lunes, 23 de febrero de 2015

BATAS BLANCAS (Crítica teatral)

Lei hace un par de días una entrevista al catedrático de Estructura Económica Santiago Niño-Becerra en la que éste dice que para evitar la miseria se tendrá que instaurar una renta básica, mientras que para evitar los desórdenes públicos se terminará por instaurar el control de natalidad y se legalizará la marihuana.

El catedrático anticipa que nos dirigimos hacia una sociedad donde mandarán las grandes corporaciones industriales; donde los hijos vivirán peor que sus padres; donde habrá bajas tasas de crecimiento, menos producción, salarios bajos, más desigualdad, mucha menos protección social y, lo más grave, empleo de peor calidad y un paro estructural en torno al 18%.

Pues es en este ambiente de crisis y de tan malos vaticinios sobre el lugar hacia el que nos encaminamos donde aparecen obras como Batas blancas. Se trata de una historia en la que los médicos de un hospital reconvertido en fundación y pasado a la gestión privada, están reunidos en asamblea para discutir si van o no van a una huelga.




Con este escenario de precariedad laboral donde los resultados monetarios mandan y el dinero y los principios éticos y morales no siempre están en el mismo bando, no es de extrañar que salga lo peor de unos y lo mejor de otros. Y eso es lo que nos cuenta Batas blancas, una obra de teatro parte de cuya originalidad reside en los flash backs que, interrumpiendo la acalorada asamblea, nos ayudan a comprender la situación de cada uno de los protagonistas y las rencillas que existen entre ellos.

Desde mi punto de vista, el gran punto fuerte de este montaje de Eduardo Recabarren y Aintzane Garreta es el magnífico trabajo de los actores, dirigidos por la misma Garreta junto con Elena Gracia, intérpretes a su vez de la obra. Hay veces que incluso yendo a salas de mayor caché que el Teatro del Águila y con actores que ya se han hecho un nombre en la profesión, no es extraño ver interpretaciones un tanto huecas en las que el texto asoma  leído en lugar de ser vivido por el actor. Eso no ocurre en Batas blancas. El nivel general del equipo es altísimo, con unos destacados Pablo Tercero y Aintzane Garreta, principales antagonistas en la obra y a los que, gracias a la naturalidad con la que se enfundan las batas blancas, podrías confundir con alguno de los médicos del centro de salud de tu barrio, sin desmerecer al resto del plantel.

Como punto negativo he de mencionar el posicionamiento demasiado evidente de los dos bandos que nos presenta el texto. Es cierto que ante momentos duros como los que atravesamos y visto el futuro que algunos predicen, es casi obligatorio mostrarse combativo frente a las injusticias y contra los recortes de derechos que nos acechan constantemente; es un deber ser imaginativo y contribuir a la búsqueda de soluciones y ser implacable en la denuncia de lo que nos están haciendo, o lo que nos hemos hecho a nosotros mismos (que cada uno asuma la parte de la culpa que le corresponda, bien por acción, bien por omisión). Pero esa combatividad y ese posicionamiento no significa que podamos hacernos trampas al solitario haciendo que los malos sean muy malos y llenos de defectos mientras que los buenos sean unos dechados de virtudes. A mi entender, a esta obra le faltan más tonos de grises, o una mejor explicación de por qué cada personaje defiende la posición en la que está. Es cierto que se hace mención al deseo de mantener ciertos privilegios, cierto tren de vida, la necesidad egoísta y humana de seguir conservando la influencia en tu propio corralito o defender a los tuyos, en definitiva, de salvar el culo.

Sí, todo eso está, pero un poco menos de evidencia en los argumentos hubiera elevado aún más el buen trabajo de los actores y la hábil puesta en escena de la obra en una sala tan pequeña: con los flash backs ya mencionados y el delirante pero necesario número denuncia en el que se expone el espectáculo aberrante en el que esta sociedad está convirtiendo las desgracias ajenas.

Aún podéis ver Batas blancas y opinar vosotros mismos, además de colaborar con una compañía joven y un teatro pequeño, los tres próximos fines de semana:

  •        Viernes 27 y sábado 28 de febrero
  •        Viernes 6 y sábado 7 de marzo
  •        Viernes 13 y sábado 14 de marzo


Todas las funciones, por 10 €, son a las 20:30 en el Teatro del Águila, (c/ Águila 11, La Latina). Dado el pequeño aforo de la sala, tampoco estaría de mal hacer una reserva en el correo:


Y si después de la función os apetece una cerveza, en el bar de enfrente del teatro podréis intercambiar impresiones con algunos de sus intérpretes: Jesús Agudo, Carlo Felice Audrines, César Barreto, Aintzane Garreta, Elena Gracia, Maite Mateo, Alejandra Meco, Eloi Pérez y Pablo Tercero.

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