miércoles, 23 de octubre de 2013

Una misión


-Sí, papá, pero, ¿y ésa? -preguntó señalando un rastro de sangre que se perdía en la oscuridad.

Allí, al final del pasillo, escuché un jadeo rápido, apenas imperceptible, un murmullo que se iba convirtiendo en gemido largo, en llanto cargado de algo que me pareció muy oscuro, algo que me traía recuerdos que no lograba identificar.
¡Recuerdos…! Repentinamente caí en la cuenta de que no recordaba haber llegado a aquella casa, ni por qué la empuñadura de un cuchillo empapado en rojo caliente me latía en el puño, ni menos aún quién era aquella niña pálida de tirabuzones rubios sentada sobre un cadáver desnudo.

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