jueves, 18 de diciembre de 2014

Borroso

‑Te echaré de menos –dijo administrativamente mientras manipulaba la manija de la puerta del coche.
‑Y yo a ti –cumplimenté, eficiente, mi respuesta.
Abrió la puerta y desplegó graciosamente el paraguas, esquivando hasta la última gota de lluvia que acechaba fuera para acariciarle la piel, tan suave en mis dedos.
El frío de la calle frenó cualquier otra expresión remotamente cálida que se aventurara a saltar desde mi lengua.

Me dirigió una última sonrisa antes de cerrar, con un amago de beso en los labios, y se perdió entre las luces de los coches bajo la lluvia, emborronándose tras el vaho del cristal. Me gustaba pensar, más bien me acostumbré a pensar, que no la volvería a ver nunca más y que no la quería. Era el mejor antídoto contra el amenazante momento en el que terminara aquel juego de provisionalidades forzadas; pero al mismo tiempo favorecía que cada vez que ella decidía darme audiencia fuera como un domingo sin colegio el día siguiente.

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