jueves, 14 de mayo de 2020

(OTRO) DIARIO PARA UN CONFINAMIENTO POR PANDEMIA GLOBAL: Frente a frente.


JUEVES 14 DE MAYO


Esta mañana, dentro del programa de mantenimiento preventivo de mi parque móvil, he bajado al garaje a poner la moto en marcha un rato, y he descubierto que el gato sigue usando el sillón de la Vespa como cama después de haber hecho sus necesidades y no haberse limpiado bien el trasero (hace unos pocos meses descubrí que se aliviaba debajo de mi coche). La manta de protección para el frío que anteriormente no tenía desplegada, esta vez estaba sucia. Mañana bajaré a limpiarla, igual que hace unas semanas tuve que limpiar el sillón. Hoy me he dado un paseo con la moto por el garaje y he descubierto que hay un más allá debajo de mi edificio: el garaje tiene cuatro niveles en lugar de los tres que yo pensaba. Y precisamente en ese último nivel hasta el que he llegado intrépidamente sin casco ni guantes, cuando me he adentrado en lo más profundo, más allá de los límites conocidos del sótano, como un explorador de las fondas abisales… En ese punto más alejado, he visto a un gato negro ocultándose detrás de un Ford. ¿Será el inquilino de mi Vespa?

Esa hubiera sido la gran aventura del día, si no fuera porque he salido más tarde a la oficina de Correos de San Francisco el Grande para enviar una carta. He ido en moto porque se me echaba encima la hora de cierre (qué ganas tenía de volver a montar en las moto aunque fuera aquí cerca de casa). La gente hacía cola respetando por exceso la distancia de seguridad fuera de la oficina, todos íbamos con mascarilla. Dentro los empleados habían levantado con cajas una barricada frente al mostrador, doblando así el tamaño de este, y cada puesto de trabajo estaba protegido por una mampara, todo el mundo con mascarilla y guantes, algunos con pantalla. Me he preguntado, al entregar mi carta, si esta podría difundir algún virus que potencialmente pudiera tener yo en mis manos desde la Fase 0 madrileña a la Fase 1 mediterránea hacia donde se dirige. Por fortuna no había chupado la solapa del sobre para facilitar el cierre.

Más allá de estas aventuras en Vespa, he llegado estos días a la conclusión de que mirar a los ojos en una vídeo-llamada uno a uno es complicado. Tendemos a mirar a la pantalla y no al objetivo de la cámara, con lo que la persona con la que estamos hablando no tiene tus ojos mirándote a ti desde el otro lado de la línea, sino ligeramente desviados de los tuyos. Y si quieres hacerlo bien y miras al objetivo, al otro lado verán tus ojos mirándole, pero tú no ves los suyos… En fin, que menos mal que tenemos la tecnología para sentirnos más cerca, pero que lo que mola es estar de verdad frente a frente (muy lejos en realidad de lo que relata la canción del enlace…).

Por cierto, ¿qué me decís de los pijos del barrio de Salamanca? Tanto colegio de pago para querer contagiarse de la forma más tonta.



David 57 – Nocilla 0



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