lunes, 26 de septiembre de 2016

LAS NAIPES PREDESTINADOS

Y le manchaba los dedos de harina al entregarle el paquete de naipes con el que realizaba el siguiente de sus números.

Toda la Corte, con la aquiescencia del Emperador, aún celebraba con exagero su bufonada previa en la que, imitando al Panadero Real, se llenaba la boca de harina. Era una de las ocurrencias preferidas del monarca. No tanto como el de «Los Naipes Predestinados».


A pesar del júbilo general, el favorito del Emperador se limpió silencioso y angustiado la harina de sus dedos. Intuía que la carta que le saldría en el juego no sería aleatoria. Tragó saliva y encaró a su destino: el Bufón era sólo un instrumento.

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