No puedo evitar ponerme triste
cada vez que el azar hace que en mi lista de reproducción de «esos días» el
algoritmo informático elige Un buen día
de Los Planetas. Es cierto que tengo muchos días buenos desde que ya no estás,
no lo voy a negar, pero al igual que en esa canción, estás en el aire flotando
como una referencia difícil de borrar.
¿Sabes? He tenido la mala suerte
de que mi nueva casa se parezca mucho a aquella en la que empezamos a vivir
juntos. Algo tan nimio como los interruptores de la luz o los tiradores grises
de los armarios, que cambiamos por esas figuritas tan coloridas; hacen que me
acuerde de la ilusión de aquellos primeros días, cuando estábamos construyendo
nuestro futuro, un futuro en el que ahora hay trescientos kilómetros de asfalto
separándonos, por no hablar de la minusvalía emocional.
El otro día, viendo una película
muy tonta, salió una adolescente de la que me sonaba mucho su cara, hasta que
caí en la cuenta de que era Max Black de 2
broke girls; y no estabas allí a mi lado en el sofá para decirte: «¡Mira,
qué joven estaba!». Y nos hubiéramos reído pensando que de adolescente ya tenía
los mismos atributos que ahora. Ya ves, tonterías que no hacen justicia a todos
los años juntos, memorias de la normalidad, alarmas mentales que me recuerdan
al salir de casa que estoy solo y que, como haya olvidado las llaves, no
estarás tú reprochándome con la mirada mi despiste cuando tengas que abrirme la
puerta al volver del trabajo o de hacer la compra.
No puedo evitar ponerme triste,
aunque haya encontrado con qué marear mis ratos libres, cada vez que llega el viernes
y la rutina salvadora desaparece, ésa que hace de pantalla haciéndome no pensar
en que ahora todo es muy diferente. He de pensar sólo en mí y en mis planes, en
qué hacer en los próximos dos días y medio. Me dirás que ya lo hacía antes, pero
no es lo mismo.
Me ha dicho el Bernat que te vio
la semana pasada, cuando por trabajo tuvo que recorrer esos trescientos
kilómetros físicos que hay entre tú y yo. Le sorprendió que no le preguntaras
por mí, al contrario que en esa otra canción de Manel (¿por qué todas las
canciones hablan de nosotros?). Yo se lo he confirmado: Desde que te fuiste hemos
hablado sólo dos veces, una por cortesía y la otra por necesidad para terminar
de cerrar nuestros vínculos. Le he dicho que tengo ganas de saber de ti, de
preguntarte qué tal estás, porque aunque no sirva de nada y quizá no lo haya
sabido demostrar cuando había que demostrarlo, tú me importas. Pero no debo
hacerlo, aún no. Porque no sé si te haré daño al seguir presente. Sé que me lo
haré a mí mismo si no cierro completamente. Podría asumirlo, seguir durante
meses regodeándome en lo que pensamos que podría haber sido pero no supimos
materializar, pero no quiero ser una presencia incómoda para ti, importunarte en tu propio proceso de cerrar los años vividos desde
aquella noche en la que apareciste y pensé «que mujer más alta y elegante». Años en los que fuiste una
mujer fuerte y temperamental, una niña pequeña que me necesitaba a su lado, una
censora, una seductora, la mejor enfermera, una mujer fatal incontrolable… Toda
esa colección de fotos de carnet que guardabas desde hace años, incluyendo las
de cuando eras una niña, y que ahora pasa por mi cabeza en carrusel.
Le he dicho que muchas veces tengo
la tentación de preguntarte cómo estás. Total, realmente te tengo a una tecla
de distancia, sin embargo sé reprimirme y guardarme la tristeza para mí. Me ha
elogiado la fortaleza que tenemos, de habernos borrado el uno del otro; sin
embargo… Es jodido.
Cómo explicar a los compañeros de
trabajo que, a pesar de las historias que les cuente, a pesar del buen día que piensan que es ahora mi
vida, realmente estás flotando en mi recuerdo para aparecer en el momento más
inoportuno y que no «sólo me pongo triste cuando alguno, en el momento más
inoportuno me pregunta por ti», como dice esa otra canción.
Sé que es imposible pensar en
cambiar nuestras decisiones, que es lo mejor que pudimos hacer, que yo no me
atreví, y que he de agradecerte que tú dieras el paso, pero hoy en la ducha he
vuelto a llorar cantando I wish you were
here:
«We're just two lost souls swimming in a fish bowl,
year after year, running over the same old
ground.
What have we found?
The same old fears,
wish you were here.»
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