lunes, 10 de octubre de 2016

SPRITZ

Poco antes de que los domingos fueran amargos tuvieron el sabor insoportablemente edulcorado del té con melocotón degustado con la familia de ella al salir de misa.

Jamás volvería a tomarlo sin recordar las bromas pacatas y blancas con las que aquellas gentes de gominola acompañaban el refrigerio de los domingos. Escapaba de allí buscando el placer ácido y picante del licor de jengibre que tan bien definía a sus nuevas y prohibidas amigas: lúbricas, medicinales, divertidamente chispeantes...

Esa doble dieta naif y dominical no podía durar mucho: fue más estimulante el amargor difícil del spritz con el que una italiana de acento áspero le borró aquellas felicidades.


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