MARTES 31 DE MARZO
Ayer, después de 18 días de
confinamiento, ya no pude aguantar más, mi cuerpo me lo pedía, me insistía en
ello, y por más resistencia que haya opuesto finalmente he caído: hice
ejercicio…
El frío de trabajar junto a la
ventana, el agarrotamiento por el estrés del trabajo debido a las prisas para rellenar
la tabla de la muerte de mi ya ex-actividad laboral, hicieron que mis músculos
me lanzaran un mensaje claro: «¡Muévete, gandul!». Y ahí estaba yo en mi salón,
frente a la tele haciendo unas rutinas de cardio y quemagrasas intentando
seguir el ritmo de una monitora que desde Youtube
me gritaba «¡Lo estás haciendo muy bien, campeona!».
Quizá un día me grabe, será un gran vídeo cómico con el que os vais a
descacharrar.
No he notado aún agujetas.
Hoy he escrito, igual que ayer,
otro correo de despedida, esta vez a los compañeros del contrato en el que he
trabajado en los últimos 14 meses y al personal de AENA con el que he estado en
contacto a lo largo de todo este tiempo. Realmente es un hasta luego lleno de
incertidumbres, porque no sé cuáles serán mis planes de futuro (al menos en lo
que se refiere a los plazos) ni lo que será de mis compañeros, puesto que
finalmente todos cesamos en nuestra actividad y ya no puedo hacer la broma de
que en AENA han dicho «¡No te vas tú, te echamos nosotras!».
Lo he hablado esta mañana con mi directora
de expediente de AENA, mi contraparte en el lado de nuestro cliente, incluso me
he permitido la confianza de contarle que se me vino a la cabeza el «¡Te lo
dije!» del que hablé en el post de ayer. Pero sin revanchismo, todo de buen
rollo a pesar de que en algún momento tuvimos alguna tensión importante. Me
quedo con que tanto ella como mi jefe en este trabajo me han reconocido mi
desempeño y mi actitud, no sólo con mis labores sino con el resto del equipo.
Al menos un poco de ánimo en medio de esta situación de no buenas noticias.
Porque esa ausencia de buenas noticias, todo esto, está haciendo llorar a mucha gente. Hasta ahora habían sido amigos y familiares quienes me habían confesado que han tenido momentos malos en los que han necesitado llorar, pero en estos dos días quienes me han confesado que han llorado lo han hecho por el trabajo, por tener que comunicar que que esto se acaba, que se cierra, y por ser conscientes de que hay gente que lo va a pasar mal. Además hay gente que esto lo está pasando en soledad (yo mismo), y no todo el mundo lo lleva igual, algunos necesitan moverse, otros algo que les incite a moverse, y solo a lo más raros no nos está afectando demasiado.
Porque esa ausencia de buenas noticias, todo esto, está haciendo llorar a mucha gente. Hasta ahora habían sido amigos y familiares quienes me habían confesado que han tenido momentos malos en los que han necesitado llorar, pero en estos dos días quienes me han confesado que han llorado lo han hecho por el trabajo, por tener que comunicar que que esto se acaba, que se cierra, y por ser conscientes de que hay gente que lo va a pasar mal. Además hay gente que esto lo está pasando en soledad (yo mismo), y no todo el mundo lo lleva igual, algunos necesitan moverse, otros algo que les incite a moverse, y solo a lo más raros no nos está afectando demasiado.
Pero aun así es raro lo de cerrar temas y
despedirse así, solo desde casa, dejando entregas e informes a mitad porque es
lo que se ha pedido, pero… Ahora a otra cosa, ya veremos cuál… Mientras no nos
digan nada a los que nos quedamos así, parece que ya estoy sin excusas para no
limpiar a fondo (no los cristales, que sigue lloviendo), ordenar, hacer
ejercicio y comenzar a escribir la continuación de mi novela A Macondo se va en línea recta (¿os he
hablado de ella?)
No sé… Podría celebrar este
cambio con un sándwich de Nocilla…
David 13 – Nocilla 0
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