SÁBADO 28 DE MARZO
He vuelto a tener otro momento de
debilidad que no creería en mí: me he vuelto a imaginar un par de veces
limpiando los cristales de los ventanales, incluso la materia radiactiva que
hace un año o así dejaron unos pájaros que anidaron cerca de la azotea. Los
animalitos adornaron las ventanas pequeñas de la vertical de los miradores entre
salón y habitación, todas las plantas esturreadas... Son persianas que siempre
tengo cerradas, y cuando descubrí el pastel no pensé que meses después me vería
con el ánimo de ponerme a limpiarlo. Esta mañana, antes de salir a hacer la
compra de la semana he hecho inventario de los productos de limpieza, sólo con
el propósito de comprobar si tendría suficiente arsenal para afrontar esa tarea
hercúlea. Por ahora no he rebuscado en los armarios para localizar la escobilla
especial para limpiar cristales.
Intentaré alargar ese momento
hasta el miércoles, cuando sepa si estoy con actividad laboral o no. Es quizá
la única incertidumbre que de alguna manera me ha dado qué pensar durante este
confinamiento. No hablo de la limpieza de las ventanas, sino del futuro laboral
una vez que me saquen del contrato en el que estoy. Y no es por el riesgo de
quedarme en la calle, puesto que mi intención es irme y sé que tarde o temprano
todo esto terminará y pondré en marcha mi idea de excursiones en Alicante, sino
por el hecho de que me reasignen a alguna cosa nueva que no me va a interesar
en absoluto, que no significará nada para mí y que tendré que aprender a
procesar teletrabajando desde casa; la otra opción ante esta nueva situación
que se me dibuja a partir del miércoles es que no tenga ninguna actividad
laboral en la que ocupar mi tiempo, con lo que sí deberé poner en práctica la
cantidad de historias que durante la primera semana de confinamiento nos
propusieron en las redes. En todo caso, hasta dentro de dos o tres días no lo
voy a saber, ni tengo forma de ocuparme de ello, con lo que mejor no
preocuparse. Y valga esto como consejo: ¡no os preocupéis de cosas de la que
nos os podéis ocupar! Bastante tenéis cada uno con lo que tenga en casa.
Y como decía, en efecto hoy he salido
a comprar después de una semana sin atravesar la puerta de casa más que para
sacar la basura al descansillo. Hoy sí que se notaba más el vacío en las calles,
apenas me he cruzado con tres personas en mi camino hasta el súper, que era como
una isla de actividad en el desierto urbano del sur de Madrid (jamás había
visto el puente de Toledo sin nadie). En una semana las cosas han cambiado de
forma sensible, por fin nos hemos organizado: había cola para entrar al súper, con
un vigilante dando el turno de entrada según salían otros clientes, con las marcas
en el suelo estableciendo la separación entre personas para acceder primero al
dispensador de gel, luego al de guantes y por fin al espacio de los carritos.
Un empleado iba marcando el ritmo una vez dentro del súper para ir dando cada
uno de estos pasos. Parecía una cadena de montaje en la lucha pasiva contra el
contagio, y he tenido la sensación de efectividad (ya veremos la eficiencia),
de que cuando nos lo proponemos sabemos hacer lo que toca hacer,
independientemente de que haya versos sueltos que no entiendan que ahora la
fuerza reside en la colectividad organizada y no en el individualismo
inconsciente. Además, nuestro papel es tremendamente fácil, no tenemos excusa
para no ser parte de ese engranaje.
Ayer me emocionó ver en las
noticias la rapidez con la que en el recinto ferial de Madrid en IFEMA, se
había montado el sistema de suministro de oxígeno a todas las camas UCI que se
han habilitado en ese hospital de campaña. En apenas tres días, con el concurso
de profesionales autónomos y jubilados de las especialidades laborales
requeridas, todos voluntarios, había puesto eso en marcha todo el sistema bajo
la dirección de oficiales de Bomberos de Madrid y de la Unidad Militar de
Emergencias. Tanta gente dando un paso adelante para ofrecer sus manos y su
conocimiento con el único fin de ayudar, es algo que me emociona, pero que al
mismo tiempo me hace sentir inútil puesto que no sé cómo podría ayudar.
La única forma en la que me puedo
sentir útil es hablando, leyendo cuentos como hice ayer en Instagram y Facebook,
ofreciendo mi mejor cara para animar y entretener, sean diez personas en una red
social, las videollamadas en grupo (hoy he tenido dos aperitivos, siempre muy bienvenidos, con ingesta de vino generosa...) o una por teléfono. Hablar por teléfono, esa cosa que no sé hacer y que
sin embargo llevo varios días practicando y mejorando. Me está gustando ofrecer
una de las mejores cosas que tengo, mi voz, y tener la compañía de quién
necesita o quiere hablar conmigo, es un quid
pro quo más íntimo que me trae muy buena música en estos tiempos de soledad
física.
David 10 – Nocilla 0
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