JUEVES 19 DE MARZO
Una semana tiene 168 horas. Si les restamos las
de dormir (8 al día) se quedan en 112 horas. Pues bien, las tres veces que
salí a comprar (viernes tarde, sábado mañana para buscar lo que no encontré el
día anterior y martes por la tarde) habrán sumado hora y media, lo que quiere
decir que he estado encerrado en los 50 m2 de mi apartamento el
98,66% de mis horas activas (99,11% del total de horas de la semana). Seguro
que estáis pensando «Este tío ya empieza a estar mal, que se ha puesto a
contar las horas y a hacer estadísticas», pero no os alarméis, es una de las
muchas taras que traigo de serie: hacer listas y sacar estadísticas (por
cierto, hablo en plural porque me gusta imaginar que no soy el único que me lee
para hacer las correcciones y sois alguien más ahí).
¿Y por qué este cálculo de las horas? ¿Para
quejarme del aislamiento social debido a estar confinado en casa? En absoluto,
porque en realidad el aislamiento es físico pero no social. Jamás en mi vida he hecho
más videollamadas que en esta semana. Si es que se me acumulan, que a veces
tengo que colgar una para atender a otra, y ahora que se acerca el finde ya estamos planeando quedadas por la red para tomarnos un algo, aunque
sea mirándonos las caras a través de la pantalla del móvil. Pena que mi nevera sea tan pequeña que no pueda guardar cubitos de hielo en el congelador para los telecubatas.
En todo caso, no hay motivos para decir que no resistiré, todos lo haremos y todos estamos
juntos en esta resistencia (y hasta aquí la sección de autoayuda).
¡A tope!
Hoy he visto que en las redes se está compartiendo
un vídeo de delfines en los canales de Venecia, como síntoma de que en cuanto
nos quedamos quietos la Naturaleza recupera sus espacios, y al hilo de esto también
hay mucha gente en Twitter diciendo que las palomas lo estarán flipando,
preguntándose que dónde nos hemos metido. Pues precisamente ahora que la
primavera está a punto de llegar, los días van alargando y siendo más cálidos
(ojalá), estoy viendo por mi ventana que las palomas y las urracas empiezan a
afanarse en la reconstrucción de sus nidos y las observo pasar de tanto en
tanto cargando ramitas en el pico. La vida sigue, y lo nuestro debemos
relativizarlo en la medida de lo posible para que la catástrofe y el miedo no
nos paralicen (¡venga, más autoayuda!).
Yo por mi parte, en los deadlines que voy descontando ya puedo quitarme una sospecha de
encima: la última vez que estuve en un potencial hervidero de virus fue hace dos
semanas, en un sitio en San Bernardo donde nos echábamos encima de porciones de
pizza y de otros platos de comida italiana. Había quedado allí con un compañero
de mi anterior departamento, a cuyo director ingresaron unos días después de
habernos visto. He estado en contacto con este compañero y con otra más que estuvo
en aquella quedada, y continuamos todos en pie, con lo que sigo con la esperanza
de no haber llevado el virus el día siguiente a Elche y Alicante, donde estuve
haciendo un ruta en bici a unas murcianas (las pruebas suspendidas del negocio
que quiero poner en marcha).
Y poco más que contar por hoy: videollamada con mis hermanos a mi padre para felicitarle el día, mi vecina (la buena, no la
petarda) me ha traído el champú que olvidé el martes y a seguir encerrado en
casa. Hoy no hay historias de antiguas Tindercitas (aunque ya hay quien me ha
propuesto «cibercosas»). Lo digo porque una amiga a la que conocí también por esos medios me
pregunta que cuántas Tínder tengo… Aunque eso ahora poco importa… Casualmente una de
estas aplicaciones acaba de enviarme un mensaje pidiendo que los usuarios
quedemos en persona más adelante y que ahora nos conozcamos de otra manera:
teléfono, vídeollamada, escribiendo. Vamos, cortejo en la distancia.
A propósito de esto, estoy recibiendo estos días muchas
solicitudes de amistad en FB de chicas con intenciones dudosas remitiéndome a
enlaces sospechosos… Con esto del confinamiento hay quienes buscan ríos en los
que pescar la desesperación de varones incautos. Pero como se le dice a la
muerte: Not today!.
Y para finalizar, el martes en el súper no estaba mi cerveza habitual, y pillé otra.
Y cuál no fue mi sorpresa cuando me di cuenta de que las que pillé
eran botellines de quinto en lugar de cuartos… Dramas de un confinamiento.
David
1 – Nocilla 0
(¡en
una semana no he ganado peso!)
También te leo yo! No estás solo
ResponderEliminarGracias!! :-)
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