domingo, 29 de marzo de 2020

(OTRO) DIARIO PARA UN CONFINAMIENTO POR PANDEMIA GLOBAL: La ignorancia.


DOMINGO 29 DE MARZO


Al menos este confinamiento tiene una hora menos. ¡Ya estamos en el horario de verano! (y aplaudimos de día)

La ignorancia es atrevida, recuerdo que la primera persona que me dijo eso fue mi mecánico de Valencia cuando supo que me iba con mi coche de 17 años a Cabo Norte, en Noruega, el año siguiente de haberme llevado una ambulancia hasta Ulán Bator en Mongolia. Aquella ignorancia ante las capacidades de un motor 1.5 de gasolina que por entonces tenía 200.000 km tampoco entrañaba excesivos riesgos, y con la experiencia adquirida en años posteriores ese mismo coche me llevó a Atenas, a Lisboa y dos veces a Marruecos (350.000 km tiene ahora mi renqueante Civic campeón del 95). Pero hay ignorancias e ignorancias, algunas inconscientes, otras soberbias. Para mí la peor ignorancia es esa que es tan profunda que hace que su propietario no sea consciente de ella, esta es de la familia de las ignorancias soberbias, porque no acepta el desconocimiento y propicia que el ignorante siga hablando y sentando cátedra cargado de una razón inexistente. Esta es una de las características, con diferentes variantes, que comparten algunos tipos de cuñadismos, tan extendidos que sufrimos hoy en día.

Yo intento acercarme a todo lo que nos rodea con cierta prudencia y cada vez soy menos opinólogo (reconozco que hace años, cuando florecieron las redes sociales, lo fui, pero de todo se sale). No es que siempre lo consiga, pero prometo que lo intento porque cada vez soy más consciente de que mientras más sé, más cosas me quedan por saber, y esa conciencia de la autoignorancia ha de ir acompañada de un rebaje en la rotundidad de las afirmaciones propias. Cuidaos de la gente que está siempre segura de sí misma y que jamás admite la duda, porque cuando falla en sus sentencias suelen tapar ese fallo de la forma más furibunda. A todo esto, cuántos epidemiólogos había en este país y nosotros sin saberlo, ¿verdad? ¡Qué ignorantes hemos sido los demás por no pedirles su sapiencia desde el principio, cuando empezó este Fin del Mudo!

A propósito de esto, me gustaría hablar de una conversación que tuve ayer con antiguos compañeros de letras en un viejo foro de relatos cochinos: uno de ellos es de México, en cuya actual administración ha tenido un cargo cultural de rango medio pero de cierta repercusión (no es un cualquiera, es doctor en Historia y uno de los principales expertos en el México del primer cuarto del siglo XX). Le pregunté por las declaraciones que nos llegaban hasta aquí de su Presidente, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), en las que restaba importancia a los efecto de esta enfermedad, y le pedí que en la medida de sus capacidades de influencia intentara hacer llegar la gravedad de lo que estamos pasando, contándole las cosas que me explicaba la enfermera desconocida del Gregorio Marañón de la que he hablado en alguna ocasión en este diario. Pero entonces terció en la conversación otro compañero de letras, nada sospechoso de estar alineado con el actual gobierno de México y me explicó lo siguiente:

«Sobre AMLO, el problema es que aquí los medios tergiversan y seleccionan de la manera más nefasta posible (…).
»Conozco a una química que reside y trabaja allí, y lo que ella me transmite sobre México es bien distinto a lo que llega (…).»

A continuación nuestro amigo mexicano nos aclaró:

«Pero todos los días hay un informe actualizado de las autoridades sanitarias, parte del cual lo repite el Presidente en su conferencia mañanera, y la OMS ha felicitado a México por su reacción»

Hecho que me fue confirmado por el compañero poco alineado ideológicamente con este gobierno mexicano, y que ratificó luego el doctor:

«Las declaraciones de AMLO restando importancia eran para evitar que cundiera el miedo porque había una campaña feroz (…). Ahora que ya hay claras medidas busca dar la vuelta».

¿Qué quiero decir al mostraros esta conversación? Pues que la desinformación, los titulares, los extractos y los resúmenes no siempre ofrecen la verdad, y eso alimenta también nuestra ignorancia y nuestro cuñadismo. Hay que llevar mucho cuidado con lo que se opina puesto que incluso aunque nos creamos informados lo normal es que sólo conozcamos una versión parcial.

La duda os hará libres (a mí me lo hizo con la religión, por cierto, por eso hoy es domingo pero no he ido a misa)

Hoy, mi atrevimiento ignorante lo he reservado para la cocina y me he atrevido a preparar un arroz de conejo, pollo y alcachofas en la paellera que compré hace ya más de un año. Nunca la llegué a usar porque el día que iba a hacerlo por primera vez tuve un accidente doméstico haciéndome en un dedo un tajo importante, y es que soy un poco manazas y bruto en la cocina, siempre tengo algún corte o herida en mis dedos por cuchillos, bordes de latas o rallador de tomate (este fin de semana me he hecho dos…).

El caso es que me he lanzado a hacer ese arroz sin usar medidas ni método, sólo mi instinto arácnido de cocinero atrevido y los recuerdos de los arroces de mi madre o de mi abuela, en la casa de campo familiar en Crevillente. Mientras freía la carne me he acordado de ella, la abuela Carmen, que falleció en la Navidad 2008-09, y de cómo siempre tenía la previsión de echar carne de más en la sartén porque los nietos nos arremolinábamos en torno a ella para conseguir un trocito dorado de pollo o conejo, a modo de impuesto revolucionario que le cobrábamos cada vez que pasábamos junto a la barbacoa. Recuerdos de hace tres décadas que me han asaltado de nuevo con la naranja que me he tomado de postre, puesto que las mejores naranjas que recuerdo haber tomado nunca eran las que tomábamos directamente del árbol del huerto de mis tíos después de comer.


Muestra gráfica de mi atrevimiento ignorante de hoy:







Por cierto, qué bien sienta una siesta después de un arroz como este… La ventana abierta pero la persiana bajada, aprovechando que hoy la primavera daba una tregua soleada y cálida, y los pájaros en el parque de detrás de casa celebrando que no hay gente importunando en la calle.

Tanto hidrato de carbono me está dando ganas de buscar algo dulce en la despensa… ¿La Nocilla corre peligro?


David 11 – Nocilla 0

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