lunes, 15 de diciembre de 2014

Como un disparo


El mensaje era claro, conciso, breve y letal: no insistas, decía tajante, escrito con su caligrafía dura, esa letra retadora que tan bien conocía, que tanto me fascinó al principio y que ahora marcaba el epílogo de algo que creímos que iba a durar para siempre. Levanté la cabeza, espoleado por los ojos fijos en mí, parecía que pestañeaban al ritmo del monitor de constantes vitales. Éstas se aceleraban con mi pulso y mis náuseas: finalmente había cumplido su amenaza, minuciosa y perfeccionista al mínimo detalle.

‑Doctor –interrumpió la enfermera‑, la perdemos: hay que cerrar ya la herida.

‑Efectivamente –confirmé volviendo a leer el mensaje grabado en la bala recién extraída.

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