LUNES 16 DE MARZO: Empezamos
nuevas rutinas.
Nunca pensé, cuando comenzó la
era digital, que mis tías amas de casa y trabajadoras del calzado serían unas
internautas de primer nivel siguiéndome en redes sociales que ni imaginábamos
que existirían, y que cuando llegara el Fin del Mundo habría una forma de estar en contacto por medio de un sistema de mensajes a través de pequeños
teléfonos con más potencia que los ordenadores de sobremesa que teníamos
entonces. Sí, reconozco que son prejuicios que poco a poco se han desmontado porque
la realidad es que no es necesario ser nativo digital o experto en informática
para desenvolverse sin problemas en estos medios.
Y llevo unos días en los que los grupos
familiares de whastapp arden y la batería del móvil no me dura ni medio día cuando
lo normal es que aguante una jornada entera. Todo lo que ahora no nos juntamos,
lo hablamos por whastapp, incluso mucho más. Nos hemos refugiado, ante la
realidad de no poder vernos, en este otro contacto que antes tampoco era tan
frecuente. Vamos a tener muchas ganas de reencontrarnos todos cuando llegue el
fin de esto, familiares y amigos, cuando volvamos a las rutinas de antes, que seguramente ya no serán
las mismas.
Hablando de rutinas, hoy por ejemplo
ha sido la primera mañana entre semana en mucho tiempo en la que no me despierta
la ducha de un vecino ni escucho las persianas levantándose. Y en la calle no
se escucha más tráfico que el paso periódico del autobús: el 62 es el que para en
la puerta de mi casa, casualmente el mismo número que pasaba por mi primer
barrio en Valencia, cuando hace 24 años llegué a vivir a Benimàmet.
No es el primer día que hago teletrabajo,
porque ya lo he hecho en otras ocasiones en las que estuve enfermo, o el pasado
viernes cuando ya se barruntaba todo esto, pero esta vez va a ir para largo y hay que
aprender a adquirir las nuevas rutinas y encontrarnos cómodos en ellas. Fíjate, y yo
que pensaba que el fin de las rutinas estaba próximo con mi proyecto de futuro:
cada día un grupo nuevo, una ruta distinta… Pues nada, a posponerlo sine die. Precisamente una de las
primeras cosas que he hecho hoy ha sido gestionar el aplazamiento de mi excedencia,
y seguir más allá de las dos semanas que pensaba que me quedaban en este
trabajo.
Al menos he podido comprobar que
hay cosas que siguen igual, como la chica que limpia la escalera, que sigue al
pie del cañón, o esa gente que sale a comprar el pan, aunque esta vez sea
esgrimiendo las barras por la calle para que se nota que han salido solo a hacer
la compra.
Yo he aprovechado y he vuelto a
una de esas rutinas de cuando estudiaba: ponerme a preparar la comida del
mediodía a eso de las 13:30, y además hoy los típìcos macarrones con chorizo que hacía mucho tiempo que no cocinaba. He hecho para tres días… Tengo claro que en
algún momento voy a tener que imponerme algún tipo de ejercicio en casa o
saldré rodando de este confinamiento.
Otras de las cosas en las que
pienso cada día es qué hice hace dos semanas, quién me pudo haber contagiado o
a quién pude haber contagiado. Por ahora ya puedo asegurar que las opciones de
que haya exportado desde Madrid el virus a Murcia, con escala en una ruta en
pruebas del negocio que quiero poner en marcha, son la mitad que hace tres
días.
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