domingo, 10 de mayo de 2020

(OTRO) DIARIO PARA UN CONFINAMIENTO POR PANDEMIA GLOBAL: Flor de piel.


SÁBADO 9 Y DOMINGO 10 DE MAYO


Los fines de semana son para descansar, incluso cuando se tiene poco que contar, así que ayer sábado me lo tomé libre en este diario, además de que tenía que estar en condiciones para algo que aconteció por la noche. Pero vayamos por partes, como dijo aquél.

Si comenté hace unos días que paseando por el parque de San Isidro, cuando los parques estaban aún cerrados en Madrid, vi un coche de la Policía Nacional sin advertir de que aquél no era sitio para pasear, en el paseo del viernes crucé por el puente de Toledo al otro lado del Manzanares, y allí sí que vi a una patrulla de la Policía Nacional, advirtiendo por los altavoces que había más calles peatonales en la ciudad por las que pasar, que no tenía que estar todo el mundo allí en el puente (había bastante personal quieto, contemplativo en lugar de usar el puente para el tránsito de uno a otro lado). Durante ese paseo me fui enterando a través de las redes sociales que los departamentos de salud de Elche, Valencia y Alicante no pasaban a la Fase 1. Aquí en Madrid lo tenía asumido, pero me dio bastante bajona por los amigos y familiares que en esas tres ciudades habían pensado que empezaban a salir de esta historia sin que haya sido así. La semana de holgura que teníamos todos para ir a cabo de Gata a comienzos de julio también se ha consumido para los no madrileños de mi grupo en el primer deadline.

Ayer sábado fue el primer día en el que pudiendo salir no lo hice. Me levanté tarde, y por la noche tenía una cita, con lo que no me iba a dar tiempo a salir a dar una vuelta antes de preparar la cena. Sí, he dicho una cita, aunque nadie atravesó mi puerta ni yo visité a nadie. Todo fue telemático, virtual, y empezó hace mes y pico a través de internet. Salvando las distancias, llevo todo este tiempo que me siento como James Stewart en El bazar de las sorpresas de Ernest Lubitsch, una película en la que los dos personajes principales inician una relación epistolar en el Budapest de entreguerras. Y por fin ayer, tras muchas conversaciones de Whastapp, llamadas telefónicas y videollamadas (yo, que como he dicho más una vez no sé hablar por teléfono), planeamos una especie de primera cita virtual (dado que la primera cita física no se producirá hasta dentro de unas siete semanas).

Es raro y complicado, como todo en estos tiempos, pero está siendo ilusionante, ver cómo a pesar de la distancia y la incomunicación física, la comunicación y los sentimientos siguen fluyendo. Están muy a flor de piel, nos sentimos más cercanos que antes (es algo de lo que ya he hablado en algún momento en este diario) y nos echamos de menos, incluso en mi caso particular aunque no nos hayamos visto nunca en persona (le he escrito tres poemas, algo que hacía años que no hacía a nadie…). En nuestra primera cita de ayer preparamos la cena en compañía, cada uno su propio menú en su casa, y luego nos pusimos guapos, con nuestra colonia igual que si estuviéramos sentados a un metro de distancia, y cenamos con velas… En total más de cinco horas de compañía que dan otro cariz a estos días complicados, pero que también incrementan las ganas de salir por fin del confinamiento. Habrá que tener mucha paciencia y saber gestionarlo, puesto que es una situación desconocida para mí.


David 53 – Nocilla 0


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