VIERNES 20 DE MARZO
Hay un mirlo en el parque de
detrás de casa que todas las mañanas a eso de las 5 o las 6 da los buenos días
al barrio. Estos pajarillos siempre me han caído bien, fueron los primeros
pájaros urbanos distintos a palomas y gorriones que descubrí de niño en Elche.
Fue entre las palmeras del parque municipal, un lugar que atravesaba todos los
días varias veces para ir al cole. Es un paisaje que añoro: casi desde
cualquier esquina de Elche, especialmente en mi barrio de Carrús, puedes ver al
final de alguna de las dos calles que confluyan en ese cruce las palmeras de una
plaza o de los parques que hay al otro lado del río. Y ahora, el mirlo oscuro que
nos da los buenos días a esas horas de la madrugada en esta primavera que
empieza tan rara, es un pequeño motivo sin importancia para sonreír cada mañana.
Bueno, también sonrío porque veo que aún me quedan un par de horas más, o tres,
en la cama.
Es una cosa muy pequeña, pero me
sirve para empezar el día con buen humor (además de que no he de subirme en la
moto para surfear entre el tráfico de la M-30).
Es ahora cuando hemos de emplear
esas cosas pequeñas para que lo grande no nos aturulle, que como dijo aquel: el
diablo está en los detalles. Nuestro día a día se ha visto confinado a las
paredes de casa y a una vida muy en plan Atrapado
en el tiempo (el famoso día de la marmota), así que más nos vale buscar puntos
de anclaje o cabos a los que asirnos en esas cosas pequeñitas que nos están
rodeando y en las que no reparamos. Es más fácil de lo que creéis. Y eso nos va
a ayudar a superar esto de la mejor forma posible, porque todos tenemos un
papel que cumplir en este berenjenal. Esta mañana, la enfermera desconocida de
la que hablé hace tres días, me contaba el desánimo que sentía al ver que la
gente quizá no se está tomando del todo en serio lo de no salir a la calle.
Ella está jugándose la salud en un hospital, con el temor de llevar el virus a
su casa, está viendo las peores consecuencias de esta enfermedad en quienes
están ingresados en la UCI de unos de los mayores hospitales de Madrid; y sin
embargo continúa contemplando que hay gente que busca cualquier excusa para
salir a la calle. Pero las personas se mueren… Hoy ha fallecido la abuela de
una compañera de trabajo, la mujer ha aguantado una semana en el hospital,
luchó contra aquello que pilló en el centro de día de Valdemoro, y del que
pensaron al principio que se había escapado porque cuando se detectó el brote
ella llevaba varios días sin ir. Pero al final mi compañera de trabajo se ha
quedado sin abuela antes de tiempo.
A ella, y especialmente a la
enfermera desconocida que me cuenta lo que vive cada día, no les valen los
aplausos de esa gente que no entiende que esto es muy contagioso, lo que les
vale es que pongamos todos los obstáculos posibles a la propagación del virus.
Su salud, y la de todos, está en juego. Y no podemos perder a esos héroes que
se la están jugando cuidando a los demás.
Es nuestra hora de ser pequeños
héroes, por ellos, y cumplir cada uno con nuestro papel. El nuestro, el que nos
han pedido a los que nos quedamos en casa, con nuestra hiperconexión, nuestras
series y películas, con todas las comodidades de nuestras casas, es el más
fácil. ¿No queríais ser héroes? Este es vuestro momento.
¡Sé como él! Un pequeño héroe que se queda en casa.
A propósito de todo esto del fin
del mundo me acuerdo de cuando en marzo de 2011 el terremoto de Japón y posterior
tsunami arrasó con la central nuclear de Fukushima y llevó un pequeño
apocalipsis a Japón. Mi preocupación por aquel entonces estaba puesta en observar
cómo se movía la nube radioactiva y si eso afectaría al viaje que tenía
previsto en el verano de ese año, conduciendo una ambulancia desde Elche hasta
Ulán Bator en Mongolia, mientras que mi jefa, que tenía un bebé de apenas un
año volcaba sus miedos en el futuro que esperaba a su hija: ¿y si nos tocaba
vivir en un mundo confinado por la contaminación nuclear? Y si no sobrevivíamos
en condiciones, ¿quiénes cuidarían de los más pequeños, de los más débiles?
Pues eso, tenemos que pensar en quienes están más expuestos, tenemos que
sobrevivir sanos para ellos.
Y después de eso, conducir
locamente una ambulancia a Mongolia, porque tendremos todo el resto de nuestra
vida para salir ahí fuera.
Mientras tanto, este tiempo que
tenemos ahora puede servirnos para las cosas que nunca hacemos y que no nos
quitaban el sueño. Tantos días en casa, trabajando en el escritorio al lado del
ventanal de mi habitación, me están sirviendo para ver que tengo las ventanas pidiendo
una buena limpieza (a ver, no es que me quite el sueño, pero creo que ya no
tengo excusa para no hacerlo)… He de buscar por algún armario porque me suena
que tengo un kit de limpieza de ventanas por ahí, de cuando empecé a vivir en
este apartamento e ilusamente pensé que iba a limpiar de forma periódica los
dos ventanales que tengo. Si no lo encuentro tampoco os creáis que voy a sufrir
por no poder limpiar mis cristales, que dudo que pueda comprarlo ahora en
ningún sitio.
Y a disfrutar el fin de semana
como mejor podáis, yo creo que se me acumulan las videollamadas grupales este
finde… Muy distinto al de hace dos semanas. Qué cosas, hace dos viernes me reunía
en Alicante con mi futuro socio y hacíamos planes para casi ya, hace un viernes
rehuía de la gente en el súper… Y hoy estoy escribiendo un diario de un
confinamiento y el mejor logro que puedo apuntar de mi vida actual es:
David 2 – Nocilla 0
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