‑El puñetero ojo de la cerradura que guarda la puerta del
paraíso, el bendito botón del timbre que anuncia la hora del recreo o el
felpudo amable con mensaje de bienvenida. Éste, queridas mías, será el lugar en
el que se detendrán la mayoría de cenutrios que quieran cobijarse al calor de
vuestro hogar. Vuestra es la decisión de si, antes de permitirles ensuciar vuestra
entrada con su barrillo de charca llena de renacuajos, preferís establecer un
contrato de convivencia sagrada que…
Y mientras la profesora seguía parlamentando, sus alumnas atónitas buscaban en el libro de educación sexual dónde tenían el bendito botón del timbre.