miércoles, 25 de marzo de 2020

(OTRO) DIARIO PARA UN CONFINAMIENTO POR PANDEMIA GLOBAL: Bromas del destino


MIÉRCOLES 25 DE MARZO


El ruido de la lavadora dando sus ciclos de lavado monótonos y regulares es uno de los sonidos que más asocio a un hogar. Normalmente, cuando hago una mudanza intento poner pronto una lavadora, de esa forma pretendo que ese ruido me engañe y me haga creer que ya estoy en casa, aunque las cajas de cartón sigan llenas por los suelos y las estanterías vacías en las paredes.

Precisamente hace tiempo escribí un relato llamado Normalidad que transcurre en medio de un paisaje apocalíptico pero que habla de eso...


A cada vuelta del tambor de la lavadora se atenuaba su ansiedad. Aquel ruido doméstico, previsible y fácilmente reconocible sustituía a cualquier mantra de religión olvidada en las montañas de Asia. Siempre, con cada antigua mudanza, entre cajas por abrir y muebles por armar, lo primero que solía hacer era poner la lavadora, buscando así ruidos hogareños conocidos. Y ahora, tras mucho deambular jugándose el tipo, pudo robar gasoil para el generador eléctrico y lavar sus harapos. Lo siguiente era salir nuevamente a las calles desoladas y luchar por comida.
  Cauto a cualquier ruido que se escuchara en la calle salió por Embajadores. Al fondo, una nueva columna de humo brotaba del Reina Sofía


Pues bien, hoy por fin he puesto una lavadora, la primera desde que comenzó este Fin del Mundo… Evidentemente todo es ropa de andar por casa: sudaderas, camisetas y pantalones cómodos, nada de las camisas y chinos con los que suelo ir a la oficina. Mientras ponía la lavadora me decía que ojalá esto no se alargue mucho o deberé ir al garaje a buscar al coche los pantalones cortos, puesto que hoy hace dos semanas que bajé las primeras cajas de mi mudanza nonata al maletero.

Ha sido un día de contrastes: por un lado por fin ha salido el sol, y los árboles del parque de atrás de casa ya empiezan a verdear, cosa de la que no me he dado cuenta hasta hoy, que está soleado, aunque la mañana haya sido fresca. Pero por otro lado he recibido una noticia que no sé calificar todavía como buena o mala, porque las consecuencias no están aún claras: a lo largo de los últimos días he ido registrando los informes que llegaban de las obras que se suspenden en los aeropuertos de toda la zona este, viendo como poco a poco la actividad de AENA va languideciendo a causa del coronavirus; y ayer eso ya se tradujo en reducción de equipo de personal de direcciones de obra, gente a la que no conozco y con la que no he tenido trato; pues bien, hoy esa reducción de recursos humanos que está pidiendo nuestro cliente me ha tocado a mí. ¿Dijiste hace un mes que te ibas? ¿Que ahora no te vas? ¡No, hombre, no! ¡Tus primeros deseos son órdenes! ¡Puedes dejar este proyecto! ¡Te liberamos!

Como he dicho, aún no sé las consecuencias porque ahora es mi empresa la que ha de decidir qué hace conmigo a partir del 1 de abril, día en el que en otra realidad yo debería estar finalizando mi mudanza. No, si al final los planes van a realizarse independientemente de lo que yo esperara de esta pandemia. Y es que como cantó Sabina (corrección política off):

Pero al loro,
que el destino es un maricón,
sin decoro,
te da champán y después chinchón.

Con todo esto, y con la cantidad de trabajo que tengo estos días se me ha olvidado revisar la versión digital de mi novela, mañana lo haré y os cuento.

Estoy por lanzarme hacia el tarro de Nocilla…


David 7 – Nocilla 0


CONTINUARÁ...

2 comentarios:

  1. Pues revisa, revisa y dale a la Nocilla. Ya nos contarás qué pasa contigo, que se está poniendo la primavera emocionante.
    Besos, David, cuídate.

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