LUNES 30 DE MARZO
Como en el chiste, después del
plácido domingo llega el jodido lunes. En efecto, es lunes, hace frío y llueve
(en mi barrio, en otra zonas de Madrid cae una nieve ligera).
Ahora mismo, en una realidad
paralela a esta en la que no ocurrió este Fin del Mundo, hay un tipo como yo en
un piso como el mío llenando cajas de mudanza con pertenencias como las mías.
Un tipo sonriente, ilusionado y feliz por el cambio radical que está dando a su
vida, porque vuelve a tomar las riendas después de muchos años llevado por la
corriente. Pero en esta realidad hoy es un lunes raro, y mi yo real lo ha
pasado delante del ordenador, rellenando una tabla de Excel dejando constancia
de cómo la actividad se va parando en los aeropuertos del este de España: obras
y proyectos que se detienen y que traen como consecuencia que dejo de ser
necesario en ese trabajo que estoy haciendo. Y de nuevo, hoy es un lunes raro
en el que he escrito un correo de despedida a los Project managers de todos los aeropuertos cuya información recopilo
y proceso, un correo de despedida en el que les digo que ese correo de
despedida tenía que haber sido otro, y no un texto en el que les deseo suerte
en lo que viene; además sabiendo que ellos van a correr incluso peor suerte que
yo (que realmente aún no creo esté en un problema, no soy tremendista, pero el
tono dramático a veces queda bien…).
Hoy, con motivo de este trabajo
que estoy terminando me han dado ganas de gritar un «Te lo dije»: nuestro
cliente quiere día a día una actualización de las obras que van parando,
añadiendo además cada día nuevos campos que rellenar en una tabla que se va
complicando en su casuística. Hace más de una semana que tengo la sensación de
que ese ansia de tener día a día un registro de qué se paraba, de dónde caía la
gota, era una tontá innecesaria, un
estrés gratuito puesto que era evidente que venía una ola que nos iba a
arrollar (chico, espérate al final de semana, que ya verás, ya…). Así se lo trasmití
a mi jefe cuando me comunicó que el cliente había decidido que yo no me iba
sino que eran ellos los que me «echaban», y hoy me han dado ganas de decirle
ese «¡Te lo dije! ¡Para qué tanto estrés y tanta ansia!»; pero él no tiene
ninguna responsabilidad, y hubiera sido muy cuñao
(aunque no me hayan faltado las ganas).
Lunes… Ayer me echaba una siesta
ligera con la ventana abierta y hoy estoy con el batín, agarrotado de estar
sentado en mi escritorio tecleando como un tonto y musitando ese «¡Te lo dije!».
Al menos hay esperanza en que el porcentaje
de nuevos infectados va disminuyendo, el esperado pico de la maldita curva
parece estar ahí a la vuelta de la esquina, y este mal rollo de lunes se
difuminará tarde o temprano.
Y como dije ayer, ya es de día a
la hora de los aplausos. Comenzamos aplaudiendo de noche, y día a día la
ovación se fue iluminando con el atardecer, cada vez más perezoso en el reloj,
hasta que el horario de verano (con nieve incluida, es cierto) ya nos deja ver
a los vecinos de en frente cara a cara. Los que aplauden con más entusiasmo en
mi rango de visión son un matrimonio mayor que tengo justo enfrente, un piso
por arriba. En lugar de asomarse al ventanal que da al parque, los dos se
aprietan en la mitad del espacio de una ventana de una habitación y aplauden
juntos con una gran sonrisa. Me dan ganas de abrazarlos cuando esto termine.
Dos plantas más abajo otra señora se asoma por la ventana del baño, en el
primero suele ser un hombre con una niña, y un poco más a la derecha un chaval
más joven, que una vez me preguntó por qué era la cacerolada.
Además he escuchado que hoy en
Elche, justo antes del aplauso de las 20:00 las emisoras de radio emitirán
todas el Gloria Patri, la última pieza
musical que suena en las representaciones del Misteri d’Elx, y que se ha convertido en la pieza que todos los
ilicitanos escuchamos con expectación desde nuestras azoteas cada noche del 13
de agosto, retumbando en altavoces por el centro de la ciudad antes de que la
gran palmera final de la Nit de l’Albà,
un ingenio de fuegos artificiales de medio kilómetro de diámetro, ilumine el
cielo de Elche.
Luz nos hace falta en esto, o
acabaré amorrándome al tarro de Nocilla…
David 12 – Nocilla 0
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