Sus labios perfilados se
contraen para dejar escapar un silbido corto (*) y a continuación se gira, moviéndose con la confianza que otorga el
saberse poseedora de esas caderas que brillan en la oscuridad al ritmo
cadencioso de un bolero embustero y culpable, más que yo. Tras su señal
aprobadora la sigo por la calle desierta. Su movimiento de labios fue sensual,
y lo hizo a sabiendas, aunque pensara que a esa distancia yo no pudiera verlos.
Sí podía.
Sigo el rastro de migas de deseo y llegamos a su puerta. El instinto se
me afila y sonrío por su bendito desconocimiento: los seres como yo sólo
podemos entrar si nos invitan.
(*) Frase del concurso Relatos en cadena de la SER con la que debían comenzar los relatos participantes de esta semana
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