No
hace mucho tiempo que mi hermano me regaló dos libros: Brooklyn
Follies, de Paul Aster, y la novela gráfica Cenizas,
de Álvaro Ortiz. Eligió esta selección porque, además de
gustarle, ambas están relacionadas, haciéndose mención en la
segunda a la novela de Auster. He tenido tiempo de leer Cenizas
durante mi último viaje, en apenas tres sentadas en el ferry de
Barcelona a Roma y en las noches de hotel de la capital italiana.
Y me
encantó, me quedé con ganas de más, cosa que considero elogiable
de una creación literaria (sí, los cómics también son Literatura,
espero que esta afirmación no pille desprevenido a nadie hoy en
día). Cuando llegué a la conclusión de Cenizas,
me quedé con ganas de haber visto algo más del desarrollo de la
nueva vida de los tres personajes (y un mono) en torno a los que gira
esta historia. Pero claro, ya no hubiera seguiro como el road
comic que es Cenizas.
Porque
eso es esta historia, un hábil road comic
en el que tres amigos han de cumplir con la última voluntad de un
cuarto amigo común. Un viaje en el que vamos a conocer a tres
personajes entrañables, cada uno a su manera (y un mono que es todo
un hallazgo), y algunos otros elementos turbios que se cruzarán por
su camino, además de multitud de cuadros de ciervos.
La presentación que Álvaro Ortiz hace de cada uno de ellos me
parece fantástica: Sencilla en el planteamiento pero efectiva, y que
además se irá completando a lo largo del desarrollo de la historia,
dándoles movimiento y personalidad de una forma que pocas veces
antes había percibido en un cómic (es cierto que mi principal
bagaje en la historia gráfica es “sólo” el maestro Ibáñez).
El autor logró que me encariñara con ellos, incluso con los que en
principio parecen ser los malos, ésa es una de sus grandes
habilidades.
Otra es la forma ágil en la que se desarrollan las conversaciones,
su espontaneidad y cotidianeidad. Son diálogos (y no sólo los
diálogos, sino incluso lo que en ocasiones nos presenta el narrador)
que te hacen soltar constantemente alguna sonrisa a pesar de que no
siempre se habla de cosas alegres; pero es una narración cercana,
ágil y rápida.
Otra gran cualidad es como consigue integrarlo todo con el viaje, no
sólo el de la historia, sino el de la vida de cada uno de los
personajes. La plasmación del movimiento por la carretera y por la
vida está muy conseguido. Ortiz logra un gran dinamismo.
Por
último, el trasfondo de la historia, la exaltación final de la
amistad, del buen rollo, del laissez faire,
de la búsqueda de una vida sencilla a través de tus sueños (esto
es la conexión con Brooklyn follies
de Paul Auster), es lo que te deja un gran sabor de boca al terminar
de leer esta historia, aunque quizá eso es porque yo también sería
feliz teniendo mi propio Existencia.
¿Queréis saber qué es Existencia?
Tendrés que leer la historia y descubrirlo al final de la misma. Y
espero que os guste tanto como a mí.
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