lunes, 30 de noviembre de 2020

RESEÑA LITERARIA: EL COLOR DE LA MAGIA, DE TERRY PRATCHETT

 ¿Cómo pude estar tantos años sin saber quién era, ni conocer, a Terry Pratchett?


Hace un par de años, o tres, mi hermano me regaló Dioses menores, subtitulada como Una novela del Mundodisco. Y tenía un ligero recuerdo de haber leído alguna vez un artículo de la Wikipedia al respecto, dejándome la idea de que esa saga del Mundodisco venía a ser una de las grandes cotas del frikismo literario. Pero ahí quedó el interés.

Leí aquel Dioses Menores y me pareció uno de los libros más divertidos y con algunas de las escenas más desternillantes que he leído nunca, siendo además una crítica feroz contra las instituciones monoteístas. Es un libro que habla de la fe y de cómo las instituciones eclesiásticas humanas han pervertido las creencias y el espíritu original de cualquier religión.

Hace unos pocos días tropecé en una librería-papelería de barrio con El color de la magia subtitulada también como Una novela de Mundodisco; y lo compré sin dudarlo. Cuál no fue mi alegría al saber que es la primera de esta saga de 41 novelas, así que me lancé a su lectura directamente mientras regresaba caminando a casa: kilómetro y medio en 20 minutos y unas 20 páginas (incluyendo las que leí en la papelería mientras esperaba a que me hicieran una copia de uno de mis libros -qué cosas-).

Pero antes de hablar de la novela en sí, una pequeña introducción a esta saga del Mundodisco:

  • La BBC realizó en 2003 una serie de programas, llamados The big read, basados en una gran encuesta a los lectores británicos para confeccionar el listado de los libros preferidos del país. De los 29 títulos de la saga escritos hasta el año anterior, Pratchett colocó a 4 entre los 100 primeros y otros 10 títulos entre el 101 y el 200. Es decir, casi la mitad de los libros de la saga estaban entre los 200 preferidos por los británicos (de hecho fue el autor con más títulos en esa lista, que podéis consultar AQUÍ).
  • Se han vendido más de 80 millones de ejemplares, traducidos a 37 idiomas.
  • Ha ganado hasta seis premios: Prometheus (de ciencia ficción), Carnegie Medal (juveniles e infantiles) y otros, además de múltiples nominaciones.
El Mundodisco, el lugar donde se desarrolla la saga, se ambienta en un mundo mágico medieval pero también con países de ambiente victoriano o griego clásico. Este mundo, como su propio nombre indica, es un disco plano, con sus continentes y océanos (el sueño de todo terraplanista); y descansa sobre cuatro grandes elefantes que a su vez están situados en el caparazón de una tortuga que navega por el espacio (la gran preocupación de los astrozoólogos de Mundodisco es saber si la tortuga es macho o hembra, puesto que si se cruza con otra congénere espacial gigantesca y le da por reproducirse, mal asunto será que les haya tocado la hembra y una gran tortuga macho se abalance sobre los elefantes y el disco donde ellos viven).

Este mundo tiene a su vez su propio olimpo en el que residen los dioses que juegan a los dados con el destino de sus habitantes.

Aquí podéis leer más sobre esta saga.

Imagen de Paul Kidby (no le digáis que la he usado)


Y sobre El color de la magia, esta novela nos cuenta las aventuras y desventuras de:
  • el mago de tercera Rincewind (se podría traducir como Danza del Viento, que resume muy bien la trayectoria vital de este mago, siempre huyendo), y
  • el primer turista del Mundodisco, un personaje naif llamado Dosflores que llega a la ciudad de Ankh-Morpork, donde vive el mago, para complicarle la vida y que según Rincewind: «(...) si se organizara el caos más competo, este tipo se subiría a una colina bajo una tormenta de truenos, con una armadura de cobre empapada, gritando "¡Todos los dioses son unos bastardos!"».
  • Equipaje, un cofre fabricado con madera de peral sabio, que dispone de multitud de patitas para seguir a su dueño Dosflores, y que puede ser el ente más terrorífico del Mundodisco si se lo propone.
En esta novela ágil llena de personajes singulares donde la acción va siempre medio cuerpo por delante de ti (aunque haya a veces resoluciones previsibles pero aplaudidas) Pratchett nos empieza hablando de la codicia humana y de cómo poderosos y miserables (y todo el espectro que queda en medio) se vende, o cosas mucho peores que incluyen afecciones al pellejo de los demás, al escuchar el tintineo de unas monedas de oro en el bolsillo. Y a partir de ahí, en esa partida que se juegan los dioses a los dados sólo nos puede salvar la magia, o no... por más que la Muerte nos venga pisando los talones con insistencia enfermiza. Teniendo en cuenta que la magia es una taimada que hace lo que le da la gana y se deja domar sólo si le place y crees lo suficiente en ella.

Rincewind, Dosflores y Equipaje se las van a ver con ladrones, asesinos, gobernantes, la Muerte, jinetes de dragones, monstruos lovecrafteanos y amazonas semidesnudas buscando consorte, entre otros personajes de lo más variopinto. También contarán con aliados de lo más inverosímiles. Además, en esa loca carrera de los protagonistas, Pratchett nos irá instruyendo sobre la realidad del Universo en el que se encuentra el Mundodisco, sobre la magia, las creencias y la fe, así como la forma en la que el lenguaje a veces no es suficiente para describir la diversidad del multiverso. Esto último se resume en la frase en la que el narrador se da por vencido al intentarnos explicar uno de los hechos más locos y surrealistas de la novela:
«En este punto de la explicación es cuando el lenguaje se rinde y se va a tomar un trago».

Sinceramente, a mí me parece una confesión honesta, original y divertida.

Por último, os advierto de que esta novela no es autoconclusiva y termina con el cliffhanger (final en suspenso) probablemente más literal y bestia de la historia de la narrativa. Así que ya tengo ganas de buscar la continuación: La luz fantástica.


viernes, 20 de noviembre de 2020

CONCURSO "UN RELATO PARA LA RADIO" (Quincena VII: Sin necesidad de fingir)

 A continuación podéis leer, por orden alfabético, los relatos presentados en la 7ª quincena del concurso de microrrelatos que he organizado para mi sección de cada dos martes en Radio Elche 'Libros y música para un paseo en Vespa'. 

Pedí por las redes y a través de la web MeetUp y mi Facebook que se me envíen microrrelatos que comiencen con la frase «Sin necesidad de fingir», frase con la que terminaba el relato ganador de la quincena anterior.

Una vez finalizado el plazo de recepción, es cuando los hago públicos en este blog y pido a los propios autores que valoren los relatos del resto de participantes y puntúen los tres que consideren más completos, con 3, 2 y 1 puntos. Tienen que enviar su veredicto a mi correo electrónico (dareces@gmail.com) para que cada uno de ellos realice su votación sin saber cómo están votando los demás.

Además, el resto de lectores también podéis votar de la misma forma que los autores (3 relatos con 3, 2 y 1 puntos). Vuestras preferencias servirán para que, en caso de empate entre dos relatos, elegir la obra ganadora. Ya hemos tenido que recurrir dos veces de cuatro al voto del público.

El relato ganador será leído en la sección de radio de la semana siguiente y su frase final será la de comienzo de los relatos de la próxima semana.

Además, el autor/a del relato ganador se lleva de regalo un paseo en moto, de Scootatrip.

Tenéis de plazo hasta el lunes 23 de noviembre a las 14 horas para enviar las puntuaciones a mi correo electrónico (dareces@gmail,com). El relato ganador será leído el martes 24 de noviembre en el espacio Libros y música para un paseo en Vespa de Radio Elche, sobre las 13:45 del mediodía.

¡Suerte!


ACTUALIZACIÓN 1: Una vez terminado el plazo de votación, publico el nombre de las/os autoras/es de los relatos.

ACTUALIZACIÓN 2: Una vez desvelado el podio en Radio Elche, ordeno los relatos según la cantidad de puntos recibidos..


JAQUE MATE, de América Martín.

Sin necesidad de fingir, en aquel recinto de ojos desorbitados, moví la pieza del tablero... declarando así el jaque mate al campeón.

La densa atmósfera varonil se podía cortar con el filo del grito contenido, de aquellos incrédulos que jamás apostaran dos céntimos por mí.

—Si además es una «chica» y «joven».

Comentaban en una sala con olor a Beatles y a pruebas nucleares en el atolón de las Bikini.

Sereno pero con voz lúgubre, mi contrincante sólo atinó a decir «buena jugada».

Lo sé. Como también en la vida, la mejor jugada será la que se ejecute siempre para triunfar...

 

APOPTOSIS, de Pablo Crespo.

Sin necesidad de fingir más levantó la mano izquierda, se puso en pie, y confesó:

Quiero quitarme la vida, quiero matarme.

Quiero suicidarme.

No he hecho nada que merezca la pena. Mis logros profesionales, mi éxitos personales... nada.

Sé que dejaré un recuerdo en pacientes, amigos y familia, pero esa huella morirá con ellos. ¿Qué permanecerá después? Nada.

¿Para qué han servido todos estos años? Para nada.

No soporto más esta soledad. Necesito un abrazo, amar y que me amen, sentirme un puto ser humano. ¿No lo entendéis?

El camarero terminó de secar el vaso, asintió comprensivo, y le sirvió otra ronda, en silencio.

 

CUIDADOS INTENSIVOS, de Rosa García Panera.

Sin necesidad de fingir, hablando claro será la única manera de arreglarlo ¿Cómo se lo tomará ella y qué le contestará?

El jardín empieza a florecer, para entrar en la casa han instalado una rampa, está toda adaptada para alguien con dificultad para moverse. Teresa atraviesa el salón, lleva una bandeja con el desayuno. Está nerviosa, tiene una reunión en la empresa y la cuidadora no llega. Los ojos de su madre ya no la reconocen, pero su dulce sonrisa la desarma, como siempre.

—Diga.

—Marta, tienes que ocuparte de mamá, yo no puedo más. Ahora te toca a ti.

 

SIERRA NEVADA, de Raquel Zaragoza.

Sin necesidad de fingir el cosquilleo; como esquiadora novata, intenté cruzar las piernas, pero… ¡fue imposible!

Era…, como cuando te haces mucho pis y no puedes aguantarte más, vamos, ¡que me meaba! Hasta que, por fin, encontré un lugar donde aliviar mi apremiante necesidad fisiológica…

—¡Mmmm… ¡Qué gustooo…!, perdón, ¡qué descansooo…! —susurré, cerrando los ojos para disfrutar del momento.

Me sentía libre, como si volara… ¡El pipí había derretido la nieve! Y ahí iba yo, ¡con el culo al aire, colina abajo! Estaba realizando un espectacular eslalon: «culo-manos, culo-manos» hasta que se cruzó una encina y puso fin a mi aventura… ¿extraordinaria?

 

ANTES DE QUE SEA TARDE, de Rosa García Panera.

Sin necesidad de fingir ¿por qué debería hacerlo? No le gustaba su vida, no quería seguir sujeta a obligaciones que ya no eran suyas, le había costado asumirlo y creérselo pero por fin iba a hacer algo, antes de que fuera demasiado tarde.

El tren circulaba veloz, sentado enfrente un hombre leía una novela, ella miraba el paisaje deslizarse en sentido contrario. Recordaba lo que le había empujado a partir, había sido algo tan simple que ahora le hacía reír. Aquel hombre la miró y sostuvo amablemente la puerta del ascensor:

—Pase usted, señora —dijo.

Señora... pensó.

 

CONSECUENCIAS, de Paquita Márquez.

Sin necesidad de fingir, me encaro con ella hecha una furia:

¡Te he dicho mil veces que ni se te ocurra hacerme esto! ¿Qué te has creído, que tienes derecho a que se te consienta todo? ¡Ni hablar! ¡Mira qué desastre de habitación! ¡Ah…! ¡Has roto la lámpara de la mesita…! ¡Y mi frasco de colonia…! ¡Castigada!

Con la cabecita gacha, me mira de reojo; sus grandes ojos tristes y acuosos, parecen estar llenos de lágrimas, pero yo no quiero ni mirarla… porque en cuanto lo haga, vendrá moviendo su rabito y se enredará entre mis piernas haciéndome carantoñas, y yo claudicaré, seguro.

 

PANDEMIA, de Francisco Quiñones.

Sin necesidad de fingir, busca tus ojos con los suyos, tarda unos segundos en encontrarte, en conectar contigo. Tú siempre los descubres tiernos y dulces; hoy, ligeramente compasivos.

Sin necesidad de fingir, al despediros, te repite cada día lo que en su interior es ya un sentimiento eterno; grita un ¡TE ODIO!, que a ti te sabe a un ¡TE AMO!

Su estilosa mascarilla, siempre a juego con el modelo del día, y tu sordera congénita son la garantía de vuestra felicidad durante este año. ¡Bendito 2020!

 

EL ADIÓS, de Ana Medina.

Sin necesidad de fingir como si nada ocurriera, me alejé. No volví la vista atrás para decir adiós, y seguí mi camino buscando nuevos horizontes. Hoy que el tiempo ya pasó, hoy que ha pasado la vida, no dejo de recordar aquellas cosas perdidas. La distancia enterró el pasado, ¿muchas veces me pregunto si valió la pena?... Porque la tristeza del que se aleja dejando atrás sus recuerdos y su casa, por el resto de sus días, siente una flecha clavada dentro de su corazón, que se agita cada mañana al ver el paisaje extraño donde su vida se acaba.

 

EL RETROVISOR DE MI MOTO, de Narcís Ibáñez.

Sin necesidad de fingir pasé la juventud montado en un escúter con la velocidad propia de la edad, aprendí en la carretera a tener respeto por mis compañeros/as. El reloj del tiempo marcó la caída de muchos violentos, también vimos malvados nacer, la vida es una ruta con sinuosas curvas.

Nunca me arrodillé, esquivando con cintura las situaciones de riesgo, persiguiendo sueños, encontrando realidades.

En la madurez los valores de convivencia cambiaron hacia un Individualismo social, lo dejé pasar a todo gas. No «todo vale» para amasar fortuna, ese sueño tan norteamericano...

Hoy en mi vejez añoro al viejo motero cual fuente de sabiduría.

 

MALETA, de Ana Montesinos.

Sin necesidad de fingir le miró con ojos furiosos. Se acabó tanto disfraz y tanta sonrisa insincera. Había aguantado durante años la compostura, se había tragado su orgullo y bajado la cabeza en cientos de ocasiones y hoy por fin podía ser ella misma.

Así que cogió su pequeña maleta, metió las pocas pertenencias que le quedaban y alguna foto de su infancia y decidió salir de allí sin mirar atrás.

Le esperaba una nueva ciudad, un trabajo de dependienta en una pequeña tienda de barrio, y la ilusión y la alegría no fingida de comenzar una nueva vida.

Nunca es tarde para renacer.

 

EL SIGNIFICADO DE UN CONJUNTO DE PALABRAS, de Lucía Palomares.

Sin necesidad de fingir, el conjunto de palabras que me repetías todos los días, y para mí, el que me atormentó todas las noches.

Todavía recuerdo cómo la fugacidad de una desavenencia se llevó consigo más de dos años a sus espaldas. En aquel tiempo culpé al miedo, miedo a demostrar con palabras lo que mis ojos llevaban haciendo desde que conocieron tu existencia, quererte.

Pero en la actualidad no hay sino más culpable que la persona que escribe este relato, por no escucharte cuando tenía la oportunidad de hacerlo, por seguir fingiendo ante el mundo lo que solo supe demostrar en mis adentros.

 

LOS SUEÑOS, de Ana Medina.

Sin necesidad de fingir lo que realmente se siente, en mi vida he convivido con sueños y recuerdos. Algunos llenos de felicidad y muchos otros llenos de adversidad. Los felices, son aquellos donde, al recordar hechos del pasado, el rostro se ilumina sin dejar de sonreír, los saboreamos despacio con el placer que nos produce acordarnos de ellos. Los adversos, son los que llegan de madrugada sin haber sido invitados. Aquellos que nos ofrecen un cierto desasosiego, nos acompañan a través del tiempo sin abandonarnos, y los hacemos parte de nuestra convivencia diaria, sin importarnos cohabitar con ellos toda la vida.

 

TRISTEZA, de Raquel Zaragoza.

Sin necesidad de fingir durante más tiempo, la chica de los ojos tristes gritó: ¡¡basta!!

Samira no tenía cicatrices, el cuerpo. Pero, a veces, marcan más las del alma. Llevaba diez años casada con «El monstruo de la frustración». Y, sin embargo, sentía total dependencia por él. Creyó que se merecía todas sus humillaciones, por eso, siempre le justificaba…

Lo hizo hasta el día en el que al mirarse al espejo no se reconoció. Entonces pidió ayuda. Y al no sentirse sola, dejó de temer al monstruo, y empezó a verlo como un fantasma.

 

CLORURO DE SODIO, de Silvia Espina.

Sin necesidad de fingir, nuestra amiga, la eminente microbióloga María Conchita del Orzuelo nos contó la verdadera razón de su alejamiento de la Fundación Salinera de las Marismas.

En sus investigaciones con muestras procedentes del saladar, detectó ciertos organismos que se creían fósiles pero presentaban movimientos que señalaban su vitalidad, aglutinándose con la sal y desplazándose con una velocidad sorprendente.

La doctora alertó a los directivos de la Fundación, pero la reacción fue tardía: las manadas de microorganismos vivos sobrepasaron los márgenes de las salinas deslizándose hasta llegar a la calzada, provocando múltiples y peligrosos accidentes en las carreteras comarcales.

 

PROHIBIDO TOCAR, de María José Peña.

Sin necesidad de fingir, así se sentía cuando se ponía de pie y se sacudía el polvo, cuando el esfuerzo por superarse merecía la pena y el intento, aunque a veces no se lo pusieran fácil, las ganas nunca la abandonaban.

Cuando, a pesar del miedo, daba un paso al frente, aunque supusiera clavarse la espada. Le dijeron de pequeña que abriera bien los ojos porque la valentía, era una flor que crecía en la adversidad, y ahora era más consciente que nunca, y que no tuviera miedo de las tormentas, porque siempre escampaban.

Sabía que podían dejarla tocada, pero no hundida.

 

PUBLICIDAD, de Paquita Márquez.

Sin necesidad de fingir más la resignación que nunca tuvo, toma la drástica decisión de publicitarse. Todo el mundo ha olvidado el poder de la magia, hasta los niños, pero ella aún tiene mucha en su varita y necesita repartirla. Al día siguiente miles de preguntas aparecen intermitentes por todos lados: en escaparates, luminosos, teles, aceras, farolas…

«¿Quieres pasear por el Arco Iris? ¿Necesitas hablar con tu mascota? ¿Tu sueño es poder volar? ¿Transformar a tu marido en un tipo encantador? ¿Anhelas poder colarte por las rendijas?...»

Bajo cada pregunta, una dirección: www//hadazul@magic.com

Las redes se colapsan. Renace la magia

 

EL MEJOR REGALO, de Raquel Zaragoza.

Sin necesidad de fingir, ni mentir diciendo que había olvidado su cumpleaños, le confesó la verdad a su hija:

—Lo siento, Marina. no he podido comprarte nada, —reconoció bajando la mirada—. Después, le dio una hoja de hiedra que acababa de coger en la calle.

—¡Me encanta! Ahora, léeme un cuento, mami.

Muchos años después, Marina iniciaba una conflictiva relación con «un tal Alzheimer», cuando buscando otra cosa, encontró el libro de cuentos de su infancia, el que su madre siempre le leía, el de «Andersen». Y, al abrirlo, vio una hoja de hiedra seca; la recordó, la besó y sonrió.

 

ARROGANCIA, de Américo Fojo.

Sin necesidad de fingir serenidad ante el mar embravecido, el patrón de la nave ordenó a sus hombres que aseguraran la carga.

Era marino con años y muchos mares de experiencia pero el oscuro fulgor nocturno de las olas, reflejando el latido acompasado del faro, lo desconcertaba.

Los instrumentos no funcionaban y la espuma, con rara efervescencia, clausuraba los cristales.

¿Dónde estaba la entrada de ese fondeadero?

Hombre terco, no iba a permitir que los marineros dudaran de su pericia.

Con soberbia, aferró el timón con ambas manos y giró violentamente hacia el puerto imaginado.

Un relámpago solo mostró un acantilado reluciente de espuma.

 

MAMÁ, de Ana Montesinos.

Sin necesidad de fingir que llevaba horas llorando, el pequeño se acurrucó junto a su madre nada más salir del colegio.

Sentirla cerca, jovial, con ese olor a frescura que tanto le reconfortaba y saber que ella siempre estaba allí para secar sus lagrimas y escucharle atenta y pacientemente, ya hizo que su llanto fuera sosegándose.

Le cogió la mano camino a casa y notó su calidez al instante. Ella quería saberlo todo y preguntaba, como cada tarde, por las clases, el patio, los amigos. Y él sabía que sacaría su tristeza al contarle lo sucedido y hallaría buenos consejos.

Llegó a casa riendo.

 

LIBERTAD, de Patricia Rodríguez.

Sin necesidad de fingir, le prometió ella cuando se encontraron.

Fue un encuentro casual, de esos de mirada intensa en un pub de madrugada con parón del tiempo y desaparición del Universo. Ella leyó en él, asintió con la cabeza y le dejó hacer.

Quisieron que durara, y duró. No fingió, no necesitó correas ni mordazas esta vez. Se sintió real y liberado, pleno y creativo.

En señal de agradecimiento la arropó con mimo, usando el edredón de florecitas rosas de su cama.

Ahora tenía que ducharse y quitarse la sangre o llegaría tarde a la oficina.

 

INFIEL, de África Estrella.

Sin necesidad de fingir, con toda sinceridad contaré que él era dulce, suave, agradable. Con él me sentía admirada. Pero le fui infiel. Me convencieron de que no pasaría nada.

Después te lavas bien y nadie lo notará, decían. Así que probé. Terminó gustándome y repetí varias veces. Perdí la cuenta de los que pasaron acariciando mi cuerpo, quedándose conmigo. Pero como de todo nos cansamos, un día volví con él, me juré a mí misma que jamás le volvería a ser infiel. Hasta ahora lo he cumplido: no he vuelto a ser infiel a mi perfume de siempre, mi favorito (no digo marca).

 

DE MIEDOS Y MONSTRUOS, de Paquita Márquez.

Sin necesidad de fingir valor, se tapó la cabeza con las mantas cuando mamá apagó la luz, muerto de miedo. Pensaba en las palabras de su madre: «Lo que no existe, no puede dar miedo. Los monstruos no existen; los dragones alados que ves asomarse a tu ventana cada noche y los duendes que oyes pelearse dentro del armario, son pura imaginación tuya, cariño…» Luego, mamá le hizo asomarse debajo de la cama. «¿Ves? ¡No hay ningún monstruo!»

¡Eso era lo malo, lo que le daba más miedo…! Su amigo, el pequeño monstruo verde que vivía bajo su cama, también había desaparecido…!

 

SIN COMPASIÓN, de Marcelo Celave.

Sin necesidad de fingir, con hierática calma, yo diría con obsceno descaro. Así me dejó, con una última frase que repiquetea en mi mente: hoy vas a entrar en mi pasado.

No logro entender qué hice mal, aunque está claro que la he perdido. No quiero que me vea desesperado, mi último recurso es mostrar firmeza e integridad para dejar un buen recuerdo en ella.

Sonreí y me fui por el pasillo…, cabeza gacha, manos en los bolsillos, silbando bajito.

Me va a resultar muy difícil vivir sin sus visitas quincenales. Para colmo todavía me quedan tres años hasta que me den la condicional…

 

SÓLO CON LA MIRADA, de Martina Arreaza.

Sin necesidad de fingir, te miré a los ojos y tú, supiste sin necesidad de palabras lo que más temías.

Cada poro de mi piel temblaba al verte. Tus ojos tampoco mentían; me acerqué con el deseo de acariciar tu cara, pero tu fría mirada sin necesidad de manos me apartaba.

Sólo pronuncié... «Lo siento» . No respondió. Se dirigió a aquella habitación llena de recuerdos, sacando una maleta previamente preparada y la puso en la puerta sin mediar palabra.

Era el fin de aquello que yo más quería y no supe conservar.

Salí llorando, sólo mis ojos hablaron.

 

 

Y en el PODIO tenemos esta semana:

En tercera posición el bronce es, con 10 puntos, para:

ALGODÓN, de María José Peña.

Sin necesidad de fingir, así es como me sentía cada vez que cerraba aquella puerta tras de mí y veía como mirabas aquella tira de fotomatón con nuestras caras haciendo muecas o besándonos. Decías que sería el marcapáginas para saber dónde volver si nos perdíamos, mientras sujetabas mi cara con tus manos: me parecía tan erótico ese gesto… Las mismas que eran capaces de hacerme temblar sin decir una sola palabra.

Convertiste aquel espacio en un refugio donde todo era perfecto, las sábanas revueltas a la luz de las velas, el olor a café recién hecho por la mañana, la vida por delante.

 

En la segunda posición la plata se la lleva, con 12 puntos:

AHORA YO, de Yepes.

Sin necesidad de fingir, caminaba con paso lento y aire displicente. Seguía siendo impuntual pero ya no le importaba. Había prometido a su anterior YO que jamás volvería a esa casa.

Avanzaba por el pasillo enfundada en un imponente vestido de terciopelo negro. Todos los sacrificios habían merecido la pena. Ahora sí se reconocía encima de aquellos caros tacones de aguja.

El momento había llegado. Allí estaban todos, reunidos alrededor de la mesa del comedor. Estupefactos.

Como siempre llegas tarde, Carlos —le espetó su padre con desdén.

Marta…, papá..., me llamo Marta… —contestó ella ya sin necesidad de fingir.

 

Y en primera posición, con 22 puntos, tenemos:

EFECTO BALSÁMICO, de Trini García Lloret.

Sin necesidad de fingir sinceridad, cogió el bolígrafo y dibujó con palabras una tormenta de arena.

Se sentía rara... eso sí, pero escupió palabras que quemaban como un fuego que nunca antes se atrevió a sacar de su interior.

También escribió palabras frías, recuerdos de hielo, afiladas estalactitas... que salían a toda velocidad de su mente... y se clavaban con fuerza en el papel.

Descubrió que escribiendo se sentía bien, curaba heridas que ni tan siquiera sabía que tenía.

Recuerdos que aparecían, escocían, dolían, helaban... pero rápidamente aliviaba con más palabras.

Fue así como descubrió el efecto balsámico de las micras de un relato.

 


Fuera de concurso:

 DESCENSO, de David Reche Espada

Sin necesidad de fingir ni de usar excusas entrarás por la puerta del hotel y atravesarás el lobby hacia los ascensores. Nadie te preguntará, no repararán en ti. Limítate a tu camino sin levantar la cabeza ni quitarte la gorra.

En la sexta planta no hay cámaras, recorre el pasillo hasta el final: habitación sesenta y seis. A esa hora las kellies aún no han llegado y los inquilinos anteriores habrán dejado la puerta abierta. Abre el ropero, coges la katana y mueve la caja fuerte: verás un agujero a la habitación inferior. Déjate caer. Cuando veas a la Primera Dama, desata el infierno.



viernes, 6 de noviembre de 2020

CONCURSO "UN RELATO PARA LA RADIO" (Quincena VI: Se relamía)

A continuación podéis leer, por orden alfabético, los relatos presentados en la 6ª quincena del concurso de microrrelatos que he organizado para mi sección de cada dos martes en Radio Elche 'Libros y música para un paseo en Vespa'. 

Pedí por las redes y a través de la web MeetUp que se me envíen microrrelatos que comiencen con la frase «Se relamía», frase con la que terminaba el relato ganador de la quincena anterior.

Una vez finalizado el plazo de recepción, es cuando los hago públicos en este blog y pido a los propios autores que valoren los relatos del resto de participantes y puntúen los tres que consideren más completos, con 3, 2 y 1 puntos. Tienen que enviar su veredicto a mi correo electrónico (dareces@gmail.com) para que cada uno de ellos realice su votación sin saber cómo están votando los demás.

Además, el resto de lectores también podéis votar de la misma forma que los autores (3 relatos con 3, 2 y 1 puntos). Vuestras preferencias servirán para que, en caso de empate entre dos relatos, elegir la obra ganadora. Ya hemos tenido que recurrir dos veces de cuatro al voto del público.

El relato ganador será leído en la sección de radio de la semana siguiente y su frase final será la de comienzo de los relatos de la próxima semana.

Además, el autor/a del relato ganador se lleva de regalo un paseo en moto, de Scootatrip.

Tenéis de plazo hasta el lunes 9 de noviembre a las 14 horas para enviar las puntuaciones a mi correo electrónico (dareces@gmail,com). El relato ganador será leído el martes 10 de noviembre en el espacio Libros y música para un paseo en Vespa de Radio Elche, sobre las 13:45 del mediodía.

¡Suerte!


ACTUALIZACIÓN 1: Una vez finalizado el plazo de votación, añado los nombres de autoras/es.

ACTUALIZACIÓN 2: Ordeno los relatos según la puntuación obtenida. La frase de comienzo de la quincena próxima será «Sin necesidad de fingir». El plazo para participar termina el viernes 20 de noviembre a las 24:00. Las bases están AQUÍ.



HASTA NUNCA, de Mari Bastida.

Se relamía las heridas sufridas por aquella gran decepción.

Tras años sin apoyo de pañales y biberones, aún se giraban para mirarla.

Al conocerlo quiso darse otra oportunidad, ahora tocaba pensar en ella.

Con él volvió a sentirse viva, ilusionada, hasta que descubrió que era «La otra», la prohibida, el capricho de sus fantasías, la que seguía despertando por la mañana sin compañía.

Una tarde apareció con la cara cansada: «Estuve toda la noche de fiesta, pero solo he pensado en ti».

Fue la gota que colmó el vaso. Sintiendo una puñalada de traición se levantó y se marchó sin mirar atrás.


GLORIA, de Fina Esclapez.

Se relamía Gloria en la dulce espera, tras tantos días de insatisfacción extrema.

La suerte hoy estaba de su lado: ¡Eureka!.

Gloria no era exigente, estaba acostumbrada a conformarse con poco, sólo aquello que, sin esfuerzo, le era dado.

Pero, ¡jolín!

De vez en cuando se merecía zamparse algo diferente al soso pienso de gatos.

Y es que Gloria, la gata comodona, tenía un lema: el del mínimo esfuerzo.

Así estaba de gorda...

Pero hoy se lo había saltado, y una pobre rata distraída cayó en sus «garras».

Y allí la tenía, esperando el momento de hincarle el colmillo al bocado suculento.


LA HUÍDA, de Mari Bastida.

Se relamía malicioso mientras me miraba de arriba abajo. Parecía salido de la caverna más profunda. Era una mezcla entre homosapiens y neandertal, tenía el cabello de esparto y la mirada de sapo.

No sé como consiguió llevarme hasta su guarida, seguro que echó algo dentro de la bebida.

Su pestilente halitosis me mareaba. Intenté escabullirme, pero bloqueaba cualquier posible salida.

Justo cuando iba a darse el gran festín saqué mi espray de pimienta, el instinto me enseñó a estar preparada tanto para las buenas como para las malas.

Pegó un alarido de dolor y Salió huyendo. Nunca más volví a verlo.


DESEO FEROZ, de Paquita Márquez.

Se relamía cada vez que veía uno. No podía evitarlo. Esa piel sonrosadita, suave y lechosa, tan tierna, tan jugosa…¡y tan crujiente después de un par de horas en el horno, con su gratinado a la justa temperatura! Ya creía estar envuelto en el delicioso aroma…¡Mmm! Volvió a relamerse, se le estaba haciendo la boca agua. Con sumo sigilo se acercó al lugar en el que se acurrucaba junto a su madre. Debía andar con cuidado, porque la última vez, los lloros de otro apetitoso bebé lo delataron, y si no llega a ser por su agilidad gatuna, ¡casi lo pillan…!


LA GRAN NOCHE, de Fina Esclapez.

Se relamía de placer mientras se acicalaba.

Auguraba una noche excitante y loca.

Vestida para la ocasión, tanga y sujetador transparente mostraban su carne sensual.

Estaba rellenita, pero eso a algunos hombres les excitaba más.

Su cita, por Tinder, una promesa de lujuria... conocía el perfil de hombres que usan estos medios.

Última mirada al espejo y salió decidida.

Anduvo un par de calles...

¡Señorita! Una voz autoritaria la detuvo en seco...

¡La mascarilla! No... con la emoción olvidó la maldita mascarilla.

Se volvió, tropezó y cayó contra el policía. Los dos rodaron por el suelo.

¡Desacato a la autoridad! ¡Queda detenida!


MADRE NO HAY MÁS QUE UNA, de Fina Esclapez.

Se relamía el bebé chupando los restos de flan en el plato.

Su cara era un cuadro cuando llegó la abuela...

Mirada acusadora que avecinaba tormenta.

«Que desastre de hija... ¿A quién habrá salido?... Sí, al inútil de su padre».

Con esfuerzo supremo para acallar sus pensamientos, sonríe la abuela falsamente ante la escena.

¡Mira mamá! Raúl ya come solo...

¡Oh, sí! Ya lo veo... ¡Vaya guarrería!

No me extraña que tu marido te abandonara. No sabes ni educar a tu hijo...

Pero el «zasca» de su madre ya no le dolía, tantos había escuchado a lo largo de su vida...


LLAMADA INOPORTUNA, de África Estrella.

Se relamía; mejor dicho, se relamían. Aquel olor que desprendía la cocina, auguraba un excelente menú.

Preguntaban cuando comeríamos.

Yo orgullosa viendo sus caras de satisfacción.

De pronto sonó el teléfono. Contesté. Era mi amiga. Necesitaba ayuda. Se desahogó contándome lo que acababa de ocurrirle, yo la animaba. Hablamos buen rato. Cuando volví a la cocina, ¡Sorpresa! : se había consumido el caldo de aquel estofado. Estaba quemada la comida. No hubo manera de aprovecharla. Todos miraban muy serios. El único que se alegró fue mi perro que se benefició de aquel incidente y ese día comió como un rey.


PEQUEÑA TRAICIÓN, de Ana Medina.

Se relamía el pequeño felino apoyado en el alfeizar de la ventana entreabierta. En un descuido saltó al interior y estirando su cuerpo, se acomodó plácidamente dentro del circulo que los rayos del sol dibujaban en el suelo.

Norma había terminado de cocinar, y dejando la última bandeja sobre la mesa, se dirigió al salón satisfecha con los exquisitos platos que había preparado. Aprovechando su ausencia, el felino, apoyándose en sus patas traseras dio cuenta de todo lo que su dueña había preparado con tanto esmero.

Los comensales llegaron, Norma los recibió, invitándolos a pasar cordialmente.

Pasen, pasen: la cena está preparada.


NOSTROMO, de Rosa García Panero.

Se relamía mirándola fijamente, la baba purulenta y espesa resbalaba entre sus dientes. Intentó alejarse, gritó aterrorizada, pero aquella cosa la atrapó.

Nuevas órdenes, cuando casi estaban en casa, modificaron el rumbo hacia otra misión. Dos días después de llegar a la plataforma, Robert enfermó: devolvió la cena y como poseído salió corriendo y desapareció. Fueron a buscarle. La nave estaba en sombras, apenas podía verse nada. Ripley sintió el hedor de una respiración ahogada sobre su cabeza.

¡Robert! ¿Eres tú?

La garra apestosa la elevó por el aire y de un salto se la llevó, perdiéndose en la oscuridad.


VOYEUR, de Mª José Peña.

Se relamía el trozo de chocolate que él había metido en su boca. Estaban desnudos en la cocina alumbrados por la luz que había quedado encendida del baño, sería más de medianoche.

Le pidió un vaso de agua y, mientras le observaba de espaldas, le preguntó por las cuerdas que había colgadas en su habitación. Se dio la vuelta y le sonrió.

Bebió un sorbo y la cogió a horcajadas apoyándola en la encimera.

Ella abrazó con sus piernas su cintura y apoyó su pecho contra el de él. Giraron la cabeza y me descubrieron excitada con el vaivén de su baile.


EL CAZADOR CAZADO, de Raquel Zaragoza.

Se relamía, tragaba saliva y se relamía…

La conoció en la azotea. Bajo la magia de una luna azul, un gato se encaprichó de una… ¿ratita?

Durante los preliminares utilizó todos sus encantos: la mirada felina, su ronroneo y ¡hasta le maulló a la luna!

Pero qué rica estás…, ¡te comería enterita! ─susurró con voz seductora.

No sé. Déjame pensar… ¿De qué grupo eres?

¿De música? ─preguntó el gato, atusándose el bigote.

¡Nooo, de sangre! ─respondió «Vampy» relamiéndose.

De repente, la seductora dama de las tinieblas le besó apasionadamente en el cuello y… calmó su sed.


CASTIGO, de Silvia Espina.

Se relamía el león luego de devorar al hombre a orillas del río.

A ese hombre al que no había reconocido, que fue parte de él y quien jamás intentó lastimarlo.

Las deidades de la ambivalencia no consintieron esa muerte, razón por la cual el león fue condenado a no atrapar una presa hasta el fin de sus días.

Sus descendientes también padecerían las consecuencias.


INVISIBLE, de Mª José Peña.

Se relamía la sangre que brotaba de su labio, todo le daba vueltas, oía que le hablaban pero no les escuchaba, vio que le ponían una mascarilla en la cara y todo se oscureció.

Cuando abrió los ojos se vio delante del espejo, retocando su maquillaje, nerviosa.

Estoy guapa ─pensó. Llevaba noches soñando con aquel día, con él.

Salió de casa y decidió ir andando al restaurante donde se encontrarían, notaba cómo se aceleraban sus latidos a medida que se acercaba. La oscuridad volvió.

Despertó dolorida, las manos vendadas, alarmas pitando.

¿Qué ha pasado?

María, tranquila. Has sufrido un accidente.


CARICIAS, de Juan Cayuelas.

Se relamía. Tan seguro ante la sinuosa silueta de su presa: una sombra ratonil, aterrada y esquiva, prisionera de la parálisis por una decisión que no tomaba, pues se debatía entre una salida o un zarpazo acechante.

Lo sentía. El gozo del cazador que se restriega en la confusión de su cautivo. Un trofeo viviente, así lo veía al principio. Pero luego el juego se convertía en rutina, y entonces, lo dejaba marchar; sin poder evitar clavar sus dos agujas de jade, tan brillantes como inmunes a la oscuridad, en la tímida huida del indultado.

Lo amenazaba: si te vuelvo a ver…


de Narcís Ibáñez

Se relamía las comisuras de los labios, él, en la boca de ella, cuerpos bronceados, aspirando los poros de su piel transportándoles al edén, sabor agridulce.

Hace calor, la cama deshecha con pasión, las ropas por el suelo y las almohadas también.

Les acompaña John Coltrane y su tema A Love Supreme una y otra vez, con los ojos abiertos bebiendo luz en los de ella, cegándose en los de él.

Risas cómplices salpicando el lecho, oliéndose la nuca, las axilas, lametazos en las pestañas, carraspera en la garganta tiene que beber y sacar el pelo rizado de la boca.

A love supreme, de John Coltrane

EL RECLAMO, de Paquita Márquez.

Se relamía de gusto pensando en lo que le esperaba: noche de Halloween, la noche de los disfraces terroríficos. Se pone su mejor capa, se engomina el pelo y afila a conciencia sus colmillos. Elige enseguida a su víctima: una hermosa bruja que apoya su espalda en la puerta; la cabeza, apenas girada, muestra un precioso y esbelto cuello de suave piel traslúcida que permite adivinar una vena palpitante y apetitosa, plena de sangre fresca de un corazón fuerte…

Se acerca sigiloso, echa la cabeza hacia atrás y, con un movimiento enérgico, clava los colmillos…¡¡Craaajjjj!! Puro atrezo; brujita de duro cartón piedra.


HILO ROJO, de Silvia García Blasco.

Se relamía, podía sentir sus ojos clavados en mi nuca desde el otro extremo del bar, atravesándome. Ni siquiera la había visto entrar, no hacía falta, ella sabía que distinguía su olor a distancia aún entre la multitud. Como una condena se colaba por mis fosas nasales y conectaba con mis entrañas, pulverizando el muro tras el que guardaba aquello que quería olvidar.

Todo, excepto el sonido de sus tacones, enmudeció a mi alrededor. Sentía su poder.

«Ya viene», pensé. «¡Resiste!». No podía, mi dedo anular tiraba de mí con fuerza.

Y me rendí de nuevo.

Maldito hilo rojo.


PIT&STOP, de Francisco Quiñones.

Se relamía. Llegaba ese momento en que su soledad era recreo. Se iniciaba con el ruido de la puerta al cerrarse. Requería subir las persianas y abrir ventanas, elevar el nivel de la música, cerrar los ojos.

Complacencia y amargura se mezclaban para ahuyentar los miedos de hoy, el sufrimiento desaparecía al recordar aquellos años en los que la locura y la pasión la gobernaban, ligera, salvaje. No tenía nada, no era de nadie.

Otro sonido rompía el hechizo. Ese día, la alarma que la maldecía marcaba cita en el dentista. Odiaba el olor de la consulta. Se hacía tarde.


ATARCER EN LA PLAYA, de Ana Medina.

Se relamía la boca el pequeño.

Una y otra vez pasaba la lengua por sus labios, donde el sabor a fresa había quedado impregnado al terminar el delicioso helado que su abuelo le había comprado. Caminaban por la playa cogidos de la mano, cuando el niño preguntó: «¿Abuelo, porqué el mar tiene tanta agua?»... «Porque casi todos los ríos desembocan en el mar», contestó el abuelo un tanto sorprendido.

«¿Qué es la guerra abuelo?»... El abuelo miró al niño, y con tristeza le dijo. «La guerra, es un invento de los hombres para destruir el mundo». El niño se quedó pensativo.


LUNA LLENA, de Américo Fojo.

Se relamía pensando en la carne asada que en la finca preparaban los sábados por la noche.

Al llegar hizo sonar la campana y salió el mayor de los siete hermanos; parecía preocupado.

Hola amigo. Perdona pero hoy no es un buen día para visitarnos; vuélvete y trata de pasar el bosque antes de que salga la luna.

Molesto por la inusual descortesía, regresó cruzando el monte que ya estaba oscuro. Se detuvo en el arroyo para beber agua y descansar, hasta que el agua reflejó una luna llena enorme y helada.

Entonces fue cuando escuchó el aullido.


TERCIOPELO, de Pablo Crespo.

Se relamía, pasándose la lengua por los labios mientras la miraba.

La cinta de terciopelo negro en torno al cuello. Los hombros descubiertos, a excepción de su sostén de encaje, más oscuro que nunca sobre la piel tan blanca. El resto del cuerpo oculto bajo las sábanas.

Los labios carnosos y rosas, relajados, dejando entreabierta una boca tierna por la que escapaba una mezcla de calor, promesas y deseo.

Su mirada fija, retándole sin apartar los ojos, invitando, desafiando, ardiendo también en llamas.

La tensión era ya insoportable. Apagó el móvil y comenzó a masturbarse con violencia, como cada noche.


PECADOS CAPITALES, de Paquita Márquez.

Se relamía de gusto Adán cuando Eva le ofreció aquella deliciosa manzana, y así nació la gula.

Todo el día tumbado sin dar golpe, contemplando aquel precioso Paraíso, dio lugar a la pereza.

Quisieron ser como Dios, y afloró la soberbia.

Se enfadó con Eva por instigarlo a la desobediencia, y brotó la ira.

Conocieron la autoridad y majestad divinas, y germinó la envidia.

Quisieron apoderarse del Paraíso, y apareció la avaricia.

Cuando abandonaron aquel maravilloso lugar, se percataron de lo que tenían en su cuerpo desnudo, y así nació la lujuria.

Desde entonces en el mundo, la jodienda no tiene enmienda.


SUCEDIÓ, de Ana Montesinos.

Se relamía sólo de pensarlo. Recordaba los días de universidad estudiando juntos, esas fiestas alocadas donde ella se entregaba a los brazos de cualquiera que admirase su esbelto cuerpo y su mirada coqueta.

Recordaba cuando le habló de amor verdadero, cuando la vio brillar con su vestido de novia y resplandecer cuando fue madre.

Habían pasado más de veinte años y seguía siendo preciosa, la había amado en secreto durante este tiempo.

Aquella tarde, entre lágrimas y consuelo, la besó; primero con dulzura, luego con pasión. Le acarició todo su cuerpo y lamió todo su ser hasta llevarla a un nuevo paraíso.


PATERA, de Ana Montesinos.

Se relamía a cada bocado. Había llegado a tierra agotado, deshidratado y aterido de frío. Las lágrimas que recorrían su rostro le daban brillo a sus grandes y oscuros ojos, que ensombrecidos y melancólicos miraban a su alrededor con una mezcla de alivio, miedo y dolor.

Había salido de su país hacía ya varios meses, no recordaba el tiempo que hacía de aquella dura despedida, hermanos, amigos, mamá. Pero debía huir de allí, salvarse.

Le pareció mágica esa manta que le rodearon por encima, y mágica la cálida sonrisa de ese hombre que le dio paz y descanso. Apenas era un niño.



Y el podio de esta quincena queda de la siguiente manera:

En el tercer escalón el bronce con 8 puntos es para:

SER SIN PAR, de Patricia Rodríguez.

Se relamía. Tenía la solución a su soledad, intentaría ser normal. Para ello se disfrazó de persona corriente.

Cogió el metro, fue al trabajo, pidió sushi en la comida y una ginebra con pimienta al salir de trabajar. Escuchó Vetusta Morla. Concierto el miércoles en el Galileo. Jueves noche en Ponzano. Fin de semana de entradas y salidas, quedadas y chateos.

Lo intentó. No dio resultado. Se quitó el disfraz. Se sentía diferente y única en un mundo de iguales.

Se tumbó desnuda en la cama esperando su extinción.


Empatadas con la plata tenemos estas dos obras empatadas con 9 puntos:

LA ORILLA DE ENFRENTE, de Raquel Zaragoza (11 puntos de los lectores).

Se relamía, inútilmente, tratando de aliviar sus labios agrietados y resecos.

Huyendo del caos, ¡había cruzado «la calle del agua»!, lugar mágico donde el Mediterráneo y el Atlántico tienen su encuentro.

Durante la esperpéntica travesía, «el Dios del Mar» se cobró un peaje muy alto: ¡Tres cuerpos!; tres soñadores perdieron la vida.

Cuando por fin llegó a la orilla de enfrente…, la espuma de las olas vistió de blanco sus pies negros.

Puede que no fuera el paraíso. Su futuro era incierto, pero las huellas que dejaba sobre la arena gritaban que seguía viva. ¡No estaba soñando!


OSCURIDAD, de Trini García Lloret (47 puntos de los lectores).

Se relamía cuando yo pasaba de puntillas, por su superficie fría y resbaladiza...cuando me quedaba embobada, mirando su poder y sintiendo una mezcla entre miedo y admiración...

¿Cómo puede algo tan abstracto cobrar tanta fuerza en momentos de adormecimiento?

Se relamía cuando yo, inconscientemente, inhalaba la niebla de sus anhelos y exhalaba el desahogo de sus suspiros...cuando paseaba por sus recovecos sin atreverme a profundizar.

Se frotaba las manos pensando en el día en el que, con paso tembloroso, me hundiría en su bruma negra.

De momento no...no he sucumbido a ella, pero ahí está...esperando pacientemente la oscuridad.


Y ganadora indiscutible, con 17 puntos de los autores, tenemos:

TRISTE DESPEDIDA, de Raquel Zaragoza.

Se relamía pensando en la fortuna que iba a heredar…

Todo empezó con aquella llamada. En ella, la enfermera de su tío le pedía que se apresurara si deseaba despedirse de él.

Durante años, Damián estuvo ensayando hasta el último detalle: las lágrimas, la cadencia de su voz… Por fin, llegó el momento. «La triste partida» parecía inminente…

¡Y tanto que lo era! ¡Las maletas ya estaban en la puerta cuando llegó!

¡Nos vamos de viaje de novios! ─le dijo el anciano mientras babeaba mirando a su joven cuidadora.

Damián dejó de relamerse para despedirse llorando, sin necesidad de fingir.


FUERA DE CONCURSO:

TENGO HAMBRE, de América Martín (fuera de plazo)

Se relamía en la oscuridad mientras yo cenaba. Esa noche llovía y estaba sola en casa con el gato, cuando al terminar de limpiar la habitación de mi hija, se fue la luz. Oí un ruido, me giré, y al ver sus ojos redondos que decían «Tengo hambre» me paralizó el terror unos segundos... Mi grito ahogado rompió la oscuridad, e hizo saltar al gato desde la casita de juegos hasta la ventana, para desaparecer. Allí entendí que estaba sentado sobre la muñeca que hablaba y desde entonces, la única frase que le funciona a esa muñeca parlante es «No me dejes».


RESACA, de David Reche Espada.

Se relamía en un extraño duermevela sin reconocer el sabor en sus labios: fuerte y dulzón, gratificante, contrarrestando la terrible migraña con la que despertaba. Todo le daba vueltas, notaba el flujo sanguíneo desbocado en los capilares de sus oídos, y se le clavaba en las pituitarias el olor a coliflor hervida que la del cuarto preparaba los jueves. Quería vomitar.

Abrió los ojos y la claridad de la ventana le taladró el cerebro. Desvió la mirada al suelo: su ropa estaba tirada, hecha jirones y llena de pelo negro y extrañas manchas rojas.

Cerró los ojos. En su mente algo aulló.