En el lugar más recóndito de la
isla más alejada del mar más interior del imperio soviético, la arena contaminada
se deslizaba entre mis dedos, desvaneciendo los cuarenta y tres años que
dediqué a aquel lugar. El último helicóptero de evacuación alzó el vuelo y la
tierra arremolinada me ocultó en un torbellino oscuro. Era hora de desaparecer
de un país que ya no existía y formar parte del olvido, igual que los secretos
de aquella isla Vozrozhdeniya, Resurrección
en ruso. ¡Qué nombre más oportuno!
Extrañaría aquellos dedos, pero
era momento de llevar mis conocimientos a otra isla en esta inmensidad, renacer
nuevamente, buscar otro cuerpo, otro planeta.
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