces@gmail,com). El relato ganador será leído el martes 6 de abril en el espacio Libros y música para un paseo en Vespa de Radio Elche, sobre las 13:45 del mediodía.

¡Suerte!

ACTUALIZACIÓN 1: Una vez finalizado el plazo de votación, añado la autoría de cada uno de los relatos.

ACTUALIZACIÓN 21: Una vez conocido el resultado, reordeno los relatos de menor a mayor puntuación.



BUENOS CONSEJOS, de Patricia Rodríguez.

Sin perder la sonrisa me disculpé y salí corriendo de la reunión. La intensidad de los retortijones me indicaba que, o llegaba pronto al baño, o tendría allí mismo un accidente.

Logré abrir la puerta del baño en el último segundo. Tras terminar, me giré para buscar el papel higiénico y …. ¡No había! Mi corazón empezó a latir con fuerza, ¡no quedaba ni el rollito de cartón!

De repente me acordé de mis bragas ¡Benditas! Las usé de toallita logrando mantener así mi dignidad.

Si es que ya lo decía mi mejor amiga… ¡Hagas lo que hagas ponte bragas!


ENCADENADA EN BUCLE, de Narcís Ibáñez.

Ilustración: SSAPINA

Sin perder la sonrisa le dije a Dorita lo malvada que era ¿Cómo has podido hacerlo? ¡Le increpé! Jugarte al bingo el dinero de la matrícula de los chicos para la Universidad y quedarte tan tranquila. Ella, agitando las manos, se desentendía. Tuve que pagar para alejar las sombras de mi nombre.

En ese instante suena el timbre insistentemente. ¿Quién llamará de esta manera? Abrí y una mujer con dos «machacas»; entran en casa y tomando a Marilyn, que había salido a saludar, en sus brazos, sentencian: lo requisamos hasta que pagues.

Estremecidos él la abraza a ella, llorosa, sujetándola, viendo como raptan al caniche.


ESTALLIDO, de Raquel Domínguez.

Sin perder la sonrisa sintió un estallido de dolor en la frente. Todos rieron a carcajadas.

Su hijo pequeño había hecho la típica coreografía: con la mano derecha hombro derecho, izquierdo y mano a la boca mientras recita: «ací em pica, ací em cou, per ací em menge la mona...» Su marido desde detrás dijo: «i ací trenque l'ou», y entonces rompió el huevo en la frente. Rabia, sorpresa, dolor y risa.

Todos estos sentimientos se esfumaron cuando al instante escuchó la risa de su hijo que no podía para de reír mientras ella ya planeaba una dulce venganza.


DESPEDIDA A LA FRANCESA, de Rosa García Panera.

Sin perder la sonrisa como cuando no has entendido bien y ríes para que no se note; pero lo había entendido y aquella era una sonrisa helada que nunca desaparecería de su rostro. De pronto le faltó el suelo, todo se iba desmoronando despacio, tan lento que aún no entendía si aquello estaba sucediendo o era un sueño. Pasó la mano por su cara, esforzándose para que aquella sonrisa estúpida se borrara. Fue como si se rompieran las ventanas, las copas, los recuerdos y su corazón.

Él la miró y solo dijo:

Me voy.

Abrió la puerta y desapareció.


SENTIMIENTOS, de Paquita Márquez.

Sin perder la sonrisa que se me puso al saberlo, le di la noticia. Él se volvió loco de alegría. ¡No sabía que fuera capaz de sentir tanta emoción; lloraba y reía a la vez, me abrazaba con ternura y me miraba como al objeto más preciado del mundo! ¡Por fin, un hijo, nuestro hijo!

Ahora no sé cómo decirle que esta noche se nos ha ido por el desagüe del váter…


TENER ÁNGEL, de Américo Fojo.

Sin perder la sonrisa, nuestra prima Teresa era el ángel de la guarda familiar, especialmente cuidando de la abuela; sólo Tere sabía tranquilizarla y lograr que volviera la paz.

En los funerales de la abuela, Tere fue baluarte de sensatez frente a parientes que nunca nos habían visitado, pero recordaban claramente que ella les había prometido su mantón de Manila, la bandeja de plata, los pendientes…

Al tiempo nos asombró saber que Tere volvía a su pueblo. Luego nos sorprendió el mensaje del banco reclamando que la cuenta de la abuela estaba vacía.

Tampoco encontramos el mantón de Manila ni la bandeja de plata.


EL ÁRBOL DE LO MALO Y DE LO BUENO, de Rosa García Panera.

Sin perder la sonrisa puso su carita más inocente y miró a su abuela.

Estábamos jugando. Iván ha dicho que veía un pájaro azul en el árbol y que era uno de esos que cantan a gritos, que se habría escapado de su jaula. Hemos mirado entre las ramas y no le hemos visto. En realidad en algún lado había uno, pero este cantaba muy bien. Para estar seguros hemos subido al árbol, que tenía muchos higos de esos dorados como de miel. Íbamos a comer solo uno, pero estaban tan ricos que hemos comido muchos y ahora me duele la barriga, amama.


Y TÚ QUERÍAS SER ESCRITOR, de Marcelo Celave.

Sin perder la sonrisa me siento frente al ordenador y trato de hilvanar mis pensamientos. Media hora, una hora… qué difícil es escribir cuando no te viene la inspiración. Las palabras resbalan en un agujero y se pierden sin remedio. Frases inteligentes, ocurrencias ingeniosas, palabras románticas, nada, nada viene a mi imaginación. Ni qué hablar de conectarlas entre sí formando una historia. Una historia que sea entretenida, interesante, no fingida, que salga del interior de las tripas. Eso debe ser buena literatura y no este vacío recubierto de una campana impenetrable que impide que las musas accedan a mi mente… ¡Qué mañanita me espera!


ÁNGEL CAÍDO, de América Martín.

Sin perder la sonrisa, con su cuerpo desplomado sobre las piernas de la chica que lo sostiene, sin poder detener la sangre que va saliendo a borbotones por los dos agujeros de su costado, se despide el adolescente estudiante de sus compañeros, que siguen manifestando pacíficamente por recuperar la paz en su país...

Dile a mamá que estoy bien.

Y sus ojos se congelaron...


QUIÉN ERA ÉL, de Martina Arreaza.

Sin perder la sonrisa ni la calma, avancé hacia él. Alto, guapo, distinguido... Me sedujo su mirada desde el momento que lo vi.

Desde que me lo presentó mi padre, me produjo un sentimiento especial sin saber porqué.

Ahora ya lo sé. ¡Por fin te conozco mamá!


CUPIDO NOVATO, de Paquita Márquez.

Sin perder la sonrisa, procurando así suavizar las acerbas críticas, le expuso al jefe cómo estaba la situación:

Es que no lo hace bien, de verdad. Parece mentira que lleve tantos años aprendiendo de su padre, pero con él esta tarea no funciona. Ha desarrollado mucho músculo y poca cabeza. Y puntería tiene poquísima. Ayer, sin ir más lejos, a la chica la tuvieron que operar urgentemente del hígado, con la bilis tan desparramada que parecía un limón. Y el pobre chico, por culpa de semejante flechazo, terminó con el corazón totalmente roto. Hecho pedacitos.


ENTRE OLAS, de Silvia Espina.

Sin perder la sonrisa, la sirena se mostraba ante el pescador a pesar de que él no se dignaba siquiera a mirarla.

Un día de marejada, una ola le ayudó a colarse dentro del barco y con mirada de adoración le rogó quedarse con él porque lo amaba. El pescador intentó ignorarla, pero ella, desecha en lágrimas lo abrazó y besó con encanto, desarmándolo totalmente; estaba perdido.

Conmovido por su devoción, su belleza y el resplandor de su larga cabellera, consintió en tenerla con él, pero…

¿Cómo nos las vamos a arreglar con la cola? preguntó con la inquietud pintada en su rostro.


El podio queda esta semana de la siguiente manera:

En el tercer escalón, con 6 puntos un triple empate con:

EL RIVAL, de América Martín.

Sin perder la sonrisa continuó su ascenso, y de nuevo trastabilló… La audiencia exclamó ¡Oh! a modo coral, mientras la prensa descargaba sus flashes cual 4 de julio.

Siguió subiendo y al llegar a la puerta del avión, saludó con una sonrisa haciendo un swing, recordando su mejor época cuando jugaba al golf.

Su rival político colgó un meme de este evento, donde golpeaba fuertemente una pelota de golf formando una gran curva y la sobrepuso al momento de su traspié, como si le hubiera pegado en la cabeza, haciéndolo trastabillar.

Él solo respondió:

«La sonrisa es una línea curva que lo endereza todo».


R.I.P., de Paquita Márquez.

Sin perder la sonrisa para disimular su impaciencia, trata de convencerlos de que van a llegar demasiado tarde; que tienen que regresar al túnel antes de que se disipe la luz; que vagar por la oscuridad del infinito es peligroso hasta para él, un Ángel de la Guarda; que es imposible regresar, que están definitivamente muertos, aunque se arrepintieran de su adulterio; que sus respectivos cónyuges se vengaron manipulando los frenos y el accidente fue mortal de necesidad. Y no hay más. Están muertos y bien muertos, y como sigan haciendo esperar a San Pedro, los manda al infierno sin contemplaciones.


CELOSO, de Raquel Zaragoza.

Sin perder la sonrisa eligió su final. Dicen que los celos matan, ¿será verdad? Después de tantos años compartiendo habitación, creí que sería para siempre, pero cuando me enamoré de una chica, todo se complicó.

Desde que me hice novia, dejé de prestarle atención. En el fondo, me sentía avergonzado…

Aquella noche, desperté sobresaltado por un golpe. Encendí la luz, y ya era tarde; lo encontré en el suelo, pero aun hecho añicos, todavía me miraba ojiplático y sin perder su tétrica sonrisa.

Mi muñeco Chucky se había tirado desde la estantería; estaba celoso porque ya no jugaba con él.


En segunda posición, con 8 puntos, un doble empate de:

ÁFRICA, de Ana Montesinos.

Sin perder la sonrisa bajó las escaleras con paso firme y decidido, llevaba un vestido negro que parecía volar sobre su huesudo cuerpo, bailaba con cada movimiento de cadera al compás de la corta melena que flotaba sobre sus hombros.

Parecía una niña a pesar de sus cuarenta y muchos.

Abandonaba la casa en la que había vivido las últimas dos décadas, su trabajo de oficina y al que creyó que sería su amor eterno.

Le esperaba África, emprendía el viaje sola, prometió no volver.


VENGANZA QUIRÚRGICA, de Marcelo Celave.

Sin perder la sonrisa, subí al furgón policial con las manos esposadas. El juez acababa de declararme culpable. El fiscal hizo un relato detallado de mi acto criminal:

Esta joven con altos conocimientos médicos sedujo a la víctima, tuvo sexo con ella y luego la durmió con Propofol y Fentanilo procediendo a cortarle la bolsa escrotal y dejándole los testículos en la mano derecha mientras aún dormía.

Nada dijo de que la «víctima» me había violado tres veces y me tenía amenazada. Tampoco que mis denuncias en comisaría fueron desechadas…

Siete años me esperaban en el trullo, pero yo no podía parar de sonreír.


Y obra ganadora de esta quincena:

CAJAS DE COLORES, de Mari Bastida.

Sin perder la sonrisa abrí la ventana del tiempo y encontré cajas de colores. En cada una de ellas guardé pedacitos de mí. Los recuerdos de la infancia estaban en la caja azul. En la rosa guardé las alas que me dio la juventud. En la dorada todo lo que amé y aprendí. Había una de un color gris triste, melancólico, allí quedaron sueños incumplidos, decepciones y todo lo bello que perdí por el camino.

Al fondo, escondida, vi la última caja, estaba vacía esperando que todas las demás llenaran su espacio, aún no tenía color, pero era la que llevaba escrito mi nombre.


Fuera de concurso

LO IMPOSIBLE, de David Reche Espada.

Sin perder la sonrisa apuntó con los ojos cerrados y apretó el gatillo soltando un inocente «¡Ups!». La bala se alojó en mi corazón, acunada entre sístole y diástole, para confesarme que la primavera del amor era otro engaño, la fantasía de quien se adentra bucólico en un campo de minas creyéndose navegar en un sembrado jaspeado de amapolas y margaritas. Los pétalos resultaron ser cuchillas lacerantes que ya no dolían gracias a su aspecto opiáceo, así que sin siquiera pestañear, devolví su sonrisa y, su bala, mi corazón y las heridas, nos despedimos de ella con un abrazo hasta nuestra próxima ilusión imposible.


LA ABEJA DE LA FLOR AMARILLA, de S.G.M. (7 años)

Sin perder la sonrisa, un día, una abeja estaba polinizando una flor de polen amarillo. Sus flores favoritas siempre tenían polen amarillo. Hasta que un día vino su amigo saltamontes y le dijo que por qué solo polinizaba las flores amarillas. Le dijo que no lo sabía, y desde entonces poliniza flores de todos los colores.





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