jueves, 30 de abril de 2020

(OTRO) DIARIO PARA UN CONFINAMIENTO POR PANDEMIA GLOBAL: Quién me ha robado el mes de abril.

 JUEVES 30 DE ABRIL

  


Pues ya llevamos mes y medio así… Hoy cumplo mi séptima semana desde que recogí mis bártulos del día a día en la oficina, el martes 12 de marzo, y me metí en casa después de cenar en el bar Los Tronquitos de mi barrio. A partir de la semana que viene los que seguimos confinados podremos empezar a salir también a dar un paseo o hacer deporte; y me pregunto cómo irá muriendo este diario. ¿En qué momento escribiré la última entrada para despedirme porque ya no me considere como una persona confinada? Ya iremos viendo.

Al hilo de esto acabo de escuchar en la radio que los que salgamos a hacer deporte no vamos a tener límite de tiempo ni de kilometraje, aunque hace una hora en las noticias de la televisión dijeron que la franja horaria serían a primera y última hora del día. Por otro lado también he escuchado que el Ayuntamiento de Madrid no va a abrir los parques, con lo que no podría hacer mis circuitos habituales por Madrid Río y debería correr por aceras y calzadas… Sigan atentos a sus pantallas.

Quedan en todo caso dos días para poder a salir a hacer esa carrera. Tengo mis dudas de si empezar esa primera jornada con todo el mogollón que podemos encontrarnos o si hacerlo el día siguiente una vez que los odiadores hayan lanzado sus vituperios reglamentarios. Mi gemelo izquierdo lleva ya un par de días de deporte en casa en los que no me molesta, pero aun así tendré que hacerlo con suavidad porque hoy ha sido la rodilla derecha la que en un twist me ha hecho un amago de encasquillarse. No quiero ni pensar cómo tendría el cuerpo de haberme dedicado este mes y medio a estar sentado y tumbado en el sofá. He conseguido mantener el corazón (la patata, como le llaman algunos a la hora de hacer deporte) activo y el peso a raya, pero es cierto que caminar sólo una vez a la semana es todo un hándicap para las piernas. Ya veremos qué tal el sábado, o el domingo.

Hoy me ha escrito mi casera, quería saber qué tal estaba. El día en el que teníamos que vernos para hacer la entrega de llaves antes de volverme a Elche, al comienzo de este mes de abril, ella tendría dificultades de agenda porque eso días se iba a Gijón a llevar a sus padres, que estaban con ella en Guadalajara, donde vive. Y así está la mujer también, mes y medio con sus padres en casa. Por fortuna están bien, no como otra amiga que ayer nos comunicó que su padre falleció. Estas desgracias sirven al menos para recordarnos que aunque necesitamos reír esto no es una broma y la gente se muere. Y es muy necesario que sigamos concienciados de las medidas de higiene y distanciamiento social para no seguir propagando este virus.

Ya no es quién nos ha robado el mes de abril, sino qué nos ha robado este mes de abril.



Por cierto, estoy escuchando la polémica generada por la experta en chorros de tinta, la inefable presidenta de la Comunidad de Madrid Díaz Ayuso, a propósito de la basura nutricional que está dando de comer a los niños de las familias más desfavorecidas. Yo hoy me he hecho una pizza casera, la primera en mes y media. Me la haría más veces, y sé que las que me hago yo son sanas porque no llevan casi nada procesado (chorizo para media mitad, y anchoas para la otra media), pero aun así intento no abusar. Tanto esfuerzo para mantener el bote de Nocilla a raya, y esta persona diciendo lo que dice. En fin…


Así empieza una pizza








David 43 – Nocilla 0


miércoles, 29 de abril de 2020

(OTRO) DIARIO PARA UN CONFINAMIENTO POR PANDEMIA GLOBAL: Encuentros en la primera fase.


MIÉRCOLES 29 DE ABRIL


El viernes pasado dije que hacía una tarde con luz de verano, mis sentidos confundían a mi cerebro con percepciones más propias de finales de agosto. Hoy sopla el viento, igual que en las tardes de la última semana de agosto en la playa. Al menos tengo ese recuerdo de cuando siendo niño o adolescente veraneaba en Santa Pola, la última semana por la tarde el viento arremolinaba la arena por las calles de Playa Lisa y Gran Playa. Hoy la temperatura es agradable, pero he tenido que cerrar la ventana porque el viento es molesto. Ayer escuché en la radio que la Agencia Estatal de Meteorología advierte de que vamos a tener un mes de mayo caluroso. A ver qué tal se me da en mi pequeño invernadero.

Al menos podré combinar el ejercicio en casa con la youtuber María Martínez (de la que soy una de sus campeonas y guapísimas) con correr por la calle a partir del sábado 2 de mayo. Para quienes penséis «Mira, uno que se apunta a lo del running», os cuento que yo ya salía a correr cuando se llamaba footing, después creo que fue jogging; y ahora le llaman running. Yo siempre he salido a correr, con más o menos frecuencia desde que tengo 15 años. Me pregunto si podré correr por el parque de Madrid Río, como suelo hacer o si estará cerrado y tendré que inventarme un circuito en un radio de 1 km alrededor de mi casa: me da para ir hasta el puente monumental de Arganzuela, un poco más allá del de Toledo, subir al cruce de Ribera de Curtidores con Ronda de Toledo, de ahí al Mercado de la Cebada en La Latina, seguir al viaducto de la calle Bailén, bajar al puente de Segovia y cruzar al otro lado del río hasta el parque de San Isidro. No sé, mucha cuesta. Y ahora, si estáis aburridos, quienes no sabéis donde vivo podéis triangular con los datos que os he dado y averiguar dónde me confino.

No sé, cuando ayer se supo lo de las fases de la desescalada me dio un poco de bajona al darme cuenta de que hasta finales de junio no podré salir de Madrid (y es muy posible que se alargue hasta julio, dado que la Villa y Corte es el centro de nuestro Fin del Mundo). Y no es porque esté mal en casa en esta situación, pero hay gente a la que abrazar fuera de Madrid. Con los de Madrid parece que me podré encontrar en la primera fase (¡qué también hay ganas!).

En todo caso se acerca el momento de ir tomando una decisión respecto a ese cambio de vida que esta pandemia me interrumpió. Hasta julio no podré iniciar, pero a ver en qué condiciones. Mucho que pensar.


David 42 – Nocilla 0


martes, 28 de abril de 2020

(OTRO) DIARIO PARA UN CONFINAMIENTO POR PANDEMIA GLOBAL: Un gato en una Vespa


MARTES 28 DE ABRIL


Finalmente decidí ir hoy a hacer la compra porque el martes es supuestamente uno de los días en los que menos gente va al súper, aunque podría haber aguantado un par de días más, a excepción de las almendras del desayuno, pero teniendo en cuenta que vienen un par de días festivos, el jueves se va a acumular mucha gente, así que hago mi operación salida en plan escalonada, tal y como pide la Dirección General de Tráfico.

De camino al súper, al pasar por las obras de urbanización de la antigua fábrica de Mahou, me ha llamado la atención la quietud. Las máquinas estaban paradas pero los operarios estaban allí, distribuidos por toda la parcela, como tachones amarillos por los chalecos, quietos aquí y allá, como congelados, en stand-by. Qué raro era. Pero claro, ¿qué puedes hacer en la obra a la hora del almuerzo si no hay bares abiertos ni puedes sentarte con los compañeros a compartir charla mientras te tomas el bocata? Estar quieto, sentado en un bordillo, apoyado en una máquina, encerrado en tus pensamientos. En el trayecto de regreso ya estaba todo en marcha, ya parecía todo normal, como si fuera una mañana cualquiera de un martes de primavera junto a una obra (en uno de los taludes unas amapolas hablaban de la inalterabilidad y lo efímero de la Naturaleza).

Ahí están: amapolas esperando a que digamos que nos ha jodido mayo con las flores.

En el súper he vuelto a encontrarme, como hace un par de semanas, con uno de mis vecinos, el que sólo veo en verano en los ratos de piscina con sus hijas. Y no he podido evitar decirle: «Hay que ver, en verano nos vemos en la piscina, y en las pandemias nos vemos en el súper». Esta vez no he ido reculando poco a poco hacia detrás por si se me acercaba. Hace un par de semanas sí que terminé «acorralado» contra los pañales, pero esta mañana no he pegado el culo contra el expositor de hamburguesas y carne picada.

En todo caso, esta salida al súper y la confección de la lista de la compra me ha servido para darme cuenta de que no consumo casi nada de pan, aunque la visita al contenedor del vidrio es igual de ruidosa cada semana.

Este confinamiento también me está sirviendo para hacer cosas impensables, como limpiar el cubo del reciclaje. ¡Madre mía! El estropajo que he usado ha ido directamente a la basura.

Y bueno, pocas más cosas me han pasado hoy. La anécdota del día, más allá de la salida al súper, es que he bajado al garaje para darle vidilla a mi parque móvil. Coche y moto han arrancado sin problemas después de 17 días tras la última vez que los puse en marcha, el Sábado Santo. La sorpresa ha llegado cuando he querido subirme a la moto, para modificar la posición de las ruedas, y he descubierto que el sillín estaba muy sucio… Temo que un gato duerme y/o se limpia el culo en el asiento de mi moto.



David 41 – Nocilla 0


lunes, 27 de abril de 2020

(OTRO) DIARIO PARA UN CONFINAMIENTO POR PANDEMIA GLOBAL: Contad hasta diez

LUNES 27 DE ABRIL


«Algo que olvidamos: España no es Twitter, afortunadamente».

Se lo leí ayer a Ramón Lobo, periodista que fue corresponsal de guerra y que al contrario que a otros de apellido impronunciable a los que se les ha ido la pinza, es un opinador en general comedido y cabal en base a su dilatada experiencia.

Todo esto viene a propósito de las cuatro imágenes (o diez, lo mismo me da) que circularon ayer envueltas del ruido y la furia de aquellos que ven que los comportamientos incívicos retratados de padres que salían con sus hijos, sin respetar las reglas necesarias para evitar la trasmisión potencial del maldito virus, iban a ser motivo para prolongar el confinamiento.

Cuatro imágenes (o diez, me vuelve a importar lo mismo) no representan la extensión ni la población del segundo país más grande de Europa Occidental, con 47 millones de personas. Pero hicieron mucho daño. Y causaron más desánimo. En serio, ¿era necesario que todos los que os indignasteis por esas cuatro imágenes (o diez, que me importa un carajo), que son totalmente reprochables, las compartierais en vuestras redes soltando pestes y convirtiendo esos casos, seguramente particulares, en categoría?

Mención aparte para los idiotas que han visto esto como una clara jugada maestra del gobierno socialcomunista para justificar mantener el confinamiento con un oscuro propósito de autogolpe de estado.

El caso es que ayer, la enfermera desconocida que me cuenta de tanto en tanto cómo vive esto, estaba desmoralizada porque teme que el próximo sábado 2 de mayo va a salir todo el mundo a la calle en plan fiesta y por tanto el trabajo que han hecho hasta ahora, jugándose su propia vida, no va a servir para nada. Esas sensaciones están motivadas precisamente por las imágenes que circularon ayer. Y no, no es hora de desmotivar a quienes están haciendo la parte más dura de esto.

Bastante tiene con lo que se enfrenta a diario. Ayer me contó que lleva dos noches sin dormir, y que además tuvo que llamar al sacerdote del hospital para que le diera la extremaunción a un paciente. Nunca ha fallecido nadie en su turno, pero tenía un enfermo que temía que no iba a superarlo, y por eso llamó al cura tras haber consultado con la familia. Cuando se incorporó por la mañana le confirmaron que falleció durante la noche, y me contó que ella y otros auxiliares estuvieron rezando con el sacerdote dando el último adiós al paciente.

No soy creyente, me desnudé de fe a los 14 años, y durante todo este tiempo (casi tres décadas) he reflexionado mucho sobre la fe, la religión y las Iglesias. Siempre he sido muy beligerante, y lo seguiré siendo, contra la intromisión de la religión como institución humana en la vida de las personas, contra la intención de obispos, rabinos e imanes de influir en las leyes y formas de gobierno; y aunque también intento exponer muchas veces los motivos de mi Razón contra la Fe (tenemos suficientes conocimientos de antropología, teología, sociología, psicología, historia, física, química, biología, astrofísica como para saber que los ritos del rezo de viernes, el Sabbath o las misas de los domingos y toda la parafernalia que rodea la plasmación de la fe, no son más que una invención humana que poco o nada tienen que ver con la existencia de un ser superior que haya creado este mundo infinito, y que además nos escuche en nuestra ínfima importancia); digo que a pesar de eso, si alguien cree, es improbable que la Razón tumbe a la Fe. Y ayer le decía a la enfermera desconocida que mi no creencia no significa que no me parezca un gesto precioso lo que hizo: acompañar a esa persona en sus últimos momentos de la forma en que su familia hubiera querido, es algo que no forma parte de sus obligaciones, como agarrar de la mano a los pacientes para que no se sientan solos, pero lo hizo, y eso es bueno y bonito. Tiene el valor de la esperanza que proporciona, tanto para ella como para de alguna manera a la familia, que dentro del dolor ha encontrado un gesto que lo amortigua.

Desde mi agnosticismo y mi apostasía le confirmé que si una cosa buena tiene una fe, es que está diseñada para afrontar esto, para encontrar un sentido al horror de la vida en tiempos difíciles. Y le animé a que ella que puede como creyente, utilice esa herramienta, por muy dura que sea la realidad, porque en la religión tiene respuestas contra el desánimo causado por esas cuatro imágenes (o diez, que insisto en que da igual). No es el momento de sembrar la duda en nadie, es el momento de actuar. El análisis tendrá que venir luego.

Por tanto, no me han desmoralizado esas cuatro imágenes, a mí lo que me desmoraliza es la insistencia en la estupidez y en la inquina, el ruido y la furia. Pero por fortuna parece que esa epidemia de estulticia está bastante acotada y es poco infecciosa, por lo que veo en mis redes: están los idiotas de siempre, los crónicos que no dudan en retratar su estupidez y falta de perspectiva permanente, y luego algunos que caen en casos puntuales con contagios pasajeros de furia infantil. Por favor, ahora guardaos vuestra furia, contad hasta diez, pensad si exponer vuestro enfado sirve solo para vuestro propio alivio o si va a ayudar a alguien. Y ya luego compartís o no. Usad un poquito la cabeza antes de ejercer vuestra libertad de expresión.

Y hablando de todo un poco, hoy he vuelto a hacer ejercicio con cierta intensidad (50 minutos además) y mi gemelo izquierdo no se ha quejado después de los últimos días de estiramientos y manipulaciones solitarias (del gemelo…).

Entre eso y que hoy he aprovechado el relleno que me sobró para las berenjenas del otro día como salsa para unos macarrones, pues estoy orgulloso de mí mismo y mi capacidad de intendencia hogareña. Incluso estoy bebiendo menos cerveza de la esperada. Tenía programada para mañana mi próxima salida al súper, pero no sé si alargarla un poco (lo estudiaré, que el viernes es festivo y como lo retrase me encontraré mucha gente el jueves).

La luz de la cocina ya tal (como diría el marchador).



David 40 – Nocilla 0

domingo, 26 de abril de 2020

(OTRO) DIARIO PARA UN CONFINAMIENTO POR PANDEMIA GLOBAL: Se le apagó la luz.


DOMINGO 26 DE ABRIL


Con la preocupación que tuve yo al principio de todo esto por poder tener cubitos de hielo en el congelador, para las copas del finde, y apenas me he hecho dos o tres copazos en los 44 días previos. Es cierto que no estoy perdonando los vermús del sábado, pero realmente nos apañamos con bastante menos de lo que pensamos.

Sobre esto, sobre la diferencia entre lo que creemos necesitar (lo que queremos) y lo que realmente necesitamos (lo que nos es suficiente para tener una vida feliz), estuve hablando hace un par de días con una amiga a propósito de un vídeo que está circulando por las redes. Es un vídeo que cuestiona el materialismo y la carrera consumista a la que nos ha llevado la necesidad de crecer y crecer del modelo económico con el que vivimos.

Estoy totalmente de acuerdo en que nos hemos visto devorados por un modelo depredador de recursos (incluidos los humanos) que necesita crecer constantemente para sostenerse a sí mismo, y que ahora, con este parón nos damos cuenta de que podemos vivir con mucho menos, estamos empezando a comprender que lo que de verdad nos importa son cosas que no se producen en fábricas ni se compran en tiendas. El problema reside en que nuestras economías se basan en el consumo, y hay mucha gente que depende de ese consumo (tiendas, transportistas, publicistas, las fábricas… aquí y en los países en vías de desarrollo). Hay que encontrar la forma de transitar hacia ese nuevo paradigma sabiendo en qué reconvertir los puestos de trabajo que ya no harían falta si fuéramos más responsables en la forma en que consumimos. Pero hay que pensarlo y no decir que no se puede hacer.

Mi amiga, que es doctora en Psicología, me responde que ella lo ha analizado más desde una visión psicológica e incluso antropológica, no económica; y que quizás esto nos enseñe a ver que a menudo el consumo excesivo lo realizamos para llenar vacíos emocionales de los que no somos ni siquiera conscientes. ¿Echas de menos cosas materiales? ¿O personas y experiencias vitales? Pues eso.
Y razón no le falta.

Lo que yo necesito es que alguien me arregle la instalación del ojo de buey de la cocina. Hay algún contacto puñetero que a veces se descontacta, y me quedo sin luz. Hoy he fregado los platos y he cocinado la paella del domingo con la luz del extractor. Por más que he estado manipulando el ojo de buey no he conseguido, como en otras ocasiones, que volviera a funcionar.

 Para cocinar me ha valido esa luz.





Cuarto menguante de paella

Y bueno, que ha sido el día de los niños, debajo de mi ventana algunos vecinos han ido y venido con sus hijos, paseando o jugando a la pelota. Por aquí no he visto esas imágenes que todo el mundo anda divulgando y criticando de gente saltándose la distancia de seguridad, parece que la irresponsabilidad va por barrios.

Así que ahí os dejo, con niños o sin ellos, yo voy a tomarme mi manzana de la merienda y a limpiar la cocina en semipenumbra…




David 39 – Nocilla 0




PS: Hoy domingo es el día del señor, pero de religión y fe os cuento algo mañana.

sábado, 25 de abril de 2020

(OTRO) DIARIO PARA UN CONFINAMIENTO POR PANDEMIA GLOBAL: El Sol, el mar.


SÁBADO 25 DE ABRIL


Los confinados no tenemos que preocuparnos de planchar camisas, ni de afeitarnos, peinarnos o cortarnos el pelo. Bueno, esto último es más bien una imposibilidad, puesto que no debemos salir a la calle más que para lo imprescindible, y cortarse el pelo no es imprescindible, además de que las peluquerías están cerradas. Cosa aparte son las parejas que se atreven a poner a prueba sus relaciones mediante cortes de pelo caseros: algunos pelazos han quedado un tanto esquilmados durante estas semanas. Yo, en mi soledad, dejo que las greñas del cuello sigan creciendo a lo lobezno.

Y luego el tema de la ropa: estos días estoy vistiendo a lo Sheldon Cooper: sudadera y camiseta encima, para poder ir de manga larga en esta primavera ciclotímica y mesetaria pero luciendo las camisetas que más me gustan. Suelo decidir qué camiseta me pongo cada día en función de las posibles videollamadas que tenga, y le doy un pensamiento un poco más profundo cuando hago un directo de Instagram, que suele ser los viernes, además del que hice el pasado 23 de abril con motivo de Día del Libro. En esas ocasiones de directo de Instagram aprovecho para afeitarme; y para peinarme (y por qué no decirlo, también me peino un poco antes de ciertas videollamadas, a la batcueva hay que entrar presentable).

Ayer hice el habitual directo de los viernes en Instagram, compartiendo títulos de libros de viajes con mi amigo Alberto, un viajero en moto que hace tres años hizo un recorrido hasta Auschwitz y al regreso reflejó sus emociones en un precioso texto. Lo queríamos compartir con todos los que se asomaron a ese rincón de las redes sociales; y cómo no, al hablar de un viaje en moto me puse la camiseta de La Vespita que hace unos pocos años me regaló mi amiga Lorena. Es una de mis favoritas.

Hoy hace un lustro que se casaron mis amigos Esther y David. Fue en Almería, un fin de semana en el que descubrí Cabo de Gata, a la editora de mi tercer libro, y que vivir cerca del mar es una forma de vivir. Desde hace mucho tiempo siempre he dicho que me gustaría que mi vida fuera relajada, luminosa y verdadera como los cuadros de Sorolla en la Malvarrosa de Valencia, y a propósito de una foto robada que nos hicieron a una amiga y a mí ese día paseando por la playa de los genoveses, nuestro amigo Vicent, que creo que por aquel entonces ya estaba en Melbourne, fue rápido encontrando el parecido con uno de esos cuadros de Sorolla. Y así quedó reflejado:

Me ha servido para charlar un ratito con Trini, amiga a la que hace mucho que no veo.

Y entonces me ha dado la nostalgia del mar, me he acordado de este post (PINCHA AQUÍ: Verás el Sol y el mar) que escribí en mi primer invierno en Madrid, allá por febrero de 2014. He recordado otros tiempos en los que el horizonte era una línea separando azules.

Precisamente, en una de las videollamadas del sábado, nuestro amigo Rafa, un gallego de Canarias que conocí en Madrid gracias a su amistad con una amiga de mi hermana, y que en Londres trabó amistad con mis amigos Luis de Alicante y Susana de La Romana, pero que luego se fue por amor a Sofía (Bulgaria) y al que el Fin del Mundo le pilló en Canarias mostrando su primogénito a sus padres; hoy nos mostraba las vistas que tiene desde el apartamento en el que pasa estas semanas: el Atlántico… Nadie lo ha dudado un segundo: ni la terraza de Luis en Londres, ni los vinilos de Javi en Alicante o mi biblioteca en Madrid, el mejor fondo era el de Rafa con el mar ahí detrás.

En fin, volveremos al mar, a ser posible en La Vespita.



David 38 – Nocilla 0


PS: En esa realidad paralela de la que he hablado otros días, hay un tipo como yo que hoy está en Valencia presentando su novela juvenil A Macondo se va en línea recta en la biblioteca del centro cultural La Rambleta. Ese tipo como yo anoche paseó por Valencia, pero sin la melancolía de las últimas veces, porque está viviendo en Elche de su propio negocio en moto.

viernes, 24 de abril de 2020

(OTRO) DIARIO PARA UN CONFINAMIENTO POR PANDEMIA GLOBAL: Radiales en la estepa.


VIERNES 24 DE ABRIL


Las tardes, durante la hora de la siesta, con la persiana bajada y la ventana abierta, colándose por las rendijas no solo el sol sino el ruido de la calle, especialmente el canto de los pájaros que ya pueblan los árboles del todo verdes en el parque de detrás de casa, están adquiriendo cara de verano en estos últimos dos días. (Nota mental: no escribir frases tan largas con tanta distancia entre sujeto y predicado).

A lo largo de esta semana hemos tenido días luminosos, nublados, fresco, calorcito, y esta tarde se adorna con las típicas nubes de desarrollo vertical, con el cielo tomando un color denso, caluroso, conforme la vista se acerca la horizontalidad. A propósito de esto, de esa falsa sensación de verano, esta mañana he pensado que en este apartamento, en esta situación, seguir así en verano sería terrible. Mis ventanales miran al sur y con el sol alto esto se convierte en un puñetero invernadero. Me gastaría todo el dinero que estoy ahorrando en bares y restaurantes poniéndome aire acondicionado en casa.

Ahora que pienso, la inclinación del sol en estas fechas, un mes después del equinoccio de primavera será más o menos la misma que un mes antes del equinoccio de otoño, es decir, finales de agosto. Y el ambiente silencioso de la calle en la que se escuchan los gorriones, alguna tórtola, voces fugaces y apagadas desde otras ventanas; y la luz… Todo eso me está recordando en este viernes de pandemia a alguna tarde perezosa de finales de agosto, pero con menos calor en casa.

El directo de ayer, el día del libro, en el que junté a once amigos y conocidos: escritoras, editora, lectoras, prescriptores… para que hablaran de sus libros favoritos o que de alguna manera les marcaron, fue todo un éxito de crítica y público (en mi escala de seguidores en instagram). Es muy satisfactorio y gratificante encontrar a tu alrededor gente que disfruta la lectura, que quiere compartir, y tantos más que estuvieron atentos, tomando nota y agradeciendo a cada uno de los intervinientes. Me dieron ideas para repetir o hacer cosas similares.

Ayer hablaba de la idea de tener claro qué día de la semana es, por lo de tener una pequeña referencia y evitar caer en la medida de lo posible en un día de la marmota. Pues bien, esta tarde aunque sea viernes tengo sensación como de domingo (a excepción del hijoputa la radial que se ha puesto ahora mismo a joder desde algún sitio indeterminado –más abajo en un aparte os cuento lo del hijoputa la radial-), y es un peligro caer en un domingo perpetuo. Esta mañana aún se escuchaban a lo lejos los sonidos amortiguados de las obras de urbanización de la antigua fábrica de Mahou. Esta mañana era un día entre semana, pero esta tarde es domingo, y yo he intentado tomármelo como sábado: he remoloneado en la cama, he tenido una conversación lenta por whastapp, y después de desayunar, he sustituido el ejercicio por unos vídeos que me envió mi fisioterapeuta de cabecera para estirar.

Me he equivocado y en lugar de un vídeo para estirar he puesto uno de yoga… Y lo lamento mucho, pero me ha parecido un puto rollo lo del yoga. Llevo unos días habituado al entusiasmo de la de «¡Vamos, campeona!», y el pavo que estaba hablando de la energía y las bandas en el cuerpo y chuminadas similares, pues no me realizaba… Luego sí que me han sacado de mi error y he puesto el vídeo de estiramientos, que me ha relajado más que cualquier posición imposible de yoga.

Me he asomado a buscar al hijoputa la radial, y parece que es un vecino de rellano mío quien se está poniendo el aire acondicionado, y está atravesando la pared con taladro, además de recortar algo con una radial.

El hijoputa la radial: Desde hace muchos años existe en mi imaginario personal este individuo merecedor de la horca que se dedica a perseguirme por todo el planeta con una radial. No la usa para descuartizarme ni torturarme físicamente, sino para atormentarme en el lugar más insospechado y a la hora de más tranquilidad. Tengo el recuerdo de siestas o mañanas de desmadrugar en mi adolescencia y primera juventud las que una radial me sacaba de mi estado de placidez. Más tarde, en mi segunda juventud he sufrido al hijoputo la radial en muchos otros sitios, pero destacaría una mañana de principios de agosto de 2007 en Split, Croacia, y sobre todo una siesta en mitad de la estepa en la frontera entre Rusia y Mongolia en Tashanta (AQUÍ) de mitad de agosto de 2011, materializado en unos australianos con camión de bomberos que acamparon al lado de nosotros.

¡Aquí! ¿Quién te jode la siesta aquí con una radial?


David 37 – Nocilla 0


CONTINUARÁ…

jueves, 23 de abril de 2020

(OTRO) DIARIO PARA UN CONFINAMIENTO POR PANDEMIA GLOBAL: Dime qué día es.


JUEVES 23 DE ABRIL


Hoy es jueves… De repente esta mañana, en la ducha, he parado un momento y me lo he tenido que recordar. Me pasa a menudo, eso de estar en la ducha al final del día y tener que recordarme a mí mismo, al final de la jornada, en qué día de la semana estoy, como si los árboles del día me impidieran por un instante vislumbrar el momento de la semana por el que transito. Esta mañana en la ducha me he dado cuenta de que ahora es mucho más necesario tener que recordarte qué día es. Y ya que estamos, os cuento que yo soy de los que se duchan por la tarde-noche en lugar de por la mañana, salvo en estos días donde el hecho de hacer deporte después de levantarme he cambiado el hábito.

Pero vale, también es verdad que esta mañana no he hecho ejercicio… A ver cómo evoluciona mi gemelo izquierdo después del pinchazo que me di ayer. Ya no me duele ni tengo molestias, pero haré caso a mi fisioterapeuta de cabecera y haré sesiones de estiramiento para relajar un poco después de todos los días seguidos de ejercicio que llevo (que no es que estuviera muy acostumbrado).

Así que he decidido comer un poco más suave: he improvisado un guiso de bacalao con un par de trocitos de lomo de bacalao que tenía en el congelador, con alcachofas, puerro, pimiento rojo, anchoas (que se han deshecho dándole a todo un saborcito potentón) y  champiñones.

Y ahora que ya he terminado de preparar el directo que haré esta tarde en Instagram después de los aplausos de las 8 de la tarde, me empieza a entrar hambre… La bestia arrecia en mi barriga.

Pues eso, hoy es el día del libro, un extraño día del libro, y después de que mi amiga Anna me preguntara ayer que si iba a hacer algo para conmemorarlo, pues he decidido preparar un directo en jueves (los hago siempre en viernes) hablando de algunos de los libros que supusieron un cambio en mi vida e invitando a amigas y amigos para que hablen de sus preferencias literarias. Creo que va a quedar bonito.

Espero que el bebé de al lado no se ponga a llorar… Hoy, mientras comía, me he dado cuenta de que está pasando de la fase de llorar desconsoladamente a la fase de gritar y golpear cosas. Está descubriendo su voz y el poder de sus manos…

Un poco de Nocilla seguro que lo calmaría…


David 36 – Nocilla 0



miércoles, 22 de abril de 2020

(OTRO) DIARIO PARA UN CONFINAMIENTO POR PANDEMIA GLOBAL: La berenjena rellena.


MIÉRCOLES 22 DE ABRIL


Pues ya está, al final me lesioné con el ejercicio, en el último minuto, que ya es de coña. Estaba haciendo la última tanda de ejercicios, espoleado por el «¡Vamos campeona, tú puedes guapísima!» de la youtuber con la que me ejercito cada día: unos saltos con sentadilla. Me quedaban apenas unos veinte segundos para terminar la sesión del día, y de repente el gemelo izquierdo ha dicho que como broma estaba bien. A ver si remite, porque tengo recuerdos de ese dolor, de esa lesión que a veces, en tiempos no muy remotos me ha hecho caminar raro (ahora que pienso, recuerdo haber soñado hace unos días con el Ministerio de Andares tontos de los Monty Python). Y creo que no durará más de un par de días. Hoy me estoy tocando más de lo habitual (solo el gemelo, lo otro poco, menos de lo esperado) a ver si el masajeo me ayuda a relajar.

Tendré que seguir haciendo ejercicio de alguna manera porque si no, me veré obligado a reducir mis menús, que en general tampoco es que coma demasiada cantidad. Los primeros días del confinamiento bajé de peso y quise creer que era porque ya no estaban en mi menú las patatas fritas del segundo plato de la cafetería de la Facultad de Medicina de la Autónoma, que es donde comía siempre, al lado de las torres del norte de la Castellana de Madrid. Pero una amiga me dijo que no me hiciera tantas ilusiones, que seguramente eso era porque había perdido masa muscular. Aunque dudo que en una semana perdiera un kilo de músculo. El caso es que después de tres semanas de ejercicio vuelvo a pesar lo mismo que cuando comenzó el confinamiento, y en contra de lo que me dijo hace un par de días un amigo, me noto más barrigudo. Me engaño a mí mismo y me digo que eso es porque los abdominales están empujando desde dentro a la capa de grasa que como buen cetáceo me recubre para nadar en verano en las aguas frías de la piscina no soleada de mi urbanización.

El caso es que hoy me he hecho una berenjena rellena con carne de ternera y una salsa de pimiento rojo y verde, cebolla roja, tomate, tomate seco aliñado, ñora picada, champiñón y la propia berenjena, todo al vino, que vamos, salivando desde el comienzo… Realmente la única grasa de este plato venía en el queso que le he puesto por encima para meterlo al horno.







En los aplausos de ayer fui consciente de que la señora mayor con problemas de movilidad al aplaudir no me saludaba a mí la semana pasada tal y como conté, sino al bebé de mis vecinos, el que ha llorado el 50% del tiempo desde que nació. Ayer todos los vecinos del edificio de enfrente sonreían y saludaban a la ventana contigua a la mía, desde la que sólo veía asomar las manos de la madre del bebé. Entiendo que no todos son parientes o amigos de mi vecina (ni la petarda ni la que mola, la del bebé llorón), así que tenían que estar saludando por fuerza a la pequeña fiera. Si supieran que realmente es un mini monstruo que ha atormentado a sus padres durante meses (ahora ya no llora tanto), no le sonreirían tanto…

Y por último, he recuperado la lectura: Crematorio de Rafael Chirbes, con un inicio muy intenso. Normalmente leo solo en verano, en la piscina, mientras que durante el invierno pierdo el tiempo en cualquier cosa en lugar de aprovecharlo con un libro entre las manos. En contra de la opinión generalizada de que nos sobra el tiempo y hay que hacer cosas para no aburrirse durante esta pandemia, yo no he tenido aún demasiado tiempo para ponerme a leer o ver películas y series. Creo que he dedicado más mi tiempo a las relaciones sociales, principalmente el teléfono, cosa que hace un mes hubiera sido impensable en mí. Y estoy contento al descubrirme capaz de hablar por teléfono durante más de una hora, durante varios días, con alguien. Es ilusionante en tiempos de la pandemia.


David 35 – Nocilla 0


martes, 21 de abril de 2020

(OTRO) DIARIO PARA UN CONFINAMIENTO POR PANDEMIA GLOBAL: La media vuelta al mundo en 40 días.


MARTES 21 DE ABRIL


No sé cómo es un martes por la mañana en mi barrio porque hasta que llegó el Fin del Mundo mis martes por la mañana se ubicaban en edificios de oficinas, sometido a una rutina que no siempre es de mi agrado. Así que esta mañana, cuando al salir a comprar después de diez días he visto que la calle no estaba muerta, pero no sabía si era mucha menos actividad o la misma que cualquier otro martes en el que una pandemia no nos atenaza. Es cierto que el hecho de que al lado de casa se hayan retomado las obras de demolición del Calderón y de urbanización del solar de la antigua fábrica de Mahou, dan una sensación engañosa de normalidad. También había más tráfico que en las ocasiones anteriores en las que he salido, pero el súper estaba más tranquilo y no he sufrido ningún momento de parraque en la sección de fruta y verdura, como los agobios pasajeros de semanas anteriores.

Intento no caer en el aprovisionamiento excesivo en el que incurrió tanta gente los primeros días del confinamiento, con aquella locura del papel higiénico, los huevos, después el alcohol y finalmente la harina. En todos esos productos he ido siempre a remolque, llegando tarde, aunque por fortuna sólo tuve que postponer el vicio del vermú los dos primeros fines de semana además del antojo de hacerme una pizza casera (que hace años que no las preparo). Pero al final tuve para hacerme el vermutito, y hoy he comprado harina para cocinar alguno de estos días una pizza (ni de coña pienso lanzarme a la tontuna colectiva del pan casero).

Y todo esto venía solo porque aunque intento no hacer acopio excesivo (mi cocina no da para guardar muchas cosas), el hecho de querer espaciar lo máximo las salidas a la calle no siempre es compatible con las fechas de caducidad de algunos alimentos, sobre todo cuando algo se te queda sepultado al fondo de la nevera bajo otros productos y lo descubres una vez que ha pasado su fecha de caducidad. Hace una semana me comí una bandeja de sushi pasado un día, y hoy un par de hamburguesas que han aparecido sorpresivamente varios días después de su fecha. En plan trampa de cocina francesa las he acompañado de una guarnición de cebolla roja, pimiento y champiñones; en una salsa de vino y soja con guindilla, cociendo además las hamburguesas en esa salsa. Si había algo malo en la carne, o lo he matado o he pasado la digestión indemne.

Además, como dije ayer, hoy he tenido mi sección de Radio Elche, que podéis escuchar AQUÍ: VAMOS, PINCHA SIN MIEDO, en la que he hablado de un variadito de temas con la excusa de que hoy es mi día 40 de confinamiento (ya es una cuarentena) y dentro de dos se celebra el día de libro.
No os lo creeréis, pero para preparar los contenidos de esta sección ayer busqué dónde estaba Philleas Fogg en el día 40 de su vuelta al mundo en 80 días y calculé los kilómetros del viaje (unos 40.157) para ver en qué punto se localizaba la mitad de su recorrido (20.079 km). Y descubrí que Verne cuadró perfectamente la mitad del camino físico con la mitad del temporal. Eso se dio en el vapor Carnatic frente a las costas japonesas en el trayecto entre Shangái y Yokohama (aunque Passepartout, el criado, ya esperaba a Fogg y Aouda en Japón por la sucia maniobra del agente de policía Fix).




Yo lo haría...

Por tanto he releído algunos fragmentos de La vuelta al mundo en ochenta días y he fantaseado con ese viaje. Y es que estos son días de fantasear con el tiempo de después. No pasa nada si nos dejamos mecer por la ilusión y nos entretenemos pensando dónde ir y con quién una vez que podamos hacerlo. Yo, como si fuera Robin, me iría muy a gusto de paseo con Batman, a Gotham o donde nos lleve le batmovil.


David 34 – Nocilla 0


lunes, 20 de abril de 2020

(OTRO) DIARIO PARA UN CONFINAMIENTO POR PANDEMIA GLOBAL: Sentidos confinados.


 LUNES 20 DE ABRIL



Hola chata, ¿cómo estás?


Y qué podría decir un 20 de abril del 20… Especialmente en una situación como esta que estamos viviendo. Hace ya dos o tres semanas que barrunté que hoy pasaría algo con la canción 20 de abril de Celtas Cortos, y en efecto así ha sido, han montado un vídeo con la finalidad de recaudar fondos para Médicos sin Fronteras; y tras verlo suscribo lo que me ha dicho mi amiga Silvia al respecto: «Estoy de un blandito que me emociona todo».



Además, me he enterado de que en la canción de resistencia que han recuperado en Francia a modo de himno, La tendresse (La ternura) nos han dedicado un par de frases en castellano, además de en italiano, acordándose así de sus vecinos, cosa que les honra y me emociona (a mí que el único himno que me emociona es La marsellesa cantada en la película Casablanca).



Sin duda un tema más sosegado que nuestros himnos. «Sin ternura el amor no sería nada…»

Hoy he estado gran parte del día liado preparando el guion para mi sección de mañana martes en Radio Elche. Cada dos martes me podéis escuchar allí a eso de las 13:40 más o menos (1549 am, 99.1 fm y www.radioelche.com). Hablo un poco de libros y cualquier historia que se me ocurra. Mañana será un variadito post 20 de abril y pre 23 de abril. Y aprovecharé también para hacer publicidad de la iniciativa Terapia para los sentidos confinados en la que mi buena amiga la doctora en Psicología de la Salud, Fina Antón y su amigo el Doctor en Estudios Literarios Víctor Manuel Sanchís, ambos profesores universitarios, han decidido subir vídeos a Youtube, Facebook e Instagram (@lossentidoconfinados) en el que algunas voces, entre las que se incluye la mía, leemos fragmentos de relatos y poemas propios o ajenos con la finalidad de acariciar un poco los cerebros de quien nos quiera escuchar. No está de más airear las mentes por medio de la Literatura. Acercar fragmentos bonitos a quienes los quieran escuchar.

Ambos, Fina y Víctor, son grandes aficionados a las letras y al arte en general, y cuando comenzó el confinamiento se plantearon cómo plasmar la idea de «¿qué puedo aportar yo con lo que sé hacer, cómo puedo ayudar en esta situación confinada en la que no puedo por el momento hacer nada más allá de las paredes de mi casa...?» Él le dijo a ella «Claro, es que tú lo tienes fácil porque siendo psicóloga estás haciendo terapia online y así ayudas y aportas, ¿pero yo?». Y ella le respondió: «Pues regala lo que sabes hacer: poesía!!!» Y han puesto en marcha esta iniciativa de Terapia para los sentidos confinados, que podéis encontrar, como os he dicho, en Facebook, Instagram y youtube. Os recomiendo que os deis un paseo por ahí, que hay cosas muy chulas.



Yo tengo por ahora tres audios, dos con piezas mías que están en este mismo blog (Excusas sin fuga y Quizá nos toque correr) y otro con una fragmento de la novela Días sin ti de Elvira Sastre, que me parece una de las cosas más bellas que he leído nunca. Buscadlo en el canal de Los sentidos confinados.

Ya me tomé la manzana de la merienda, voy a fregar los platos…



David 33 – Nocilla 0


domingo, 19 de abril de 2020

(OTRO) DIARIO PARA UN CONFINAMIENTO POR PANDEMIA GLOBAL: A propósito del mirlo


DOMINGO 19 DE ABRIL


¿He dicho que me gustan los mirlos? Es quizá el animal que más veces he mencionado en mis relatos. Oscuros y misteriosos en sus paseos por los parques, de repente emprenden vuelos espasmódicos con un canto ajetreado, o se persiguen por los bajos de la urbanización donde vivo. Ahora mismo es el canto más bello de todos los pájaros que se escuchan desde mi ventana: gorriones, alguna tórtola, gaviotas de tanto en tanto… Por cierto, ayer a la hora de los aplausos vi una cigüeña sobrevolando los tejados del barrio, más arriba que las golondrinas o vencejos, imagino que iría siguiendo el curso del Manzanares hacia el sur.

Pero volvamos a los mirlos: tengo una amiga uruguaya, que conocí hace muchísimos años, allá por el comienzo de nuestra vida en internet. Firmaba sus correos como Rima del país de los pájaros pintados, y hace unos pocos años ella y su pareja hicieron escala en mi casa en Madrid durante un viaje de couchsurfing que estaban haciendo por media Europa. Después de eso volvió un par de veces más por aquí, ya soltera, como escala de otros viajes más largos que la han llevado hasta Oriente Medio e Irán. Es una nómada digital que puede permitirse vivir viajando. Tan solo necesita un portátil y una conexión a internet para ganarse la vida. Además turistea haciendo didácticas publicaciones en sus redes sociales sobre el día a día de los lugares que visita, y con conocimiento de causa porque siempre se aloja en casa de locales. La eclosión de la pandemia le ha pillado en Jerusalén, y está allí conviviendo con un árabe secular que se ha convertido, según me contó, en una suerte de marido circunstancial mientras dure el confinamiento.

Pues bien, ayer estuve un rato hablando con ella a propósito de un mirlo cantando del que subió un vídeo a su Instagram (en Uruguay no hay, y no es guay… -vale, intentaré no hacer más chistes como este…-). Se había confundido de animal y le había llamado de otra manera. La saqué del error, y ya aprovechamos para contarnos un poco por whastapp nuestras vidas, lo de su «matrimonio de conveniencia», mis enamoramientos y cuitas sentimentales, la nota de despedida que me dejó la vez que más tiempo se quedó aquí y que encontré ayer removiendo los libros para el vídeo del que hablé hace un par de días, mis 37 días de confinamiento y cómo llevábamos cada uno esta historia... Ella me dijo que había tenido la oportunidad de haberse quedado sola en casa de un señor judío que la estaba alojando y que se iba a cuidar de su madre, pero que le hubiera dado un mal si se queda tanto tiempo ella sola y que prefirió compartir la reclusión con el árabe secular al que había conocido unos días antes por Tinder. Una apuesta arriesgada que le está saliendo bien. Sin embargo yo le expliqué que ni de coña me habría ido a compartir vida ahora con alguien de quien no estuviera seguro al 100% porque estoy demasiado bien solo, y le dije que me he descubierto como un tipo solitario con grandes dotes sociales. Su respuesta fue esta:



Ahora resulta que una joven uruguaya que pasó una semana como invitada en mi sofá me había calado mucho antes que yo a mí mismo… Cuánto nos queda por saber.

Y por ver… Por ejemplo, quién me hubiera dicho hace años que para no aburrirme durante una pandemia global haría directos en una red social mientras preparo la cena, muy Fahrenheit 451, es cierto; y que mi tía Carmen a sus sesenta y tantos me llamaría crack mientras me ve desde el sofá de su casa a 430 km de distancia. Si algo bueno tienen las redes sociales, al menos para los que nos alejamos hace años físicamente de nuestros entornos, es que han servido para volver a estar cerca, independientemente de la parte distópica que siempre pueda tener el Gran hermano.

Hoy por ejemplo he hecho un televermú con uno de mis consejos de sabios: Silvia y Sergio, desde sus casas, y en un rato nos hemos puesto al día. Además, Sergio me ha hecho la siguiente reflexión: viendo un partido de fútbol de 1980 en Teledeporte se dio cuenta que había otros a los que el confinamiento les estaba haciendo más daño que a él. Le insisto en que debería publicar sus reflexiones diarias, sus pequeñas píldoras sobre todo esto. Durante su periodo como cocinero en Seúl hace unos años compartió unas cuantas joyas sobre sus impresiones con los coreanos, cosas que servían para continuar cerca de él de alguna manera.

Sobre el resto de mi cotidianidad, algunos flashes informativos del domingo:
  • Mi vecina petarda no está, o se ha muerto, porque ya no la escucho al teléfono como las primeras semanas.
  • Hoy, por fin, la Youtuber del ejercicio se ha acordado de mí y ha dicho «¡Muy bien, campeona…! ¡O campeón!». En serio, me he venido arriba pensando que me sonreía exclusivamente a mí.
  • Está tronando a base de bien… Otro día sin limpiar las ventanas.
  • Si llevo más de una semana sin salir de casa, ¿por qué hay tanto polvo en el suelo? Tengo que barrer todos los días… Cuando no estaba encerrado en casa no lo hacía…
Mañana quizá tenga que trabajar, que no todo va a ser jijí jajá en la vida del confinado.


David 32 – Nocilla 0




sábado, 18 de abril de 2020

(OTRO) DIARIO PARA UN CONFINAMIENTO POR PANDEMIA GLOBAL: Darlo todo

SÁBADO 18 DE ABRIL


Los sábados no me da el día para hacer ejercicio. Ayer, iluso de mí, pensé que sí podría hacer como todas las mañanas después de desayunar, pero entre que tenía aún todos los libros que usé para el vídeo repartidos por el salón, y que a partir de las 12 voy saltando de videoaperitivo en vídeoaperitivo, me hago de comer más tarde, la siesta se retrasa, y me siento a escribir esto pasadas las cinco de la tarde (y yo escribo lento), pues que se me echa el día encima.

A ver si luego más tarde me da tiempo a hacer una sesión antes de la cena, que hoy no he quedado con nadie (cuántas veces habré hecho este chiste estos días…).

Los viernes, por ahora van tres, me ha dado por hacer directos de Instagram para leer fragmentos de libros que me han gustado, o un relato corto entero, incluso mío, y tener mis quince minutos de gloria delante de las menos de veinte personas que me pillan a esa hora. Ayer, a propuesta de mi buena y mejores amigas Anna, leí un relato de la colección Crónicas de motel de Sam Shepard. Este relato termina con el siguiente párrafo:

Me volví hacia la extensión de tierras y me pregunté hasta dónde ir. Exactamente la misma pregunta que me hice antes, cuando nadaba en el océano. ¿A partir de qué lugar comienza a ser peligrosos seguir alejándose? Y comprendí que uno se lo pregunta cuando ya empieza a creer que ha ido demasiado lejos.

Y esto da para muchas reflexiones. ¿Cuántas veces tenemos miedo de pasarnos cuando ya nos hemos pasado? ¿Por qué nos gusta tanto estirar la cuerda en algunas situaciones? Normalmente siempre nos damos cuenta de que el punto de no retorno se nos ha quedado detrás cuando ya pisamos «territorio comanche» y estamos metidos en la mierda. Pero somos exploradores natos y necesitamos asomar la nariz un puntito más, a ver si ahí detrás de esa esquina está el monstruo o el mirlo blanco. A la prudencia la prefiero calificar como virtud de los que nunca llegan, y no de los vivos, porque si has vivido para no contarlo, ¿qué has vivido?

Hoy, Anna me ha enviado la reflexión que le pedí ayer durante el directo de Instagram. Y aunque sé que me va a matar por mencionarla y exponer sus palabras, no quiero adueñarme de ellas:

Ayer cuando hablabas en Instagram del texto de Shepard, pusiste el símil de cuando nadamos en el mar, y por asociación (y porque es el momento de la peli que más me mola), me acordé de Gattaca, cuando Ethan Hawke nada en el mar compitiendo con su hermano, y pese a su patología cardiaca, gana, porque no le importa no regresar... Quizá eso nos pasa a muchos, que nos metemos en todo lo que hacemos a fuego, sin pensar en la vuelta, porque da igual, porque si merece la pena, hay que darlo todo. Siempre.

Y estoy tan de acuerdo que no puedo añadir ni restar nada. Es una suerte ver cómo conforme pasa el tiempo vas convergiendo con gente que comparte tus mismas «taricas». De guantazo en guantazo hasta la victoria final.

Y una de esas taras que tengo es que solo de tanto en tanto me da por el orden, y voy a aprovechar la desbandá de libros que tengo en el salón para volver a ordenarlos por género, colección, lengua original o vínculo. Poco a poco se me habían ido moviendo de sitio con las inquietudes propias de los libros, y ya empezaba a haber algunos a los que les tenía la pista casi perdida porque se me habían escondidos en estantes (o anaqueles, como diría el bueno de Eduardo Boix) que no son los suyos.




Aquí ya hay cierto triaje.

Quizá después de eso me haya ganado un sándwich de Nocilla en lugar de otra manzana.

David 31 – Nocilla 0


CONTINÚA AQUÍ: A propósito del mirlo.