DOMINGO 3 DE MAYO
Domingo… Y el séptimo día
descansó… Pero hoy es el quincuagésimo segundo de mi confinamiento, y el
segundo en el que podemos salir a la calle, con lo que el confinamiento más que
cuarentena ha sido una cincuentena.
Hay un riesgo en esto, en pensar
que ha terminado y salir demasiado alegremente y relajando las precauciones.
Ayer las calles de Madrid, al menos por donde yo me di mi carrera, eran una
romería (aunque nada que ver con la verbena que se montó en Malasaña). Pero
claro, si se acotan las horas a las que puede salir el grueso de la población,
la densidad de gente en las calles es brutal, especialmente en ciudades como
Madrid y en barrios de alta ocupación. Sigo sin tener claro si lo de impedir el
paseo por los parques fue acertado o no, porque las calles que rodeaban esos
parques estaban a reventar. Jamás había visto tampoco tanta gente corriendo y
haciendo deporte. A ratos tuve la impresión de que me encontraba en Valencia durante
Fallas, cuando la calzada es invadida por paseantes y las calles ofrecen ese aspecto
distinto, más humano. Aunque también podría decirse que éramos como las cigarras que cada 17 años de repente invaden
zonas del este de Estados Unidos, saliendo de la tierra para
completar su ciclo vital. Eso éramos ayer, las chicharras dándose el festín del
primer paseo callejero.
Hoy, igual que ayer, también me
he levantado tarde, con lo que el paseo será vespertino en lugar de matutino, y
aprovecharé la temperatura agradable que estamos teniendo (acabo de opnerme por
primera vez en la temporada, pantalones cortos para estar en casa). Imagino que
el resto de la semana saldré a primera hora los días que toque carrera y por la
tarde los de paseo (que serán más, porque no estoy tampoco para ponerme a
correr todos los días).
Ahora mismo, en el callejón de
debajo de mi ventana hay un padre y un crío jugando con un balón. Cuando me instalé
aquí hace cinco años y medio en seguida me di cuenta de que este sería uno de
los pocos emplazamientos urbanos de Madrid en los que habría niños jugando a la
pelota en la calle. Han sido muchas siestas acompañadas del toque del balón y
de los pies corriendo de aquí para allá, resonando en la pared del edifico de
enfrente. No es que sea especialmente molesto, pero hoy sí que estaban dando
pelotazos a una barandilla hasta que el vecino del bajo se ha asomado a
recriminarles que resonaba mucho dentro de su casa. Esta unidad familiar trae,
además del balón, música en el móvil. Por ahora algo tranquilo, casi ambiental.
Esa ha sido la anécdota del día por ahora.
Ya veremos qué tal se da el
paseo.
Y poco más que contar hoy, he hecho
lentejas (para hoy y otros tres días) mientras me tomaba unas cervezas (tres)
con amigos en Alicante, Londres, Villena y Gran Alacant (Santa Pola). La
conclusión a la que he llegado, y que he compartido, es que a la amiga que se
fue al comienzo de esto a casa de su pareja la podemos llamar la abeja, porque
es la única que zumba.
Me estoy pensando muy en serio
si, ahora que ya no estoy en confinamiento propiamente dicho, y que ya salgo a
correr, podría lanzarme en brazos del bote de Nocilla…
David 46 – Nocilla 0
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