lunes, 19 de septiembre de 2016

MIS CORAZONES

El lápiz con el que ella, cada mañana, se lo dibujaba solía durar poco más de diez corazones, dependía de su humor al apretar más o menos, de cómo estuviera de inspirada o de si había llovido. Entonces, bajaba a la papelería y pasaba horas deambulando entre expositores, como si nunca antes hubiera necesitado un lapicero, hasta que él la atendía. Con cada visita ella descubría algo más de sus aficiones y costumbres, incluso que subía a internet fotografías de pintadas románticas encontradas por la ciudad. Después, volviendo sola a casa, se preguntaba cuándo descubriría que los corazones con sus iniciales estaban dibujados con esos lápices importados que sólo él vendía.

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