miércoles, 3 de julio de 2013

Novedad editorial: «BIOGRAFÍAS FICTICIAS DE CÉLEBRES INFAMES»

Ya está a la venta el primer libro de Ismael Vives Bonete (Elche, 1977), singular autor que, si la selva editorial lo permite, debería dar mucho que hablar. Por ahora, con esta primera obra, ha conseguido dar el primer paso de la difícil carrera de tener un nombre literario. Ese esfuerzo sin duda merece la recompensa de vuestra lectura, que desde luego os gustará.

 

Además, como buen amigo que es, cometió la imprudencia de pedirme que prologara a su retoño, a sus Biografías ficticias de célebres infames, y yo he intentado hacerlo lo mejor posible.

Aquí os dejo el prólogo a su libro, con la intención de que vayáis inmediatamente a buscarlo a las librerías. Confío en haber cumplido la misión y que ésa sea la sensación que dejen en vosotros las siguientes palabras:


PRÓLOGO A LAS BIOGRAFÍAS FICTICIAS DE CÉLEBRES INFAMES DE ISMAEL VIVES BONETE

Valiente lector, quién sabe si incauto, vas a enfrentarte a una obra singular, única en su género, que va un poco más allá de la que yo me atrevería a calificar como primera referencia de este género de las biografías falsas.
Tengo la suerte de que me guste esto de la lectura y la escritura, y que en el ejercicio de esa afición haya pasado por mis manos la Historia universal de la infamia de Jorge Luis Borges. El indiscutiblemente reconocible estilo de este genial escritor argentino (a quien el propio Mick Jagger declaró su admiración como una de sus propias gruppies una vez que se encontraron en el vestíbulo del hotel Palace de Madrid) no deja indiferente a nadie que tenga una mínima sensibilidad o formación en esto de las letras. Y eso incluye a personajes como Ismael Vives o un servidor, ingenieros de formación y profesión, pero escritores de corazón.
¿Por qué hablo de este primer libro de cuentos de Borges? Porque a mi humilde entender, quizá equivocado, es una de las inspiraciones de esta obra que tenemos entre manos.
Pero el autor de este libro da un paso más, si el argentino creó sus historias a partir de datos reales pasados por el tamiz de su genial imaginación, aquél decide ser más honesto consigo mismo y que toda la obra entera sea imaginada. ¿Por qué? Muy sencillo, Vives es enemigo de la inexactitud (atendiendo a sus propios criterios, por supuesto, con los que podemos estar más o menos de acuerdo), busca la precisión absoluta y eso es complicado alcanzar con biografías reales, como mejor explicará él mismo más adelante.
Muestras de este gusto por la precisión es explicarnos, por ejemplo, en qué balda de qué estantería y a qué lado de la sala está la glándula pineal de uno de sus infames. Quizá sea esa necesidad suya de usar la palabra exacta, la acepción adecuada para cada momento, lo que le ha llevado a su laboriosa forma de poner en cada sitio, no el primer término que le viene a la cabeza para definir una cosa o concepto, que es lo fácil que hacemos otros muchos que escribimos, sino recuperar palabras en desuso o acepciones poco conocidas pero que pueden esconder significados más acordes con la forma en la que él piensa ese concepto o cosa. Como ejemplo de ello, una palabra que encontraremos más de una vez en este libro es tesauro, que significa «catálogo» pero también «tesoro». Y es que para Ismael hay catálogos que son tesoros, ya que listan referencias valiosas, mientras que otros catálogos son meras enumeraciones sin valor adicional.
O quizá no sea ésa la explicación y realmente el autor del libro que nos ocupa sea un barroco elitista, como se podría deducir de la siguiente frase que encontraremos en esta obra: «(…) se compendiaron las dicciones en un libro que debidamente llamaron Compendio de las dicciones –aunque el vulgo lo abreviaba como Diccionario‑, se censó a la población y se escribieron tesauros, y catálogos, y catálogos de catálogos».
Porque no vamos a negarlo, Ismael Vives es un barroco que ya desde el doble oxímoron del título nos advierte de qué nos vamos a encontrar: ficción barroca y borgiana. Así que no digan que no estaban advertidos.
Como muy bien dijo el propio Borges en el prólogo a la edición de 1954 de su Historia universal de la infamia: «Yo diría que el barroco es aquel estilo que deliberadamente agota (o quiere agotar) sus posibilidades y que linda con su propia caricatura». Y eso es lo que hace nuestro autor, agota todas las acepciones, usa la palabra exacta (sin duda éste repasa el Diccionario cada noche antes de acostarse y aprende nuevas palabras y sentidos desconocidos de palabras conocidas), o inexacta, con total premeditación (quiero creer que sin alevosía) para dibujar un mundo particular, toda una cosmogonía propia que defenderá con argumentos intachables (impagable el conflicto teológico que nos propone en Vilipendio a Víctor Varshenko); aunque seguramente lo único que quisiera fuera divertirse a costa de la belleza de la razón, incluso convirtiéndose en personaje o caricatura por encima de la persona. O no.
En este libro comprobaréis que a su autor le gusta jugar con nosotros, quiere que no sepamos si habla en serio o habla en broma, porque nunca sabremos si lo que dice es factible o no tiene sentido alguno y sólo nos está provocando.
Por tanto, una opción para leer a Ismael Vives Bonete es armarse de paciencia y consultar cada uno de los términos, nombres y números que aparecen en el mismo, porque es posible que sean fechas que tengan algún significado oculto. O no. Es posible que todos y cada uno de los nombres y números de estas biografías falsas tengan un sentido, conformen un todo en contra de lo que nos dice en su prólogo. O tampoco. Y eso es difícil de saber porque con Vives siempre se tiene la duda de si lo que te está contando tiene sentido, si hay segundas lecturas posibles, si te habla en serio o si te está haciendo un nudo sin cabos de los que tirar, sólo por diversión, siguiendo un meticuloso plan sin ninguna finalidad más (como ya he dicho anteriormente) que el propio disfrute en su percepción de bellos razonamientos. Como se decía en Dune: «Planes dentro de los planes dentro de los planes de los planes». Digamos que Ismael en su 111ª fiesta de cumpleaños imitará a Bilbo Bolsón y nos dirá sin pestañear: «No conozco a la mitad de vosotros ni la mitad de lo que querría, y lo que yo querría es menos de la mitad de lo que la mitad de vosotros merece».
Pero aparte de todas estas maledicencias que estoy vertiendo sobre el autor, las Biografías ficticias de célebres infames son una colección genial de retazos de vida imaginada, de personajes singulares enfrentados con ellos mismos y con el mundo, viviendo hazañas y capítulos dignos de este tesauro en el que veremos imágenes bellas, metáforas inigualables en las que podríamos tropezarnos con Sabina o los redichos Love of lesbian, porqueras siderales, bibliotecas imposibles, una nueva posible Cosmogonía Literaria, historias en las que nos cuentan (por dos veces) la peligrosa crueldad que es decir te quiero, enumeraciones felices, reflexiones sobre la belleza interior y la fealdad de lo superfluo, intentos vanos de aplicar las leyes de la Física, el método científico y la praxis ingenieril (a lo largo de las páginas de este libro Vives deja entrever sin rubor que, a pesar de sus vastos conocimientos literarios y filosóficos, también es ingeniero) para invertir el sentido de rotación de la Tierra, cuantificar el amor, averiguar la fórmula de la felicidad, conocer el secreto del arte (del síndrome de Diógenes), producir los mejores jamones pata negra del Universo u obtener el precio óptimo para vender melones en una rotonda de la Vega Baja del río Segura.
Hay muchos libros en estas Biografías ficticias de célebres infames, tantos como entendimientos y niveles de comprensión haya en los lectores que nos enfrentamos a ellas. Estas vidas son muchas cosas al mismo tiempo, desde los meros divertimentos de bello y abusado lenguaje hasta las fábulas no moralizantes sino reflexivas, pasando por guiños y joyas que sólo unos cuantos alcanzaréis a aprehender y disfrutar (yo sigo buscando esos huevos de pascua que sé están ahí escondidos).
Por cierto, no le tengáis en cuenta las menciones a Nietzsche y Kant en el prólogo, no vuelve a abusar de ellos.

David Reche Espada
Madrid, a 3 de mayo de 2013
PD: Un guiño: sólo hay un relato que se puede decir narrado en primera persona, donde el narrador es parte de la historia. Premio para quien averigüe el motivo de esta excepción.

3 comentarios:

  1. Después de leer ese prólogo me he quedado con ganas de traerme el libro a Ginebra para disfrutarlo con calma :-) dónde lo puedo conseguir?

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  2. Pues por ahora sólo en algunas librerías de Elche y San Vicente del Raspeig.

    Pero te doy el mío y ya me compraré otro cuando regrese a Elche :-)

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