domingo, 15 de junio de 2014

Más allá del Sótano: VIVO CANTANDO

Hace unas semanas se representó en Elche Las nuevas aventuras de Mary Poppins, y en el Sótano estuvieron contándonos algo de este espectáculo prácticamente perfecto. Y a mí me pareció una buena excusa para hablar de los musicales.



Y es que si he dicho más de una vez que me gustaría que mi vida fuera como uno de los cuadros de Sorolla en la playa, es cierto que también he querido más de una vez que fuera como en un musical, donde de repente puedes ponerte a cantar por la calle para expresar un sentimiento y toda la concurrencia se convierte en tu entusiasta cuerpo de baile. Pero si esto fuera posible para todo el mundo, me temo que estaríamos todo el día bailando también para las canciones de otros. Iríamos de baile en baile... Estaríamos en forma, eso sí.
Buenos días... 
Pero antes que nada, ¿a qué clase de género musical me refiero? Porque de todo hay en esos escenarios y en esas pantallas de cine. Que una cosa es bailotear como en Cantando bajo la lluvia y otra muy distinta son las más de dos horas de peñazo de Yentl, con Barbra Streisand haciendo de joven «estudianta» disfrazada de joven «estudianto» a sus entonces 41 años…
O esto... ¡Ay Pápa...! ¿Ande estás?
 
Decir que no te gusta el musical es como eso que dicen algunos cavernícolas de que no les gusta el cine español, como si hubiera, más allá de esa misma definición, algo que definiera el cine que se produce con dinero de España. Con la multitud de géneros que está cultivando en los últimos años, eso de que no te gusta el «cine español» es como decir que no te gusta ni la comedia, ni el drama, ni la ciencia ficción, ni el terror, ni el musical… Porque algún musical se ha hecho en España (pero a eso iremos luego). Pues lo mismo pasa con el género musical, que sinceramente creo que hay para todos los gustos.
Precisamente de este género, y haciendo historia, se podría decir que los de Elche sabemos algo. Y es que al fin y al cabo los primeros musicales fueron los dramas litúrgicos que surgieron a finales del s. IX. De estas composiciones, cantadas o recitadas en latín, surgieron más adelante los milagros, los autos sacramentales y los misterios, entre los que se encuentra el Misteri d’Elx.
En todos estos casos se trata de piezas musicales que además de ser cantadas, son acompañadas de una representación junto al altar y tienen un fin didáctico hacia un destinatario claro, no son piezas que canten los monjes para sí, sino que hay un público.
Y éstos son los ingredientes que necesita un musical: alguien que cante, un mensaje o historia y un público.
Estos ingredientes, en el caso del Misteri d’Elx, sabemos que son varones del pueblo quienes cantan, explicándonos la Dormición, Asunción y Coronación de la madre de Jesucristo y que se destina al propio pueblo de Elche para explicarle el misterio de que alguien suba al cielo sin estar muerto. Fijaos que a pesar de que esta representación data del s. XV, no fue hasta 1950 cuando el Papa Pío XII estableció la asunción de la virgen como dogma de fe, es decir, que muy clara no estaba la cosa. Yo aún no me termino de creer la sentencia papal, que dijo «Pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado; que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste».
Tiene tela la declaración. Porque si te dicen que vas a engendrar a un Dios lo suyo es pegar un polvo de los que hacen época (sin ir más lejos, datamos los años antes y después de nuestra época refiriéndonos a aquel suceso); pero no, engendró siendo virgen, por un pajarito… Y encima luego subió al cielo en cuerpo y alma, todo de un único lote (para mí que fue abducida por los extraterrestres, o es que debo ver menos el programa ése del Canal Historia, el de Generación Alien).
Bueno, que me voy por las ramas, el caso es que la Iglesia nos contó muchos de los episodios de la vida de su fundador mediante estos musicales primigenios, por lo que podríamos decir que Jesucristo Superstar no es más que un remake varios siglos después.

¿Sabéis que fue uno de los primeros musicales anglosajones que se representó en España? Y la verdad es que fue algo muy valiente, porque Franco y sus meapilas criminales aún andaban dando sus últimos coletazos (bueno, no tan últimos, que el meapilismo aún los estamos sufriendo en forma de Ministros del Gobierno). La película de Jesucristo Superstar había tenido problemas con la censura española... Es decir, que representar esa obra en un teatro de Madrid era tan transgresor como que salieran hoy en día niñas en el Misteri, ya veis qué locura, ¿a quién se le ocurriría que una mujer cantara representando un papel femenino…?

Un sindiós…
Este Herodes decadente, con su Corte transgresora, sí que mola.

Pero para seguir dándole vueltas al tema de Jesucristo Superstar, aquí os dejo EL DATO. ¿Sabéis quién hizo de Judas? Nada más y nada menos de Teddy Bautista, el querido Teddy Bautista… No podía ser otro quien dijera aquello de: «¿Seré yo, maestro?». ¡Grande!
Pero volvamos al musical.
Tras la evolución de los dramas litúrgicos durante siglos hacia las óperas, operetas, zarzuelas, vodeviles, revistas y music hall, el género del musical acaba consolidándose en Estados Unidos durante la primera mitad del s. XX, tanto en los teatros de Broadway como en el cine.
Por ejemplo, mientras que aquí en España nos dábamos de tiros (algunos en nombre de Cristo, por cierto), los americanos estrenaban en 1939 la versión cinematográfica de El mago de Öz, que ganó dos premios Óscar por mejor música original y mejor canción a Over the rainbow, que seguro todos vosotros conocéis.

 
Y a continuación de la II Guerra Mundial, tuvimos la auténtica etapa dorada del género, con Gene Kelly, Fred Astaire y Ginger Rogers a la cabeza, sin olvidar a las estrellas de la música como Frank Sinatra o Elvis Presley.
De toda esta época, hasta los años setenta, nos ha quedado Un día en Nueva York, Un americano en París, Cantando bajo la lluvia (con quizá una de las melodías más pegadizas y reconocibles de la historia de la música); también tenemos West Side Story (dela que hablé en la entrada dedicada a los años 50), Sonrisas y lágrimas, My fair lady, Hello Dolly y por supuesto Mary Poppins.
Todas estas obras triunfaron tanto en los teatros como en el cine, aunque poco a poco, el género musical, que se había ido haciendo quizá más serio y menos desenfadado que en sus orígenes, fue perdiendo fuelle, y ya en la década de los setenta empieza a decaer, con menos éxitos que en las dos décadas anteriores. De esta etapa aún podemos hablar de El violinista en el tejado (estrenada en Broadway la década anterior), la ya mencionada Jesucristo Superstar, Grease, Cabaret y los peñazos de nuestra amiga Barbra Streisand…
Fantásticos arreglos musicales orientalizantes que nos recuerdan el origen de esta familia judía que vive en la estepa rusa.
 
 
De esta época tampoco puedo dejar de mencionar el fenómeno de culto decadente que dura hasta hoy en día del Rocky Horror Picture Show.
 
La triunfal aparición del doctor Frank´n Furter
Avanzando en el tiempo, nos acercamos a final de siglo XX con nuevos registros como las de Blues Brothers o Bailando en la oscuridad, nada que ver con la constante producción de veinte años antes.
Fue en el West End londinense y en Broadway donde gracias a títulos como Cats (18 años en Nueva York y 21 en Londres) y Los Miserables o Chicago donde el musical siguió vivo y manteniendo su esplendor. Obras que muchos años después fueron llevadas a la pantalla.
En el cine el espíritu del musical lo mantuvo vivo Disney con sus películas, especialmente de dibujos animados.
Ya inició el camino con Mary Poppins en 1964, mezclando actores de carne y hueso con animación (que por cierto, la autora del libro quería que se eliminaran las escenas de animación); y lo siguió con otra de mis preferidas, La bruja novata, de 1971. Una película de este corte anterior, y sin animación, sería Chitty Chitty Bang Bang, otra de las referencias del musical infantil antes de que Disney se decantara por la animación pura y dura, y también interpretada por Dick Van Dick (ese nombre merece una reverencia).
 
Pidiendo el voto a la mujer, esto también es Mary Poppinns.
Con lo de Disney se ha dado el camino inverso de lo que suele ser habitual, y las películas han pasado luego al teatro, como La bella y la bestia o Aladdin.
Y por fin en el s. XXI ha vuelto a aparecer con fuerza en el cine, y mantiene su esplendor en el teatro, ampliando su oferta. Por ejemplo, Madrid se ha convertido junto con Londres y Nueva York en una de las referencias del género.
Pero en este siglo el musical se ha adaptado y ha buscado los grandes éxitos de las últimas generaciones, así que hemos podido escuchar estos años a nivel internacional a ABBA (que en la versión cinematográfica, por lo que me han contado se convierte en un karaoke cuando llegan las canciones), la alucinógena Moulin Rouge con esas fantásticas versiones de Roxanne, The show must go on, Like a Virgin o el medley que cantan a dúo Obi wan Kenobi y la australiana más rubia, o Queen

Uno de los mejores números de la película Moulin Rouge

Mientras que en la escena española tenemos desde Joaquín Sabina con Más de 100 mentiras (éste fui a verlo), 40 El musical, Marta tiene un marcapasos de Hombres G, Hoy no me puedo levantar de Mecano o Es por ti de Cómplices. Incluso ha habido musicales dedicados a la movida madrileña, y a la viguesa, con Galicia Canibal, con canciones de Os Resentidos, Golpes bajos, Cómplices o Siniestro Total.

Soy una punk

Es decir, que quien quiera vivir cantando, no será por gustos y falta de estilos.
 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario