lunes, 17 de junio de 2013

Crítica de cine: STOCKHOLM

El pasado sábado mi hermana (Única producciones) nos llevó a  ver una película en la que ha colaborado.
No era la mejor hora, las 2 de la tarde en El Matadero, rodeado de hipsters (no tengo nada contra ellos en particular, sólo contra la artificiosidad de cualquier estilo y moda en general), pero mereció la pena disfrutar de una película que ha nacido sin el apoyo de las grandes distribuidoras.
No soy crítico de cine, ni tengo un conocimiento de sus códigos más allá de lo que he ido aprehendiendo durante años de ver películas, mejores y peores, pero el atrevimiento es ignorante, así que aquí va mi crítica de Stockholm.
LUCHA SIN CUARTEL
Es aquella en la que los contendientes no pretenden hacer prisioneros, sólo uno de ellos saldrá con vida. Y en el amor, como en la guerra, a veces es eso lo que pasa en las relaciones de pareja, difícilmente se sale ileso. De eso habla, entre otras cosas, Stockholm, primera película en solitario de Rodrigo Sorogoyen: una obra que parece pequeña pero que no lo es (así lo atestiguan los premios conseguidos en el Festival de Málaga y que haya salido adelante gracias al micromecenazgo de decenas de pequeños productores que han puesto su granito de arena para que esta película saliera adelante).
El síndrome de Estocolmo es el nombre que se da a la reacción psicológica en la que la víctima de un secuestro termina por desarrollar un vínculo afectivo hacia su secuestrador, situación que también podríamos trasladar a las relaciones de pareja, cuando uno de los dos miembros termina por hacerse dependiente del otro a pesar de su desinterés, a pesar de que el segundo, como he comentado al principio no quiera hacer prisioneros. Y a eso se juega, o se nos cree hacer que juega, el director con sus personajes.
 Stockholm le da varias vueltas a esta situación, y lo que ya hemos visto en multitud de comedietas románticas de sábado por la tarde u obras indie  de mayor calado (hablo, por ejemplo, de la muy loable (500) Days of Summer), donde en un periodo temporal más extendido nos narran las diferentes etapas de las que consta una relación, Rodrigo Sorogoyen tiene el mérito de llevarlo a una fracción de tiempo menor, contándonos casi en tiempo real lo que les ocurre a los dos únicos personajes de la película interpretados por Aura Garrido y Javier Pereira.
Básicamente la película al principio parece ir de “chico conoce chica”, “chico despliega sus encantos para encantar a la chica” y… Y ya nada es como esperas.
La primera parte, con las calles de Madrid de testigo de un paseo y conversación en tiempo real, es todo un ejercicio de diálogo que a mí, a pesar de que a muchos les pareció un tanto lenta, degusté desde mi faceta de escritor. Me gusta hacer diálogos, y conseguir dar naturalidad a un diálogo de cortejo, de habilidad seductora, de defensa numantina, de guerra dialéctica, es todo un logro con el que disfruté como lo pudiera hacer en una buena obra de teatro. Hasta cierto punto me recordó Antes del amanecer (1995), donde Ethan Hawke y Julie Delpy pasan una noche en vela conversando por las calles de Viena.
En esta primera parte de la película se nos presentan unos personajes que no son un libro abierto, que tienen recovecos, que no sabemos si se encuentran bien psicológicamente o si nos dicen la verdad, todo ello con el diálogo, con el flirteo.
Sin embargo la segunda parte de la película se adentra en un terreno más complicado, donde la magia desaparece y la realidad golpea. Con una puesta en escena sencilla (la propia casa del protagonista Javier Pereira) Sorogoyen usa la luz de la mañana para descubrirnos que todos hemos sido a veces “cazadores” y otras tantas víctimas; que nunca estaremos seguros de lo que queremos y que difícilmente dejaremos de ser el niño que se emperra para que le compren un juguete nuevo al que en pocas horas dejará de hacer caso, y que cuando esté roto echará de menos. En este segundo tramo de la película, a veces turbador gracias al trabajo espectacular de Aura Garrido, el director nos habla de las decisiones difíciles, de los errores conscientes y de la felicidad inconsciente, entre otras cosas.
De los protagonistas, poco decir de Aura Garrido, que se ha batido el cobre en obras notables como la muy recomendable El cuerpo, dando la réplica a Hugo Silva; o en una de las mejores series españolas de los últimos años: Crematorio, haciendo de nieta de un gigante como Pepe Sancho. Su capacidad de meterse con toda naturalidad en un personaje muy complicado consigue hacer pequeño a un Javier Pereira (también con una filmografía notable: No tengas miedo, 8 citas entre otras) que intenta brillar, y a veces lo consigue (tablas teatrales no le faltan), por encima del capullo que intuimos que es su personaje.
Buscadla, preguntad por ella, no os dejará indiferentes.

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