martes, 21 de agosto de 2018

TIEMPO DE VALS (Reseña literaria)

En tiempos de individualismo, de vivir deprisa y no ver (o no querer mirar) más allá de lo que nos marcan nuestros dispositivos móviles, tiempos en los que para muchos la solidaridad no dura más que el click que empleas en pasar a la siguiente noticia, foto o publicación; hubo una palabra que se puso de moda: empatía. Imagino que fue a modo de alarma. Ante la falta de empatía, hubo gente que salió en su rescate. Según la RAE, la empatía es el sentimiento de identificarse con algo o alguien, la capacidad de compartir los sentimientos de ese alguien. 

Conseguir que se produzca esa identificación es uno de los retos más difíciles a los que un creador (escritor, audiovisual...) se puede enfrentar. Y hablo de empatía entre los tres vértices del triángulo que conforman en el caso de la Literatura, o incluso del cine, el creador, el personaje y el lector/espectador.



El último libro que he leído se llama Tiempo de vals, segunda obra del periodista, escritor y actor Mario Abril, un "chaval" de 30 años que ha conseguido meterse en la piel de una mujer con los 50 recién cumplidos. En Tiempo de vals este joven autor logra bordar ese lado del triángulo que hace que como lector me crea sin lugar a dudas que quien me está hablando en primera persona a lo largo de esta novela, no es Mario Abril sino Clara Hernández, una mujer que ve cómo su vida ha entrado en vía muerta, atrapada entre la irrelevancia social y un marido que pasó del amor a ser tan solo un sustento económico.

Tiempo de vals habla de los regalos que a veces te ofrece la vida para reiniciar el paso, reincorporarte al baile y encontrar un motivo por el que seguir adelante. Es cierto que en esta novela no es algo casual, no es un Brooklyn Follies de Paul Auster, donde la chispa de cambio salta a escena por una coincidencia, pero hubo ocasiones en las que mientras leía Tiempo de vals su tono me llegó a recordar esa obra neoyorquina de Auster. En este caso el desencadenante de la acción es un mensaje misterioso que la protagonista recibe el día de su cumpleaños, un mensaje que terminará por transportarla a una narración paralela relacionada con su pasado.

La solidez de esta segunda obra de Mario Abril tiene una pata importante en sus personajes, especialmente la protagonista. Salvo algún secundario, están muy bien construidos. Son todos creíbles, alejados de los tópicos clásicos de manual en los que solemos caer los escritores primerizos. Y esto es algo que se agradece, hay aquí madera de escritor con las mejores formas, que aunque tenga que pulir aún algunas cosas para alcanzar una verosimilitud del 100%, sin duda tiene un buen trecho del camino recorrido, necesita aprender poco. Siguiendo con los personajes y con el tema de la empatía, es fácil identificarse en las relaciones que tienen entre ellos, tanto en el fracaso del matrimonio de Clara con su marido como las que se describen en la narración paralela que Clara va leyendo a lo largo de la novela, mucho más dura, y de la que no desvelaré nada más para no destripar. Pero es precisamente la existencia de esa otra narración en paralelo la que te hace avanzar en la lectura. Mario Abril consigue enredarte con la incógnita de saber dónde te lleva esa otra narración y cómo va a influir en la vida de la protagonista. Y al final de la novela he de reconocer que aunque yo sea un "tipo duro", un robotito sin sentimientos como una vez me dijo alguien muy cercano, Tiempo de Vals consiguió emocionarme, llegó a ese punto en el que el autor consigue la empatía entre el lector y protagonista. Otro gran mérito.

Respecto a ese final, he de añadir que aunque algún lector desencantado podría sentirse estafado, como si le hubieran hecho un truco, un engaño en el que te prometían algo que luego no ves que ocurra, en realidad ésa es la virtud de este "truco" de Mario Abril con Tiempo de vals: realmente la solución a nuestros desencantos están delante de nosotros, lo que nos está contando a lo largo de la novela es que las cosas son mucho más sencillas de lo que queremos complicarnos.

Lo demás es sólo tramoya que nos buscamos para poder ejecutar ese vals que es la vida.

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