martes, 13 de septiembre de 2016

EL TURISTA

El masajista no tardó en reconocer aquel lunar bajo la nuca, pero continuó hierático, dispuesto a realizar su trabajo como si aquel descubrimiento no le hubiera puesto en alerta. Se impregnó las manos con los aceites aromáticos y comenzó a aplicarlas firmes sobre la espalda de su cliente. Las fragancias de especias que entraban por las ventanas del hammam se potenciaron gracias a las de los óleos.

Unos minutos después, alrededor de las cinco, el cliente tosió estentóreamente. Como respuesta, el masajista silbó descuidado los primeros acordes del Yesterday de Los Beatles, compitiendo con el coro que desde los minaretes empezó a llamar a la oración de la puesta de sol, inundando de voces y cánticos el ambiente húmedo y caluroso de El Cairo.

El ayudante del masajista, a un gesto de su jefe, cerró discretamente las puertas. El masajista interrumpió entonces la melodía y sonrío.


‑Bienvenido a 1798, doctor Brown. Napoleón está a punto de llegar a las pirámides.

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