MARTES 24 DE MARZO
El autobús ya no se detiene en la
parada que hay en la puerta de casa. Desde mi ventana veo pasar varias veces al
día el 62, vacío, y sin parar. Ya no lo escucho frenar ni el tiempo que solía estar
con el motor al ralentí esperando que alguien suba o baje. Es una de las pocas
distracciones que tengo cuando miro por la ventana además de los paseantes de
perro y el vigilante del edificio de al lado, que a veces se da una vuelta al
edificio y aprovecha para almorzar en esa ronda que se da a su territorio.
En las dos veces que he salido de
casa desde que se decretó el estado de alarma me he fijado bastante en los
autobuses: no he visto ninguno aún que lleve más de tres personas. Son la
evidencia de una maquinaria que sigue en marcha, funcionando para casi nadie,
pero prestando el servicio necesario para los que no tienen más remedio que
salir a la calle.
Tenía frío esta mañana al
despertar, y mi ligera hipocondría me ha impulsado a ponerme el termómetro,
sólo para confirmar que es mal negocio
que todo el frente de fachada de mi habitación (también del salón) es ventanal.
Además de que algún día deberé limpiar esos cristales, tienen un aislamiento
mejorable, porque en las noches de invierno, cuando tengo la caldera parada, he
de taparme bien, y durante el verano infernal de Madrid propician un efecto
invernadero terrible.
Mucha luz, es cierto, y viene
genial para mis plantas, pero oye…
Después de año y medio con mi
sección quincenal en Radio Elche (Libros y música para un paseo en Vespa), hoy
ha sido la primera vez en la que me he animado a grabarla en vídeo, aprovechando
que ayer me animé a hacer un directo en Instagram leyendo uno de mis relatos.
Aún tendrá gracia que me quiera hacer influencer
de ésta, aunque sea entre los radioyentes de Elche. La verdad es que durante
estos días me he olvidado de ponerme música mientras trabajo y tengo la radio
siempre puesta, creo que es la mejor forma de estar acompañado, entretenido.
Siempre he escuchado la radio, y siempre la escucho. Llego a casa y, tras quitarme
los zapatos, lo primero que suelo hacer es conectarla para buscar esas voces
que hacen de banda sonora en casa. Y el hecho de ser a veces yo una de esas
voces que hace compañía a otra gente en el coche, en casa, en el trabajo, es
algo que me parece fascinante, que me produce orgullo.
¡Ahí vamos!
Bueno, orgullos aparte, las
prisas y los nervios siguen en el mundo laboral, hoy he tenido que decirle a la
clienta que esperara un momento con sus urgencias porque se me quemaban las
patatas en la olla, que eso sí es una urgencia y no saber cuántas obras van
parando en los aeropuertos del este. Al menos fuera del ámbito del trabajo el
buen rollo es más generalizado y todos estamos empezando a sentirnos más cerca
los unos de los otros, aunque imagino que iremos atravesando fases de no querer
hablar con nadie y otras de querer gritar al primero que pase bajo la ventana
que le quieres un huevo. La montaña rusa está por llegar todavía, al menos en
mi hogar individual no ha aparecido, y confío en no subirme: llevo ya dos noches
seguidas preparando la cena, y tomándola a continuación, acompañado, mediante
el teléfono, con voz o con vídeo. Y la verdad es que tener esas compañías y
compartir un rato para hablar de lo raro que es esto, de los proyectos que
tenemos que poner en marcha cuando la calle se nos abra al otro lado de las
puertas abiertas, cuando nuestros horizontes estén más allá de las paredes de
casa; es un pequeño regalo que de alguna manera nos ha de cambiar en el futuro.
¡Ojalá!
Y ojalá compréis la versión en
digital de mi novela A Macondo se va en
línea recta, que hoy mis editores me han dado la gran noticia que ya está
lista y en breve estará disponible en la web de la editorial. Voy a comprobar
qué tal ha quedado y mañana os cuento.
David 6 – Nocilla 0
CONTINUARÁ...
Gracias primo, lo he leído de tirón y me ha encantado. Posiblemente te copie y haga uno de mis experiencias en el mostrador. Te queremos!!!
ResponderEliminar