-Cuando se prendieron las cortinas de la cocina todos
caímos de rodillas entre llantos, ahítos de revelaciones. Mi abuela dijo que
era la señal y comenzó a rezar, contrita, entre sollozos. Yo seguí las
instrucciones de la voz salía de las llamas. Por suerte el jamonero estaba
recién afilado y los niños adormecidos por el humo.
-¿Qué cortinas? ¡Esa cocina no tiene ventanas! ¡Ni había
rastro de fuego!
-¿Qué insinúa comisario? ¡Prevéngase de los ardides del
Maligno para mostrarle lo que no es! ¡Ser el brazo ejecutor de Dios para acabar
con el fruto del pecado no es agradable! Su duda ofende al Altísimo. No
cuestione mis convicciones.
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