Poco antes de que los domingos
fueran amargos tuvieron el sabor insoportablemente edulcorado del té con
melocotón degustado con la familia de ella al salir de misa.
Jamás volvería a tomarlo sin
recordar las bromas pacatas y blancas con las que aquellas gentes de gominola
acompañaban el refrigerio de los domingos. Escapaba de allí buscando el placer
ácido y picante del licor de jengibre que tan bien definía a sus nuevas y
prohibidas amigas: lúbricas, medicinales, divertidamente chispeantes...
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