jueves, 13 de octubre de 2016

RUTINAS

Poco antes de que los domingos fueran amargos cocinaba arroz para dos en aquella cazuela que compraron para su vida en común, con vino siempre en la copa. Como esas cosas que crees que serán eternas, nunca lo valoró, ni cuidó: la vida era una sucesión de rutinas entre dos.

Jamás reflexionó sobre la posibilidad de otras vidas. Ahora pensaba mucho en ello. Demasiado.


Restó importancia a esta obsesión sobrevenida y volvió a casa a comer cualquier plato precocinado, de pie en la cocina, para no ensuciar. Tras la siesta, si el vino quería, bajaría nuevamente al parque a odiar a las parejas que paseaban de la mano.

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