jueves, 14 de mayo de 2020

(OTRO) DIARIO PARA UN CONFINAMIENTO POR PANDEMIA GLOBAL: Cosas fáciles.


MIÉRCOLES 13 DE MAYO


Pues resulta que no sabía ponerme la mascarilla, y por eso se me empañaban las gafas. Hace unas semanas vi un vídeo en el que se explicaba cómo había que preparar la mascarilla para ponérsela (lo tenéis más abajo). Pero claro, algo tan simple como eso tampoco tenía que suponerme un reto a alguien como yo: ingeniero de caminos, que además desarrollo otras habilidades cognitivas gracias a mis hábitos de leer, escribir, ver documentales sesudos sobre el Cosmos y la evolución humana. Así que tomé unas pequeñas notas mentales y poco más.

Pero… ¡Ay, amiguitas y amiguitos! El cuñao que todos llevamos dentro nos hace caer en la soberbia. Nadie nace enseñado, pero creemos saber de todo, nos convertimos en cuñaos, capitanes a posteriori, metemierdas en ocasiones, y tertulianos y opinólogos en el peor de los casos. A esta conclusión llego por el uso de la mascarilla.

Por la mañana fui a hacer la compra, en coche porque el cielo estaba nublado y no quería regresar cargado como una mula y quizá mojado. Y así movía también un poco el coche y le recargaba la batería. Esta vez fue la primera en la que acudí al súper con mascarilla. La llevaba puesta como el día anterior, cuando se me empañaron las gafas, y a ratos era incómodo. Pero al menos me sentí bastante más seguro, en ningún momento tuve las sensaciones de proto-agobio que me rondó en otras visitas al supermercado. Es curioso cómo funciona todo esto, cada vez es más la gente que lleva mascarillas, hasta llegar al punto de que algo que te parecía un poco excesivo hace unas semanas, conforme vas saliendo más a la calle y ves que eres de los pocos sin usarla te hace sentir raro, fuera del grupo, o incluso peligroso para el grupo. Quizá en dos semanas estaré juzgando y señalando con el dedo a quien no la use… Así somos. Espero que el hecho de haber escrito esta reflexión me sirva para ver las cosas con perspectiva y no convertirme en cuñao policía de balcón.

El caso es que por la tarde, y a raíz de estas reflexiones sobre cómo no me había encontrado apurado en el súper por la mañana, sí que me busqué el vídeo de cómo ponerse una mascarilla para ir más protegido a la peluquería; que allí iba a estar sentado un buen rato en un espacio cerrado con más gente a mi alrededor. Y en efecto, ponerse la mascarilla tiene su pequeña ciencia, y me di cuenta luego por la calle que casi nadie lo hace bien. El peluquero me lo comentó al ver el nudo que le había hecho yo a las gomas, y que él debería hacerlo igual. Y terminamos hablando también de que para cualquier actividad, normalmente, alguien te lo tiene que explicar antes, por no hablar de los desastres que se estaban cometiendo en la intimidad del hogar con los cortes de pelo de la gente. Y entonces me explicó que aunque yo le diga que me pase la máquina al tres, eso significa que es el número máximo, pero que ha de hacerme un degradado para evitar escalones y demás cosas que aprendió en el lugar donde se formó. Al final, para ejercer una profesión has de ser un profesional.

Pelo corto y mascarilla.

Como cosa curiosidad, camino de la peluquería vi a una señora consultando a su perro si giraban calle Toledo abajo a hacer la compra a la carnicería o qué. El perro la miró con poco interés en lo que le preguntaba su humana y continuó su camino, con lo que la señora le dijo «Vale, lo que tú digas, seguimos». Estuve tentado de pensar que ya se veían los efectos de la soledad debida al confinamiento, pero recapacité, la gente ya debate con sus animales desde antes.

Y a todo esto, ya se cumplen los dos meses desde el viernes 13 de marzo en el que decidí no bajarme a Elche y quedarme en casa en Madrid… No sé si preocuparme al darme cuenta de que no se me ha hecho largo. Lo que me preocupan son las semanas que aún me quedan por regresar y ver a quienes quiero ver, estas sí que se pueden hacer largas ahora.

Y así hay que ponerse la mascarilla


David 56 – Nocilla 0


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