El
armario donde acababa de encerrar a su muñeca favorita, dejándola fuera del
alcance de sus ojos de botón, siempre inquisitivos; la foto de la pared
retratando la familia feliz de sonrisa intachable y acreditada fama en el
barrio; las cortinas de flores alegres y animalitos simpáticos, tupidas y
celosas de las miradas cotillas; las estrellas y cohetes espaciales de la
pantalla de la lamparita, anunciando otro mundo más allá; los pañuelos de
colores en el perchero, que tan bien ocultaban los moratones; el bote de pastillas
vacío sobre la colcha… Tenía que decidir dónde dirigir su último recuerdo antes
de abandonar por fin, y con una sonrisa, aquel lugar.
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