Ya se las apañarían para pagar las facturas, que cuando una puerta
se cierra una ventana se abre, aunque también es cierto que la vida es como una
gran manta que empequeñeció de tanto lavado en caliente para borrar las manchas
del destino: si estiras de un lado, destapas otro. Pensaba esto mientras
retiraba los neones de color de la fachada y colocaba el nuevo cartel: “Casa de
comidas”, sin segundas lecturas. Confiaba en que los antiguos clientes
entendieran que los nuevos tiempos ya no admitían negocios viejos como el suyo
y que debían buscar en casa la realización de su máxima “Nada comparable a un
buen polvo”.
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